01 - La mudanza

217 22 0
                                    

ELEONOR

Coloco mi preciada y exclusiva secadora de cabello y mi plancha dentro de la caja para luego sellarla. Papá asiente con la cabeza y la toma para ir a dejarla con el resto de las cajas en el pequeño camión de mudanza que hemos contratado.

Me siento muy extasiada, sí, eso eso. Así me siento con todo esto nuevo de la mudanza, realmente nunca lo he hecho. Se siente como respirar un aire más fresco, nuevo y con mucha incertidumbre.

Sonrío viendo mi habitación prácticamente vacía, es un nuevo capítulo en mi vida que aprovecharé al máximo.

—¿Segura que te quiere mudar Eleonor? —pregunta mamá entrando en mi antigua habitación. Ella realmente parece muy nostálgica y un poco disgustada con mi decisión—. Bueno, si eso es lo que deseas te dejaremos ir, pero recuerda que te llamaré cada día de la semana.

Ruedo mis ojos divertida y sé que eso a ella le molesta porque me da un pequeño golpecito en el brazo.

—Sí, Hannah, eso es lo que yo deseo —digo divertida pasando por su lado para tomar mi celular—. Pero no llames todos los días, máximo dos veces por semana.

Sí, aunque tenga unos preciosos veinticinco años mi mentalidad sigue en la de una adolescente de diecinueve años, porque, bueno, hay que aceptar que esa es la mejor época de nuestras vidas.

Me encantan las fiestas, beber hasta embriagarme, fumar de vez en cuando, pero también me encanta enseñar literatura a adolescentes hormonales de dieciséis años en la escuela en la que ejerzo mi profesión. Es un raro balance, pero lo hay.

—Ya comenzarás con Hannah, princesa. —Me encanta mi apodo de parte de mis padres, porque, vamos, yo sí que parezco una princesa y de las geniales. Quizás Rapunzel—. Se dice mamá y si eso no te gusta pues dime mami.

—Pero Hannah es tu nombre y me gusta así —pongo un puchero divertido y ella niega con su cabeza—. Está bien, mamá, ya me dejo de pendejadas.

—Tu vocabulario por favor.

—Está increíble ¿A que sí Hannah?

—No puedo creer que seas profesora, esto es un colmo.

—Deja de enloquecer a tu madre Eleonor, ¿no ves que casi le da un paro cardíaco por esta mudanza? —Papá aparece bajo el umbral de la puerta y yo le sonrío—. Todo está listo, el camión te seguirá en el camino hasta el lugar donde vivirás.

—Sí, así es —suspiro y les doy una sonrisa a ambos que me ven con ojos cristalizados. Su pequeña princesa está a nada de volar y a ellos les duele que los deje, pero yo no soy mis hermanos—. Los visitaré cada semana, se los prometo. Los amo, ¿lo saben, verdad?

—Y nosotros te amamos a ti.

Les doy una última sonrisa y salgo de mi antigua habitación cerrando ese capítulo de mi vida mientras bajo las escaleras de la casa en donde me críe. Ellos me siguen atrás hasta la puerta principal.

Me doy la vuelta con un nudo en la garganta y les doy un fuerte abrazo con una pequeña despedida. Una última sonrisa a mis padres y me subo en mi auto mientras comienzo a conducir mi descapotado con la música en su máximo volumen. El camión de mudanza me sigue atrás y creo ver al conductor negar con su cabeza.

Bueno, no todos se acoplan a mi personalidad muy... No lo sé, nunca encuentro un adjetivo para describirme, siempre soy una hermosa y preciosa caja de sorpresas.

Conduzco un poco más hasta llegar al edificio donde viviré. Yo no había venido a ver el edificio, ni mucho menos el piso que se supone que compartiré. Yo solo llamé y comencé a pagar lo que debía pagar. Me alegra ver que es un edificio en buen estado con una fachada moderna.

Entro en el pequeño parking que hay para los residentes y estaciono mi auto, salgo y camino hasta el señor de la mudanza que me ayudará con mis cosas.

—Es en el piso siete, puerta trescientos treinta y tres —digo y él mira todo el edificio con una mueca de preocupación, efectivamente es el último piso—. ¡Vamos Conan! Que mis cosas no se transportarán solas.

Comenzamos a apilar las cajas para llevarlas hasta mi piso, yo no dejaba de hablar sobre lo emocionada que estaba y secretamente creo que el pobre hombre no corría porque aún no le había pagado.

Fueron más de siete veces las que subimos y bajamos con muchas cajas en las manos. Cuando terminamos el me vio con una expresión de alivio. Le pagué y a instantes de agradecerle por su ayuda arrancó y se alejó a toda velocidad de mi.

Me encojo de hombros y subo feliz en el elevador mientras en mi celular reviso la planificación de exámenes para mis alumnos. A mí realmente me encanta enseñar y más cuando es sobre literatura, es inexplicable.

Creo que cuando decidí volverme profesora fue con el motivo de poder generar un cambio en los adolescentes, ya que ellos en esa edad es más susceptible a su pensamiento y que puedan ver las cosas de otra forma y así poder mejorar. Por ejemplo, con la literatura muchas veces los profesores son aburridos y dejan libros y obras para leer que se consideran extremadamente aburridas y por eso muchos pierden el interés.

Las puertas del elevador se abren y salgo tanteando en mi bolsillo las llaves que me enviaron. Abro la puerta y creo que mi sonrisa se desvanece un poco puesto que la persona de verdad que no mentía.

El piso es pequeño, realmente, como pequeño.

Apenas entro la pequeña sala me da la bienvenida, todo está sumamente ordenado y limpio. Al otro lado, si me muevo un poco más, ya me encuentro en la diminuta cocina con algunas bolsas de harina sobre la encimera. Eso es lo único que parece fuera de lugar aquí.

Parece un desolado y minimalista hogar, ahora mi hogar.

—Esto es... fantástico —digo a la nada examinando, por lo menos tiene ventanas por donde la luz y el aire entra.

Camino un poco más saliendo de la sala y cocina y me encuentro en un pasillo con tres puertas, abro la primera a mi derecha y resulta ser un baño con lo necesario. Logro captar el pequeño distintivo sobre con quién estoy viviendo.

Un hombre. Genial.

Bueno, pero para ser un hombre mantiene muy bien su hogar.

Salgo del baño cerrando la puerta y voy por la otra puerta que está a mi izquierda, trato de abrirla pero se encuentra cerrada. Solo me queda la siguiente puerta y a la abro, efectivamente todo está vacío y con una nota.

"Gracias por compartir piso conmigo, esta es tu habitación.

Cuando regrese hablamos.

Malcolm".

—Lindo, no tiene buena letra, pero se escucha lindo.

Me adentro a lo que ahora es mi habitación y sonrío, un nuevo comienzo.

Tres horas después de haber estado organizando mis cosas, hacer la habitación más yo y arreglar unas cuantas cosas en el piso estoy sumamente agotada. Sudada como un completo asco y con mi cola deshecha, ya no retiene nada de mi cabello rubio rizado.

Sonrío conforme con los resultados de la mudanza y decido pedir una pizza y comerla en el sofá viendo un poco de televisión.

Que buen día.

Amor De Cuarentena✔ [Mer]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora