Sus ojos

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Todo era maravilloso de nuevo. Su familia la quería, deseaban que se quedara en Londres y para que negarlo ella deseaba lo mismo.
Hoy vería a toda la familia Weasley, tanto había extrañado las bromas de Fred II junto a James. Molly y Lucy con su pasión por los libros. Victorie con sus consejos de belleza . El alocado Ted y su extravagante cabello. Nadie como su familia, cada uno de ellos único.
Seguía sumergida en sus recuerdos cuando escucho que alguien golpeaba la puerta.

- adelante.

- soy yo hija, ¿ya decidiste que te vas a poner hoy?

- en eso estoy mamá. La verdad no había pensado que ponerme.

- bueno tu papá y yo te compramos este vestido- le dijo Hermione a su hija mostrando un vestido verde jade en un corte oriental- espero que te guste.

- es hermoso mamá, muchas gracias. En verdad me encanto.

- me alegro. Pero ahora prepárate que pronto llegarán todos y se volverá un caos la casa.

Así Hermione opto por salir y revisar los últimos de detalles.
La pelirroja seguí concentrada en sus recuerdos. Pero regreso a su mente una persona que no había considerado desde que llego a Londres.
Adán. Ni siquiera le había avisado que había llegado bien, dos días habían pasado y no se comunicaron, pero lo que más le llamo la atención a Rose fue que no lo extrañaba. No, no podía ser, él siempre había estado y seguía estando. Ella lo amaba profundamente, y solamente a Adán, pero sabía que en su corazón seguía instalado el amor que llego a sentir por un rubio de ojos grises. Tanto tiempo y aún así no lo podía olvidar, él la había marcado con fuego, estaba en sus ser desde la primera vez que se vieron. Nunca lo dejaría de amar.
Pero no podía dejar que los viejos recuerdos la amargarán, total pronto ella regresaría a Nueva York con Adán, no volvería a ver a Malfoy y listo, su vida continuaría.
Solamente que no todo es tan fácil, si lo fuera donde quedaría la aventura de la vida.

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Esta feliz ,como hace tanto tiempo no lo había estado, hace años que no estaba en ese buen estado.
Se sentía sumamente enérgico, entusiasta, como sí pudiera hacerlo todo.
Había corrido a su departamento, se bañó, peino y opto por vestirse casual. Pantalones de mezclilla, unos tenis negros y una playera en cuello "v" del mismo color, opto por mantener su cabello despeinado. Perfecto.
No entendía el porque de su felicidad máxima, o más bien no lo quería aceptar, todo era porque la volvería a ver de frente, cara a cara, su cabello rojizo, ojos azules y la sonrisa única que la hacia brillar como a nadie más.

-¡demonios! ¡No! Ella no significa nada para mi, sólo la odio, me vengare y la olvidaré- el rubio se desesperaba, así despeinando aún más su cabello.
Así decidió que era momento de salir hacia la casa Weasley-Granger.

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Muy bien, lo había logrado. El vestido le lucía fantástico, se maquillo ligeramente y su cabello caía en ondas bien formadas.
Estaba lista, en ese momento escucho como entraban varias personas a la casa y se dirigían hacia el patio trasero.
Apurada bajo las escaleras, estaba muy ansiosa por ver a su familia.
Se asomó al patio y se maravillo con lo que vio, todos sus tíos reunidos junto con sus primos. De pronto un niño con cabello mitad azul y verde se acerco a ella.

- hola, ¿tu eres Rose? Yo soy Remus.

- hola Remus. Si, yo soy Rose.- en verdad era un niño hermoso- eres muy guapo pequeño, ¿dónde están tus papás? - el cabello del niño se tornó rosa y sus mejillas se enrojecieron.

- ¡ahí están ! - el pequeño señalo a un hombre de cabello azul acompañado de una hermosa mujer rubia. -¡papá! ¡Encontré a Rose.!

- ¡Prima! Al fin estas aqui, ya conociste a mi pequeño.

- hola Ted, sí y es un encanto. ¿cuantos años tiene?

- 4. Es inquieto y se la pasa corriendo.

- ¿a quién se parecerá? - se había acerado a ellos Victorie, la esposa de Ted.

- ¡Vic! Wow ya en espera del segundo.

- si, tengo 5 meses pero pareciera que voy a parir en una semana.

Todos soltaron una gran carcajada al ver el compañerismo intacto entre los primos.
Todo era gran alegría, se sumaban más primos conforme avanzaba la tarde.
Rose se sentía muy segura, pero le faltaban unos primos por ver.

- ¡Fred!

- ¿qué paso rojita?

- ¿sabes dónde están James, Albus y Lily?

- Lily está en Brasil y ni idea de cuando regrese.
Albus y James ni idea, en realidad ya deberían de estar aqui.

- ok, gracias primo. Voy a ayudar a mamá y a mi abuela a sacar las charolas de galletas.

Lo que ninguno sabía es que los Potter no llegaban por intentar detener a un rubio.

- Scorp no creo que sea buena idea que vayas, en verdad, es una fiesta para Rose. No te hace bien verla.

- Albus... quítate, voy a ir. Si sólo quiero darle la bienvenida, no voy a hacer ningún daño. Apreció mucho a tus tíos como para faltarle el respeto a su casa.

- Albus, vamonos. Si el rubio quiere ir, dejalo. Pero como haga o diga algo que afecté a Rose en ese instante yo lo saco de la casa.

- mira Potter estoy hablando con Albus, así que no molestes.
Y vámonos amigo.
Así el rubio subió a su auto y salió disparado hacia su destino.
Lo mismo optaron por hacer los hermanos Potter.

Llegaron a la casa Weasley en un santiamén, se veía muy amena desde afuera la casa, se escuchaban las risas y la música. Todo era alegría y sin esperarlo pronto esa felicidad se apagaría, concretamente para una pelirroja de ojos azules.

- Scorp no quiero que te separes de mi en toda la noche.

- si lo que digas Albus.

Así fueron avanzando los dos amigos al interior de la casa.
Iban saludando a todos, ganándose miradas de duda, ¿qué hacia él aquí? Era la pregunta que predominaba esa tarde.

En un momento Scorpius choco con Hermione, para la castaña fue impresionante verlo. Se alegró mucho de volver a verlo en su casa.

- Scorp, que alegría verte. Estoy muy feliz de que estés aqui.

Para Scorpius había sido una expresión muy honesta, en la cara de Hermione se veía sinceridad.

- gracias señora Weasley. Me alegro mucho de que su hija haya regresado me gustaría saludarla. ¿sabe donde esta?

- está en el patio, es la chica del vestido verde.

- muchas gracias. Enseguida regreso.

Esa noche se daría el deseado y a la vez temido reencuentro, era momento de enfrentarse.
Era el momento clave, ¿se seguían amando? Sólo ellos lo sabrían, sus ojos se lo dirían

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