Somos libros con infinito potencial, pero en ocasiones preferimos seguir la corriente a la razón irracional que la masa acostumbra aprobar. Nos sometemos y eso no quiere decir que prefiero un mundo lleno de conflictos sino más bien un mundo donde los debates acerca de nuestra riqueza intelectual duran horas, esas charlas en las que no hay un final relevante porque el final es solo eso, el final, un mundo donde busquemos ser mejor individual y colectivamente.
Un mundo donde un deprimido o tímido siempre tenga alguien con quien hablar, un ciego alguien que le describa la belleza que puede disfrutar gracias a la palabra, donde no haya muros hechos de carne.

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