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El acuerdo con Tenzou se establece al día siguiente y Gai tiene veinticuatro horas para pensar exactamente en lo que harán cuando estén juntos.

La noche pasa a prisa y la mañana llega con gusto, dándole a Gai una vista hermosa de su habitación con los primeros rayos vibrantes del día cuando se despierta.

Como shinobi de élite, Gai está acostumbrado a la dureza y el peligro. Dormir a mitad de la guerra. Despertar bajo ataque, descansar en la guardia de los enemigos, amanecer sabiendo que podría ser el último día para vivir.

La angustia nunca fue un problema real. Morir, vivir, ganar, perder. Todo fue una cuestión de honor y valentía. No hubo una batalla que Gai tuviera miedo de pelear.

Así que despertarse con miedo es inusual. Más excitación que miedo si era sincero. Emoción pura. Adrenalina. Era como si Gai despertara en el día donde lo dejaron ir del hospital o cuando se graduó de la academia o cuando fue ascendido a Jounin, solo que de algún modo más perverso. Más intenso. Mucho más impactante también.

Su pene ya está duro a media asta cuando espabila, sintiendo el hormigueo en sus dedos ansiosos por acariciar, utilizando la memoria muscular para torcerse en lo que reconocía como las manos de Tenzou, su espalda, sus hombros, la tensión de sus piernas.

No tarda mucho antes de buscar el lubricante debajo de su almohada y antes de que pueda pensar demasiado encuentra el consolador pequeño, comenzando a lubricar la punta del vibrador e introduciendo uno de sus dedos en el espacio ceñido de su agujero.

El pinchazo ya no tiene nada que ver con dolor y Gai jadea demasiado fuerte, demasiado ansioso por sentir, pensando en la proposición que Tenzou le había hecho esa noche, hace tan solo un par de horas.

El tema sexual era totalmente nuevo para Gai, así que se sentía como un adolescente ante la idea de masturbarse frente a alguien, especialmente cuando este alguien era su amigo y estaba dispuesto a transformarse en lo que Gai quisiera mirar.

Si tuviera el poder, Gai le devolvería el favor transformándose en algo que Tenzou quisiera, pero sus reservas de chakra estaban demasiado bajas y tampoco es que hubiera sido el mejor para las técnicas de ninjutsu. En todo caso, era más un favor, y Gai se aseguraría de deberle un favor a Tenzou en lo que quisiera.

Por ahora, lo importante era su reunión de esa noche, y Gai gira en su cama con el consolador hundido profundamente en su interior, arañando la sábana en busca de las imágenes de la revista pornográfica que había conseguido.

Pedirle a Tenzou que se convirtiera en su Rival era inadmisible. No creía que Tenzou estuviera de acuerdo, y probablemente el propio Gai no estaría de acuerdo. Así que pedirle que tomara la forma de uno de los actores pornográficos era lo más lógico. Disfrazar su verdadero deseo con alguno de ellos para poder estimularse incluso si era una mala imitación de su Rival.

Gai elige uno, y aprieta la imagen con los dedos manchados de lubricante al mismo tiempo que comienza a masajear su próstata, follándose con el consolador en un par de movimientos rápidos y precisos que hacen que su polla medio flácida se agite entre sus piernas, frotándose con las sábanas que se humedecen con el poco e insuficiente líquido preseminal.

La fantasía esta vez no tiene mucho sentido y Gai lleva las imágenes entre escenas aleatorias de su Rival y el calor del pecho de Tenzou, girando entre ellos mientras siente la punta de plástico abrirlo y golpear, entrando y saliendo tan deliciosamente que podría ser cualquier cosa. Los dedos de Kakashi. La polla gorda de Kakashi. El pene de madera que Tenzou hizo. Los dedos de Tenzou también.

Las imágenes pierden el sentido y la excitación se corta nuevamente, causándole un golpe de dolor antes de que su pene se ablande más y se reduzca a su triste posición flácida y desprovista de sangre bajo su ingle.

La cosa más humana de todasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora