Nunca Más: Acto I

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        Nunca antes se había visto un sol tan resplandeciente a tempranas horas, especialmente en un lunes. Apenas llegaban los alumnos a la secundaria, esperando poder tener un día tranquilo rodeados de sus amigos.

        Una chica morena, de cabello castaño oscuro, se encontraba apresurada por poder llegar a tiempo, se le había hecho tarde al desvelarse toda la noche haciendo tareas que le faltaban hacer para no reprobar. Cuando finalmente entró por el portón de la secundaria, se acercó a sus dos mejores amigas.

        —¡Apenas logré entrar!, casi me dejan afuera —les habló agitada la chica de cabello castaño oscuro, con ojos cafés—. Me desvelé haciendo lo que me faltaba, al final no terminé todo, ya entregaré lo que hice a medias.

        Su amiga Karen, de cabello corto y oscuro, la vio con cierta preocupación. Los cabellos despeinados de su amiga, sus ojos tristes y grandes ojeras delataban que no había estado cuidándose.

        —Nos hubieras pedido ayuda, te hubiéramos pasado nuestras tareas —puso su mochila en frente de su pecho para sacar unos cuadernos—. Además, con lo que te ha pasado necesitas ayuda, estamos aquí para ti.

        —Lo sé, pero no tengo ánimos de revisar el celular, solo lo usé para oír música, y eso tampoco me animó —respondió desanimada.

        Alexa, su otra amiga, de cabello rizado, se acercó a su amiga y la abrazó, en compañía de Karen. La chica de las ojeras contuvo sus ganas de llorar, se sentía tan afortunada de tener a dos grandiosas personas a su lado.

        —Es un proceso largo, y te acompañaremos —dijo Alexa, para proceder a separarse del abrazo e invitarla a comprar algo en la tienda—. Yo invito, al fin y al cabo, traje más dinero hoy que otros días.

        Las tres amigas caminaron juntas por un largo rato. Justo cerca de las bancas, se encontraba un joven algo alto, quien estaba esperando a su novia: la joven de las ojeras, Dayana. Al momento de reconocerla por su hermoso cabello y tono de voz, el chico no dudó en acercarse a saludarla, pues no había hablado con ella desde la noche anterior.

        —¡Bebé, te estaba buscando! —se acercó a ella, interponiéndose en el camino de las amigas—. Pensé que no habías venido hoy, tampoco me contestaste los mensajes ayer y me preocupé demasiado.

        Karen retrocedió y habló con su amiga.

        —¿Vas a venir con nosotras? —preguntó.

        —No, las veré en el salón. Vayan a comprar algo, estaré aquí con Carlos —respondió con una sonrisa débil—. Te extrañé amor, perdón por llegar tarde, no tuve ánimos de levantarme.

        Alexa y Karen se fueron algo dudosas, pero no tenían opción.

        Los novios se fueron a sentar en el piso, en un lugar donde el sol no hubiese calentado el pavimento y pudieran hablar tranquilamente entre un mar lleno de jóvenes habladores. Pusieron sus mochilas en el piso y se miraron fijamente, sin intercambiar una sola palabra.

        Esa sonrisa quebradiza, al igual que esos ojos rojos de llorar, adornados con bolsas oscuras: eran síntomas de que algo no estaba bien, y efectivamente, algo no estaba bien. Dayana se abstuvo de hablar, este era su lugar seguro, y quería mantenerlo alejado de los problemas. El joven realmente quería ayudar a la chica, a pesar de no conocer mucho del tema, sentía la gran necesidad de apoyarle sin importar qué, después de todo, él era su novio, ella lo había escogido a él.

        —¿Te sientes mal? —inquirió, tomando la suave mano de su novia.

        Ella asintió.

Aquellas Máscaras: Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora