05 - Lavemos ropa juntos

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ELEONOR

Me siento un poco extasiada por todo esto, sé que mi hermoso chef compañero de piso es un ángel aunque él no lo sepa. Todo esto es muy nuevo para mí, no porque no lo haya querido aprender sino porque no me lo enseñaron y yo fui conformista suponiendo que mis padres siempre estarían para mí.

Veo los correos electrónicos del director de la escuela en la que ejerzo mi profesión y me entristece un poco el saber que las clases se suspenden hasta la próxima semana cuando ya tengan un nuevo sistema decidido.

Malcolm se sienta a mi lado en el sofá y apaga el televisor dejando de ver un programa de cocina de esos que veía mi abuelita.

—Muy bien loro, tu primera misión en este día es —se palmea las piernas como si estuviera haciendo un redoble de tambores y me da una sonrisa—: ¡lavar ropa!

—¿Me seguirás diciendo loro? —inquiero arrugando mi nariz—. Porque déjame decirte que hay apodos más lindos para mí, podrías ser un poco más creativo o...

—No, me gusta loro. Loro se queda.

—¿Puedo ponerte yo un apodo? —pregunto como angelito.

—Ilumíname.

Me lo pienso un poco y rio.

—Eres cara ácida —digo finalmente y él arruga el ceño enfurruñándose.

—¿Cara ácida? —inquiere y yo asiento sonriente—. ¿Por qué?

—Porque los limones son ácidos y tú tienes una cara como si hubieras chupado más de cinco a la vez, siempre estás así —me levanto y él imita mi acción mientras se encamina a la mini bodega-lavado—. ¿Sabes que sonreír no es delito, verdad? Bien podrías hacerlo y si te arrestan pues conozco a un buen abogado que lo puede solucionar.

—Ay, loro.

***

Malcolm está sudando a la par mía mientras yo lloriqueo un poco. Él suelta un pequeño gruñido y le doy una mirada. Está todo empapado al igual que yo.

—Bien, no es tan difícil Eleonor, ¿me entiendes? —dados cansados—. La ropa blanca aunque tenga por lo más mínimo un dibujito con colores sigue siendo ropa blanca, no ropa de color.

—¡Es ropa de color!

—¡Es ropa blanca!

—¡De color!

—¡Blanca, Eleonor, blanca! —se pasa las manos por su cabello crecido y húmedo mientras me mira con exasperación—. Es blanca loro, independientemente si tiene un pequeño gatito de color café claro dentro de un diminuto bolsillo que te queda arriba de la teta derecha, no importa, la mayoría de la blusa sigue siendo blanca y no de color.

—¡Pero tiene color!

—¡Deja de ser terca mujer! —me da una pequeña sonrisa que ni le llega a los ojos. Éste hombre sí tiene paciencia—. ¡Sí, puede tener color, pero la mayoría sigue siendo blanco! ¿Tan difícil es Eleonor? ¿De verdad?

Lo miro con expresión cansina y él tira con más fuerza de la debida la maldita blusa dentro de la lavadora.

—Mira ahora quién es el loro —mascullo.

—Sigues siendo tú. —Suspira y sale del cuartito regresando con una bolsa de supermercado que pedimos la compra por una aplicación—. Paso dos después de treinta minutos hermosa rubia.

Estoy segura que mi corazón y estómago no deberían de haber dado un pequeño vuelco después de ese cumplido.

—Primero debemos colocar el detergente líquido, aunque también puede haber en polvo, pero en este caso usaremos líquido.

—Parece que estás dando un tutorial de esos que salen en YouTube sobre cómo hacer slime.

—Pues casi, loro —niega con su cabeza divertido y saca de la bolsa el detergente—. En fin, éste es el detergente líquido y debemos de colocar la cantidad según cuánta ropa vayas a lavar. Si es mucha ropa, colocas detergente hasta la rayita que te indique el máximo en el recipiente ¿Sí? —asiento con mi cabeza viendo como él me entrega el bote de detergente—. Si es poca ropa, le calculas que llegue a la mitad de detergente.

Asiento y él me pregunta sobre cuánto debo colocar de detergente, veo el tambo donde se encuentra la gran cantidad de ropa blanca y deduzco que debo colocar hasta la rayita que me indique que es el máximo como dijo Malcolm.

Se lo coloco y busco la mirada de aprobación de mi hermoso chef.

—¡Listo! ¿Y ahora qué hago? —dejo el bote en una repisa y él agarra otro bote.

—Para que la ropa quede más blanca y nítida le debes de colocar lejía, eso aclara cualquier prenda de ropa, pero debes de tener cuidado con no salpicarte y lo mismo con la otra ropa que no es blanca.

Asiento.

—Hay un cubículo que te indica dónde se coloca, sucede igual con el detergente que acabas de colocar y luego con el suavitel —dice y lo miro completamente embobada. ¿Cómo puede ser tan atractivo haciendo cosas simples?—. De lejía sí echas hasta la rayita de máximo.

Hago lo que me dice y lo coloco. Pongo el bote en la repisa y me adelanto agarrando el suavitel.

—¿Este cuánto le coloco? ¿Lo mismo que con la lejía?

—Exacto, ponle.

Pongo el suavitel y luego Malcolm procede a enseñarme sobre ajustar los ciclos de lavado, la cantidad de agua para lavar y en el modo que lo colocaré. Todo eso moviendo unos botoncitos.

Terminamos de hacerlo después de casi dos horas y me siento muy feliz de poder haber aprendido algo nuevo. Malcolm se ve igual que yo y me sorprende su abrazo.

Sus grandes y fuertes brazos me rodean la cintura mientras me levanta un poco dando vueltas conmigo y riendo, yo enredo mis bracitos alrededor de su cuello y veo fijamente sus ojos haciendo estragos en mi corazón que comienza a bombear con fuerza.

Y... ahí está esa sensación inexplicable.

Reímos y él me sienta arriba de la secadora metiéndose entre mis piernas mientras me acuna el rostro. Lo único que puedo ver son sus increíbles facciones, sus ojos verde con avellana y la linda sonrisa que me da.

Un momento mágico... que se corta por el ruido de mi celular.

Él se separa de mí al instante y sale del cuartito.

Resoplo y contesto la llamada.

—Hola mamá —murmuro.

Cortaste mi momento de romance rosa, quisiera decirle.

Amor De Cuarentena✔ [Mer]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora