32. Acepto tu propuesta

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Recortaba las hojas de aquel arbusto con demasiado ímpetu, Cayetana estaba siendo observada por su madre mientras perdía el control de lo que hacía por culpa de sus pensamientos y de la perturbación que sentía ante la idea de que la relación secreta de su hija con Samuel se estaba convirtiendo en un secreto a voces que no tardaría en ensombrecer la paz y la tranquilidad que brevemente había en su familia.

Carmen: como sigas así vas a dejarlo pelado de todo-Cayetana reaccionó dándose cuenta de que el arbusto estaba completamente trasquilado y suspiró con fastidio dejando las tenacillas a un lado.

Cayetana: hoy no soy capaz de hacer nada al derecho-se acercó a su madre y ambas se sentaron.

Carmen: ¿Qué es lo que ocurre hija?

Cayetana: que presiento que esto se les está saliendo de las manos a Samuel y a Andrea... Ignacio no va a tardar en enterarse-cerró los ojos con pesar-Soledad e Irina Gallardo también lo saben... y a pesar de que la madre, al igual que yo, apoya a los muchachos, la hermana no deja de ser la amenaza que siempre ha sido.

Carmen: ¿Crees que los ponga en evidencia?-Cayetana negó.

Cayetana: sería muy sencillo para ella llegar y destripar el secreto de su hermano, ella es una mujer que a donde va lo complica todo, sé que va hacerles la relación un infierno-suspiró-y cuando todo esté por los suelos lo confesará todo y ese día Ignacio va a entrar en cólera.

Carmen: yo confío en Samuel, si alguien sabe darle en las narices a Irina es él... lo hizo en la fiesta de compromiso de Andrea, sé que lo volverá a hacer, él defenderá a nuestra niña, estoy segura.

Cayetana: yo también confío en los sentimientos de ese muchacho y en que defenderá a Andrea hasta del mismo Ignacio, pero... tengo muchísimo miedo mamá...-sus ojos se aguaron-siento que este es el principio del fin de nuestra familia-su madre puso la mano sobre la suya.

Carmen: tranquila, tu madre estará contigo pase lo que pase.

* * *

La ropa estaba tirada por el suelo y sus cuerpos desnudos tendidos sobre la cama, sus miradas estaban adornadas no solo de la lujuria que sentían en ese momento si no también de aquellas máscaras que impedían que se reconociesen cuando se conocían a la perfección... Flavio no dejaba de besar los labios de Irina al mismo tiempo que acariciaba por completo todas sus curvas grabándolas a fuego en sus manos y en su memoria.

Ella se retorcía de placer sintiendo sus manos lentamente acercándose a su intimidad, notó sus dedos fantasear con su intimidad hasta que tortuosamente notó sus dedos en su interior, jadeó en toda su extensión con un profundo alivio, sintiendo como los dedos de aquel hombre misterioso mitigaban levemente la pasión desenfrenada que sentía por él, su movimiento era apasionante y sus gemidos incrementaban de intensidad.

Su miembro rozaba contra su cuerpo y podía presentir como este se encontraba listo para continuar con aquel acto de pasión, inevitablemente buscaba sus labios, se aferraba a aquel rizado pelo sin control ninguno, sus dedos la abandonaron, pero pronto aquel vació de placer se llenó con otro placer más intenso cuando Flavio entró dentro de ella como un auténtico huracán, ambos gruñeron de placer e Irina clavó sus uñas sobre su espalda reventada por la intensidad de sus movimientos.

La embestía sin parar, una y otra vez, Irina gemía de placer mientras Flavio se movía sobre ella, la pasión era desenfrenada, aquel acto se salía a su control por lo que eran inevitables los pequeños mordiscos que Irina dejaba sobre los hombros y el cuello del hombre misterioso provocando que este se volviera todavía más loco de placer aumentando sin control la rapidez de sus movimientos.

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