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*Narra Harry*
Había ido a buscar a Justin, esperando verlo en la biblioteca, pero no estaban, solo estaba otra grupo de Hufflepuff hablando de si ____________ o yo eramos los herederos de Slytherin. Después de enfrentarlos me fui de ahí, encontrándome con Hagrid, donde me explico que había ido a buscar a Dumbledore para pedir permiso y hacer un encantamiento alrededor del gallinero porque había matado a otro gallo. Puede escaparme de él cuando empezó a preguntarme si me ocurría algo, ya que aun estaba molesto los el grupo de Hufflepuff. Tenía tan mala suerte ya que me encontré a Justin y a Nick Casi Decapitado petrificados en un pasillo solo y gracias a Peeves todos pensaron que había sido yo, así que McGonagall me llevo a la oficina de Dumbledore.

Me pidió a que esperara y me dejó solo. Mire a mi alrededor. Una cosa era segura: de todos los despachos de profesores que había visitado aquel año, el de Dumbledore era, con mucho, el más interesante.

Era una sala circular, grande y hermosa, en la que se oía multitud de leves y curiosos sonidos. Sobre las mesas de patas largas y finísimas había chismes muy extraños que hacían ruiditos y echaban pequeñas bocanadas de humo. Las paredes aparecían cubiertas de retratos de antiguos directores, hombres y mujeres, que dormitaban encerrados en los marcos. Había también un gran escritorio con pies en forma de zarpas, y detrás de mi, en un estante, el Sombrero Seleccionador. Me acerque sigilosamente al escritorio, tome el sombrero del estante y me lo puso despacio en la cabeza. Espere pero no pasó nada. Luego, una sutil voz me dijo al oído:

—¿No te lo puedes quitar de la cabeza, eh, Harry Potter?

—Mmm, no. Esto..., lamento molestarte, pero quería preguntarte...

—Te has estado preguntando si yo te había mandado a la casa acertada. Sí..., tú fuiste bastante difícil de colocar. Pero mantengo lo que dije... aunque podrías haber ido a Slytherin —sin más me quite el sombrero.

—Te equivocas.

Entonces, un ruido como de arcadas me hizo volverme completamente. No estaba solo. Sobre una percha dorada detrás de la puerta, había un pájaro de aspecto decrépito que parecía un pavo medio desplumado. Lo mire, y el pájaro me devolvió una mirada torva, emitiendo de nuevo su particular ruido. Parecía muy enfermo. Estaba pensando en que lo único que me faltaba es que el pájaro de Dumbledore se muriera mientras estaba con él a solas en el despacho, cuando el pájaro comenzó a arder. Busque por si hubiera cerca un vaso con agua, pero no vio ninguno. El pájaro, mientras tanto, se había convertido en una bola de fuego; emitió un fuerte chillido, y un instante después no quedaba de él más que un montoncito humeante de cenizas en el suelo. La puerta del despacho se abrió. Entró Dumbledore, con aspecto sombrío.

—Profesor, su pájaro..., no pude hacer nada..., acaba de arder... —para mi sorpresa, Dumbledore sonrió.

—Ya era hora. Hace días que tenía un aspecto horroroso. Yo le decía que se diera prisa. Fawkes es un fénix, Harry. Los fénix se prenden fuego cuando les llega el momento de morir, y luego renacen de sus cenizas. Mira... —mire de nuevo la percha a tiempo de ver un pollito diminuto y arrugado que asomaba la cabeza por entre las cenizas. Era igual de feo que el antiguo—. Es una pena que lo hayas tenido que ver el día en que ha ardido —dijo, sentándose detrás del escritorio—. La mayor parte del tiempo es realmente precioso, con sus plumas rojas y doradas. Fascinantes criaturas, los fénix. Pueden transportar cargas muy pesadas, sus lágrimas tienen poderes curativos y son mascotas muy fieles.

Con el susto del incendio de Fawkes, se me olvido porque esta a ahí, pero lo recordé en cuanto Dumbledore se sentó en su silla, detrás del escritorio, y fijó en mi sus ojos. Sin embargo, antes de que el pudiera decir otra palabra, la puerta se abrió de improviso e irrumpió Hagrid con el gallo muerto sujeto aún en una mano.

Una Vida Con Él - (Harry Potter y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora