1 de Julio de 2019
Me despierto hiperventilando. Estoy delirando. Tengo fiebre, y además de eso, mi ritmo cardíaco está por las nubes. Tengo miedo de tener un infarto. Me doy cuenta de que aún sigo tirado en el suelo, por lo que me levanto, y me tumbo en la cama, donde siento una considerable diferencia de temperatura y comodidad. El sueño vuelve a mí rápidamente.
Ala mañana siguiente, Me levanto bastante mejor. Mi estómago no me da guerra. Aún así, mi frente sigue ardiendo. Me quedo un rato sentado en la cama intentando reunir fuerzas para empezar seriamente el día, ya que no sé qué debería hacer. Sigo sin poder quitarme su nombre de encima. “Nocturno” La mujer que estuvo a punto de acabar con mi vida. Tampoco logro entender sus motivaciones, o las razones de su nombre en masculino. Puede que tenga algún complejo. La habitación es minúscula. Tanto, que el precio de ésta está completamente justificado. Hay una tele vieja, encima de una cómoda de noche. La habitación es de color ocre, y el suelo, verde. La cama del mismo color que los sillones del vestíbulo del hotel; roja. No hay mucho más. El baño está en un pasillo que introduce a la habitación. Sólo tiene un grifo, un váter y una bañera. La bañera además esta sucia por dentro, aunque no le doy importancia alguna. Me quito mi ropa, e igualmente entro en ella. Tomo un baño de agua caliente, que me revitaliza y me hace sentir mejor. Al terminar, me seco con la toalla que está cerca. Como no tengo otra opción, me visto con el atuendo que ya he utilizado anteriormente. Sin un plan previsto, decido salir de mi habitación. Antes de hacerlo, reviso si tengo todo en mi bolsillo, y así es. Al bajar al vestíbulo, le entrego la llave a un nuevo recepcionista, que a simple vista parece mucho más borde.
“Gracias, vuelva pronto” me dice.
“De nada” le respondo.
Al salir del hotel, el sol veraniego me recibe en la calle. Yo me estiro un poco. Me pongo a caminar y a reflexionar mucho sobre todo lo que he visto y vivido en dos días que recuerdo. Pensar en los futuristas es un sentimiento que me corrompe. Pensar que seguramente han hecho más daño mientras yo estaba en coma es horrible. Otras reflexiones me pueden. Quiero saber que pasó conmigo antes de todo lo sucedido. Es que ni siquiera sé quien me disparó ¿Pudo haber sido Nocturno? Si me lo vuelvo a encontrar, no tendré piedad y la mataré. Otra cosa que sigo cuestionándome, es si ella pertenece a los futuristas. Desde luego, es una mujer muy peligrosa. Sigo caminando. Paso por delante del escaparate de una tienda de moda, y justo delante, hay un banco. Me siento ya que necesito planear lo que voy a hacer. Pongo mi mano sobre mi frente, y vuelvo a descubrir que sigo con fiebre. Empiezo a toser. Me he resfriado. Aunque debe de ser más que eso, ya que empiezo a notar un molesto hormigueo por mi brazo izquierdo.
“¡Javier!” Oigo gritar a una ciudadana.
No creo que me lo diga a mí.
“¡Javier!”
Cada vez la oigo más cerca de mi.
“¡Javier, estás vivo!” Dice, con una voz alegre sentándose a mi lado.
¿Qué? ¿Esta mujer me conoce? ¿Quién es? ¿Sabe quién soy? ¿Me llamo javier realmente? Cuántas preguntas.
“Yo… ¿Me llamo Javier?” Digo, con una voz fúnebre.
“No, si quieres eres Iñaki, no te jode…” Parece que habla con sarcasmo.
“¿Quién soy? ¿Quién eres? ¿Cuántos años tengo? ¿Qué me ha pasado?” Pregunto sediento de conocimiento.
Se está riendo. Es normal. Parezco un demente haciendo esas preguntas tan estúpidas.
“Vamos a dejar las bromas de una vez ¿Qué haces aquí, cómo has logrado sobrevivir? Cuéntame, cuéntame, por favor” me pide con una sonrisa de oreja a oreja.
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Los lazos olvidados
Ficção GeralEn 2019, Javier Conde, un ciudadano de Granada capital, se despierta un día en una habitación de hospital, con amnesia. En la tele descubre una alarmante noticia, de un grupo terrorista que se hace llamar futurista, ha volado un centro comercial de...