Sangre de mi sangre

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1 de Julio de 2019

 

“La verdad es que no sé casi nada de ellos, pero tampoco es que me importe mucho lo que hagan” dice. “Quien sabe mucho de esto, es tu hijo David. Ese hombre es muy frío. Es de muy pocas palabras”

Salimos de la cafetería, y ella me guía por calles que no tenía la sensación de haber visitado en mi vida. O probablemente sí, pero puede que mi mente no lo pueda recordar. Mi salud está decayendo. No es que piense que mi vida corra peligro, pero tampoco es que me encuentre en mis cavales. Dar un triste y mísero paso, es un combate contra el dolor que mi cabeza me causa. Oigo las voces de los habitantes, y eso me provoca aún más malestar. La frente arde con intensidad debido al efecto que la fiebre tiene en mí. Mi hermana se detiene y mira cómo me debato por seguir sus pasos.

“Entiendo que estés mal, pero cuanto antes lleguemos, antes te pondrás mejor ¿Sabrás que David estudia medicina no? Él te mirará y te curará” me asegura con certeza, acompañada de una sonrisa alentadora.

“Vamos…” No trato de detenerme, ya que eso, podría acarrear más pereza. Mi único objetivo, es alcanzar la casa de mi hijo.

Cada vez me creo mejor que esta chica tan peculiar sea mi hermana. Me comprende hablando y en el silencio, en la cercanía y en la distancia. Por eso, me para un instante, levanta mi brazo derecho y lo coloca encima de su hombro, facilitando mi capacidad de caminar, aunque tenga que arriesgarse a que este mal que me está pudiendo, también la consuma a ella como lo está haciendo conmigo.

“Gracias” murmuro conmovido.

“Nunca se le da la espalda a la familia. Es de mala gente” sus palabras rebosan altruismo puro.

Podemos avanzar un poco más rápido. Creo que estoy siendo un escollo para Paula. Me gustaría poder separarme de ella, para no originarle más conflictos, pero eso no es posible. Aunque rechazase su apoyo físico, ella volvería a insistir en respaldarme. De todos modos, mi energía se ha visto increíblemente reducida debido a mi enfermedad, así que no voy a darle más problemas.

“¿Estás bien?” Está preocupada.

“Estoy mejor que nunca. Hasta hace unas horas me figuré que ya estaría muerto a causa del puñal de Nocturno, o corrompido por alguna enfermedad mortal. He tenido la suerte de encontrarte, Paula, y de descubrir a mi familia, un lugar donde ir, y deberes que realizar. Así que no pienso permitir que un malestar mínimo como este me gane. Gracias” le repito.

Su reacción es inmediata y expresiva. Mis pies aligeran su velocidad pero sin una gran diferencia con respecto a antes. El camino parece interminable. Ella dobla una esquina, y se acerca a un portal que está un poco más adelante metido en una callejuela.

“Aquí es ¿Tenías unas llaves no?” Pregunta.

Toco mis bolsillos, las encuentro y se las entrego.

“Probemos suerte” aunque no debería, me hace gracia su forma de decir las cosas.

Ella me suelta, y encaja una de ellas en la cerradura. Consigue abrirla.

“Bingo” se felicita a sí misma con aires de grandeza.

En el edificio, no hay ningún ascensor, por lo que tenemos que subir a pie. Es bastante molesto. Son dos pisos. Al llegar, ella usa una llave distinta, y abre la puerta. Nada más entrar, oímos los sonoros  gemidos de una mujer.

“¡David!” Le llama Paula.

La voz femenina que anteriormente resonó en forma orgásmica emitió un grito de sorpresa. Al cabo de un rato, vimos salir de una habitación corriendo a una chica despojada de la parte superior de su ropa y tapando sus pechos con su brazo izquierdo. Salió con su calzado y el resto de su ropa en su otra mano. La casa era pequeña, pero no tanto como el habitáculo en el que estuve anteriormente. Esta vez tengo la suerte de tener una bonita cocina decorada con un estilo moderno. Baldosas blancas en la que está impregnada la limpieza, una encimera fría al tacto, y una vitrocerámica con cuatro fuegos. Más adelante, está el pasillo, de color gris y suelo de madera, en el que hay una alfombra toda roja. Nos acercamos lentamente, como si la incertidumbre nos demorase hasta un dormitorio. Ella me hace una seña para que espere al lado de la puerta. Yo oigo la conversación.

Los lazos olvidadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora