Odio a los cazadores.

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Tara se estaba recuperando bastante bien. Había pasado varios días en la cueva al cuidado de Kira, y sus heridas ya estaban cicatrizadas. También engordara bastante desde la última vez. Y por fin, hoy saldrían las dos juntas de la cueva.

Tara tenía mucha energía y siempre era muy atenta con Kira. Además, era una loba muy veloz y sabía donde golpear bien. Seguramente sería una hunter.

- Por cierto.... ¿ Que rango tenías en tu manada? - Preguntó Kira.

- ¿Yo? Yo era una hunter, y debo admitir que una de las mejores.... - Dijo con timidez.

- Bien, lo comprobaremos ahora. - Le sonrió.

- Y tu.... ¿ tu que eras?

- Bueno.... Yo estaba destinada a ser la alfa.

- ¿ En serio? ¿ Y como es eso de que estabas?

- Huí de mi manada, y nunca volveré.

- ¿ Por que huiste?

- No hagas tantas preguntas, Tara, no me encuentro bien recordando aquel día. Algún día te contaré mi historia. - Tara se limitó a asentir.
Habían entrado al bosque para comenzar la caza de aquel día, en el que Tara demostrará lo que vale. Pronto locarizaron a una manada de ciervos no muy lejos de allí. Kira iba detrás, observando los movimientos de Tara. En efecto, lo hacía bien. Se paraba cada vez que un ciervo detectaba algo entre los árboles y volvía a caminar lentamente cuando este se hubiera calmado.
Ya estaban lo suficiente cerca de un ciervo cuando Kira murmuró:
- A mi señal.
El ciervo dio un paso hacia donde estaban ellas y......
- Ahora. - Con un saltó Tara se situó justo al lado del ciervo que con la sorpresa no le dio tiempo a reaccionar. A continuación mordió con eficacia en el cuello del animal que se tumbó en el suelo forcejeando. Kira la ayudó sugetándolo con sus patas y mordiéndole en el lomo.
Pero un gran ciervo de enormes astas llegó valientemente a socorrer al otro ciervo que se debatía en el suelo. Tara apretó aun más y el ciervo se desplomó en el suelo completamente. Kira se levantó, aquel ciervo de grandes astas se atrevía ha desafiarlas. Gruñó en señal de advertencia:
- Te estás poniendo en grave peligro, amigo. - El ciervo hizo caso omiso y se abalanzó contra ella. Kira lo esquivó hábilmente y se dispuso ha contraatacar cuando oyó un disparo. Con un balido el ciervo se derrumbó en el suelo.
Kira levantó la vista. 3 cazadores les apuntaron con sus escopetas.
- ¿ Que hacemos? - Murmuró detrás suya Tara.
- Hay que meterse entre los árboles, ellos nos protegerán de los disparos. - Miró a los cazadores, aún estaban un poco lejos. Tenían una oportunidad de escapar pero debían ser rápidas. - Cuando yo te diga corre. - Hundió una pata en la nieve y la sacó con fuerza levantando una nube de nieve. - ¡ Corre!
Y así lo hicieron. Escucharon disparos detrás suya, pero la cortina de nieve no les permitía apuntar bien. Se adentraron entre los árboles a tiempo. Los lobos son mucho más rápidos que los humanos, así que si no conseguían alcanzarlas tendrían una posibilidad de escapar.
De pronto, Kira sintió un fuerte dolor en la pata trasera. Le habían alcanzado. La sangre dejó un charco rojo en la nieve y en el pelaje de Kira. Pese al dolor, siguió corriendo lo más rápido posible. Tara ya se había alejado. Cuando ya creía que había burlado a los cazadores, se tumbó en el suelo. Le dolía más que antes, por culpa de la carrera que se había echado. Cerró los ojos y dejó que el dolor la adormecese. Vio una sombra blanca que se acercaba a ella y aullaba. Más tarde, cuando la sombra blanca había desaparecido, apareció una siliueta castaña, que seguramente sería Tara, y cargó con ella hacia la cueva.

En la piel del lobo PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora