El taxista

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11 de julio de 2019

 

                              Yo y David hemos prevalecido ante esos futuristas. Claro, que nuestro plan al final se ha torcido un poco. Nunca tuvimos en cuenta que uno de ellos llegase a suicidarse. El caso es que hemos ganado. Estamos los dos en casa bastante tranquilos. Él continúa sus labores de estudio, mientras que yo, me dedico a mirar el ordenador que contiene apuntes sobre todas mis investigaciones acerca de ambas bandas. Soy incapaz de deducir los caracteres acertados en esta contraseña. Entre infinitas combinaciones posibles, sólo puede haber una correcta. El día en el que Ana y yo nos conocimos, el día en que nos casamos, el día que ella desapareció, el día que David nació… Todas esas pueden ser opciones adecuadas, pero no las recuerdo. O simplemente, podría tratarse de un montón de caracteres aleatorios. Esta última posibilidad es la que he descartado. Conociéndome, seguramente no habría hecho eso. Finalmente, me rindo en el desesperado intento de desencriptar la clave que bloquea el acceso al sistema del ordenador. Opto por salir a dar una vuelta esta vez junto a mi hijo a la calle para despejarme.

            “David, ¿Vienes a la calle?” Le pregunto.

            “Tendré que. Con tu suerte, seguro que te encuentras con algún futurista malnacido y acabará contigo” dice sarcástico. Aunque a mí no me hace demasiada gracia.

            “¿No irás a sacar la pistola no?” Le pregunto descaradamente.

            “Es que si le vas quitando la emoción a todo…” Se queja dejando el arma encima de una mesa.

            “Vamos” le digo.

            Salimos de casa los dos juntos. Él lleva dinero,  porque dice que tiene que hacer algunas compras. Yo le acompañaré.

            “Sobre lo de ayer…” Digo.

            “¿Ocurre algo?”

            “Me encantaría ser más fuerte. Ayer casi pierdo el conocimiento al ver a ese hombre desangrándose. No quiero que sigas protegiéndome. Estoy harto de eso. Todo por ser débil”

            “Eso, en realidad es mínimo. No te deberías de preocupar”

            “Si, lo hago, porque eres mi aliado. No, mucho más que eso. Eres mi hijo. Y a estas alturas, tú eres la única familia que me queda quitando a Paula. Que a todo esto, hace ya varios días que no la veo ¿Qué andará haciendo?”

            “Papá, tu debilidad no me supone ningún impedimento. Las estrategias no vana cambiar por carencia de fuerza, sino por carencia de intelecto. Y eso casualmente, es en lo que fallamos ayer”

            “Es que es increíble que estas cosas no te afecten lo más mínimo”

            “Si lo hacen, pero la única manera de seguir adelante es mantenerme frío”

            “¿Te mantendrías frío si me matan?”

            Se queda callado, ocultando sus sentimientos. ¿Cuáles serán los verdaderos? ¿Vergüenza podría ser?

            “Durante el tiempo que estuviste en coma, tuve que combatir yo sólo, papá”

            “Pero Paula…”

            “Paula es una puta. Me ignoró completamente cuando tuve que vérmelas yo sólo contra esos cabrones. Pero ¿Sabes? Yo, a base de dolor y sufrimiento, me he convertido en lo que soy ahora”

Los lazos olvidadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora