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Adaptar la masturbación anal a su rutina le lleva más tiempo de lo que hubiera creído, pero también lo hace sentirse emocionado de una forma que no hubiera podido lograr de otro modo.

La situación se vuelve cómoda rápidamente y Gai usa los juguetes sexuales de forma efectiva desde el primer intento.

Los dilatadores anales funcionan y Gai utiliza las cuencas como punto de partida, preparando su entrada con mucho lubricante y pensando en los dedos de Kakashi todo el tiempo mientras las cuencas abren su piel con delicadeza.

La presión de los consoladores más grandes lo hace vacilar entre el placer y el dolor, pero Gai se acostumbra cuando la vibración relaja la entrada de sus intestinos, ablandando el anillo de músculos que parece mucho más flojo a medida que Gai cambia de tamaños en cada sesión, del más pequeño al más grande, hasta que puede introducir un tapón mediano al final de la semana.

Todavía no se atreve a utilizar el dildo realista en forma de pene, pero parece innecesario cuando encuentra el placer con vibradores delgados o incluso los dedos, hundiendo dos hasta encontrar su próstata y a veces sustituyéndolo por el consolador que continúe el orden de tamaño hasta hacerlo rechinar los dientes contra la almohada.

No es algo que Gai se atreva a decir en voz alta todavía, pero se asegura de contarle a Tenzou cada avance, aprovechando sus visitas cada noche para charlar animadamente de cada pequeño y nuevo estímulo.

Tenzou también se asegura de traer la cena en cada ocasión, haciendo que Gai tenga más tiempo y también más ganas de tocarse a sí mismo cuando se va.

Las visitas de Kakashi también ayudan, aunque de forma distinta. El cuerpo de Gai se vuelve loco en su presencia y, aunque obviamente no se toca al instante, guarda pequeños aspectos del día, reservando para sus sesiones los instantes en los que Kakashi acude al contacto físico, ofreciéndole una palmada en el hombro o una caricia en la pierna de forma casual antes de que Gai termine la sesión del día.

Los cambios de su recuperación no sólo se perciben en el ámbito sexual, y Gai sorprende a las enfermeras cuando se pone serio en fisioterapia, mucho más que antes, realizando cada ejercicio con normalidad e incluso agregando movimientos de su propio repertorio de rutina.

Los viajes largos también se vuelven más fáciles y Gai se encuentra yendo a más lugares durante el día, visitando el cementerio y el mercado sin desmayarse, aunque necesita hacer paradas regulares a mitad del camino para recuperar un poco de aire antes de seguir.

Inevitablemente la fuerza lo gobierna y Gai casi puede visualizar la victoria una vez más. Había estado luchando con todas sus fuerzas, y lo único que se puede esperar de una dedicación tan pasional era resultados positivos.

Sin embargo, Gai ha sido un shinobi por demasiado tiempo como para ignorar los desfases en su recuperación.

Cuando fue joven tuvo momentos difíciles en cuanto a seguir aumentando su fuerza. Todos sus compañeros shinobi también pasaron por esos baches, instantes donde parecían haber llegado a su límite y no sabían cómo hacerse más fuertes.

El impulso que lo mantuvo al día fue la competencia con Kakashi. Una rivalidad con alguien más fuerte era conveniente para crecer y no quedarse estancado en una variante de poder.

Ahora mismo, Gai reconoce ese estancamiento. Su cuerpo se siente bien cuando se masturba, pero a pesar de sus mejores intentos, no parece moverse a ningún otro lugar.

No puede permitirse la frustración con el asunto, incluso cuando el sentimiento de excitación se vuelve dolor a mitad de la sesión y necesita parar, siempre en el mismo punto, justo antes de romper esa barrera.

La cosa más humana de todasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora