03 - ¡Hola cuarentena!

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ELEONOR

Fue un poco incómodo dormir ayer por la noche porque básicamente a veces Malcolm hablaba muy fuerte dormido, además de que no tenía la cama a la que yo ya estaba acostumbrada.

Así que con mis ojeras me levanto siendo una hermosa rubia con rostro de mapache drogado. Me restriego uno de mis ojos y trato de enfocar bien mi alrededor. Todo está en silencio, creo que soy la primera en despertarme.

Agarro mi celular y veo la hora en este, cinco y media de la mañana. Salgo a paso lento y somnoliento mientras bostezo un poco más. A este paso en vez de parecer una diosa griega pareceré una vagabunda desaliñada.

¡Por el Dios del Olimpo!

Termino de despertar completamente cuando veo a mi compañero de piso sin nada más que una toalla blanca afianzando sus caderas. Instintivamente me relamo los labios, él no se ha dado cuenta de nada. Perfecto.

Su cabello entre el negro y marrón cae en su frente goteando, los músculos de su cuerpo se tensan un poquito cuando se estira y... Sí, ¿cómo hace un chef para estar así de bueno?

—Buenos días, Malcolm —digo divertida y él salta del susto que se da un golpe contra la pared—. ¡Lo siento! ¿Te encuentras bien?

—No mucho mejor que tú, Eleonor —dice aún tirado en el suelo mientras que con una mano se soba la frente y con la otra agarra la toalla—. Mierda, sí dolió. ¿Podrías traer un poco de hielo por favor?

—Claro, déjame que lo traiga y tu frente estará como nueva.

—No creo que... Está bien, gracias.

Llego hasta la refrigeradora y abro el congelador sacando lo que parece ser carne molida ya que no hay ni un mísero cubito de hielo. Corro rápido hasta donde se encuentra Malcolm ahora sentado en su cama con solo su ropa interior puesta, siento que me sonrojo un poco.

Le extiendo la carne y el la toma sin inmutarse de nada.

—Gracias —masculla.

—No ha sido nada —digo alegre y permanezco en adentro de su habitación observando detenidamente todo.

Quizás la habitación es un poco más grande que la mía puesto que cabe un escritorio. Observo que en las paredes se encuentra una diversidad de papeles con recetas en ellos, además de algunas palabras y números. Hay muchísimos libros que me imagino que son los recetarios de Malcolm, pero lo sorprendente es que todo tiene un orden, por más pequeño que sea.

—Eleonor —me llama Malcolm—. Debo cambiarme.

—Ujum, sí, claro.

—Preferiría hacerlo en la soledad de mi habitación si no te molesta —se levanta de su cama dejando la carne molida a un lado y yo me sonrojo a la vez que doy un respingo caminando para salir de su espacio.

—Claro, claro, perdóname —digo torpemente estando afuera de la habitación—. Es obvio que necesitas tu espacio para poder hacer... Tus cosas de hombre, yo no me meteré. ¡Es más! Me iré a bañar ahorita sabes, sí, sí, sí, eso haré. Pero después de hacer un poco de yoga, eso es...

—Adiós, loro.

Y cierra su puerta justamente en mi rostro.

¿Me dijo loro? Bueno, tiene sentido con mi parloteo loco. Nunca me habían dicho loro, pero bueno, para todo siempre hay una primera vez ¿cierto?

Volví a mi habitación agarrando mi celular para colocar la música para meditar. Busco mi tapete y ato mi cabello en un moño flojo hasta estar en el centro comenzando a hacer los movimientos relajantes al menos tres veces cada uno.

Amor De Cuarentena✔ [Mer]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora