La determinación y los ideales del hijo

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1 de julio de 2019

 

No me suena. Tampoco le veo. Tiene pinta de ser amenazador.

“Creo haber formulado una pregunta. Responde. Además de eso, dime ¿Qué haces en este fúnebre lugar, ataúd  de cientos de personas?” Pregunta.

“Muéstrate” Le ordeno.

En el piso superior de la edificación aparece una sombra. Es un hombre. Empieza a bajar las escaleras mecánicas a pie, ya que están paradas a causa de la falta de corriente eléctrica. Es un personaje chulesco. Lleva una gabardina marrón, unos pantalones del mismo color, y una camiseta blanca fina. Hace un poco de frío. Sus manos descansan en el bolsillo de la chaqueta. Tiene un aire misterioso.

“Bien, me he mostrado. Ahora te toca a tí” me cede el turno de contestar a su pregunta.

“Si he entrado, es porque pienso que este lugar podría tener pistas acerca de los futuristas” me explico con claridad.

“Las tiene. Vamos a ver, tarugo. No tengo ni idea de quién coño eres, pero es que me da por saco. Lárgate de aquí. Tú no tienes nada que ver con todo esto” no hago caso de su orden.

“Te equivocas. Yo voy a detener a esos cerdos corrruptos” digo con fuerza.

“¿Tú? Das pena. Es imposible que puedas abatir a todos esos tú sólo ¡He dicho que te largues de una vez!” Exclama reiterando su mandato.

“Dime que hay en este sitio” murmuro con tranquilidad.

“Me estás empezando a tocar los huevos” dice molesto, mientras saca un revólver de su bolsillo.

Otra pistola. Maldita mi suerte. De todos modos, este hombre no me dañará si me marcho cuidadosamente. Aún así necesito saber qué traman, algo que quizá no pueda saber ahora, pero este hombre está ocultando algo que puede ayudarme a descubrirlo.

“Apuesto a que sabes quien es Nocturno” replico.

“Oh ¿Ya la has visto?” Se sorprende.

“Esa reacción… Me la tomaré como que sabes de quién te hablo”

Él guarda su arma, apaciguado por lo que parece. Se acerca a mí, algo que me produce miedo, ya que sus manos aún permanecen escondidas en su prenda.

“Mira, tú no tienes nada que ver con todo esto. Por tu propio bien. Vete, huye de esta ciudad, y si es necesario, de este país. Al fin y al cabo, ser valiente ante esos bestias no te será de ayuda. Te despedazarán como lo habrán podido hacer con cualquiera. Déjame esto a mí” me pide con educación y talante.

“Me gustaría acceder a tus órdenes. Pero me es imposible. Los futuristas son unos lunáticos que van por la vida de liberadores y de revolucionarios, pero no son más que escoria y basura, que necesitan alguna bomba para poder sentirse valorados. Ni eso. Por todos esos pecados, que han cometido, tengo que acabar con ellos” explico.

Él retrocede, como si no hubiera comprendido nada de lo que le he dicho. Vuelve a enfadarse, y vuelve a amenazarme con su arma. Llego a la conclusión de que tendría que haberme ido. Sólo me va a perjudicar. Otro agujero más en mi cuerpo no hará nada bien en mí. Mierda.

“Si lo haces, te mato” Esa es la voz de mi hijo.

“¡David!” Exclamo asustado por él.

“¿Y este pintamonas quién es?” Pregunta el misterioso hombre. Su pistola no deja de encañonarme.

“Soy David Conde, su hijo. Un placer. Si no te importa, baja tu arma, y dile lo que te ha pedido” Le advierte como si tuviera algo para detenerle.

Los lazos olvidadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora