1 de Julio de 2019
Me ha dicho que tenga cuidado. Se preocupa por mí, al fin y al cabo. De todos modos, qué más podía pedir de mi hijo. Voy andando por Granada, con un destino en concreto: el primer lugar donde atacaron los terroristas. David me ha dicho que fue un centro comercial. Otro de los muchos que borraron del mapa, un mapa que fechoría tras fechoría, están dejando en blanco. En mi cabeza, residen pensamientos que merodean por ella como si fuesen fantasmas. Yo tenía sentimientos hacia esos futuristas… ¿Eran de odio? No me acuerdo de nada. Quiero saberlo. Otra de las cosas que me preocupa, es “El Revolucionario” que inició toda esta estupidez sin sentido.
Es de noche. Las farolas brillan con intensidad y establecen un claro contraste entre la luz y la oscuridad. Me sucede algo muy curioso. Las palabras que mi hijo resuenan al ver un ciudadano de a pie. “Ten cuidado. No te fíes de nadie” Desde entonces, todas las personas que veo, dejan de tener cara. La pierden. Yo ya no veo sus rostros, ya que no sé quiénes son en realidad. El recuerdo de la voz de David llega hasta tal punto, que mi capacidad de confianza se desvanece y empiezo a ver el mismo manto que Nocturno llevaba en la cabeza aquella vez en los Granadinos. Además tiene razón. No puedo fiarme de ellos. Cualquiera podría detenerse, y en un segundo intentar arrebatarme la vida. Todos parecen distraídos en sus vidas, con sus amigos. Otros, en cambio, están con sus parejas forjando recuerdos para su futuro; recuerdos que les será imposible de olvidar ¿Habré creado yo memorias de este estilo? Me encantaría saberlo. Mis pies siguen apuntando hacia el frente, mientras continuan su labor de hacerme avanzar por la calle. El viento sopla ligeramente, y azota mi cara, causando una molestia en mis ojos que me hace echar la vista al suelo. Aún así, no me detengo. El camino se me está haciendo largo. Me pregunto si los síntomas de mi malestar se volverán a manifestar creando una sensación desagradable.
Finalmente, consigo llegar hasta un edificio arruinado, que detrás tiene un campo extenso. A mi espalda he dejado la ciudad, con sus casas iluminadas por las personas que las habitan. Parece como si el firmamento estrellado estuviese en mi retaguardia. En donde me he detenido, sólo restan los vestigios de una antigua edificación, obliterada por los futuristas. Su primer golpe en Granada fue aquí hace cuestión de meses. El viento vuelve con su melancólica canción a mi rostro. Ahora que conozco más datos sobre mi pasado, tengo más preguntas sobre mí mismo. A Paula se le ha escapado hacerme una pregunta ¿Cómo había perdido la memoria? Me han disparado. Seguro que fue uno de ellos.
“Me extraña que hayas venido hasta aquí tú sólo” una voz desagradable se me acerca al oído.
“Nocturno” susurro con calma.
“Te dije que nos volveríamos a ver. Me alegro de que recuerdes mi nombre” suena muy arrogante.
Es un momento crítico. Ella está detrás de mí, pero no me ha agarrado, ni tampoco me ha expuesto al filo de un cuchillo. Me doy la vuelta. En esta ocasión, es una pistola lo que la acompaña. Tengo que ser inteligente si deseo sobrevivir. Está a una distancia considerable. Si intento correr hacia ella, le da tiempo de sobra a levantar el brazo y disparar, por lo que esa estrategia es inútil. Tampoco me vale acercarme a ella de forma discreta para agredirla, porque seguramente se daría cuenta. Podría escapar. Pero eso sería arriesgarme a probar su puntería, y como sea buena, entonces sanseacabó.
“Me resulta imposible olvidar el nombre de la persona que tuvo la oportunidad de matarme” aunque me cuesta, intento mantener mi compostura, pues la pérdida de ésta puede costarme la vida.
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Los lazos olvidados
Fiction généraleEn 2019, Javier Conde, un ciudadano de Granada capital, se despierta un día en una habitación de hospital, con amnesia. En la tele descubre una alarmante noticia, de un grupo terrorista que se hace llamar futurista, ha volado un centro comercial de...