Capítulo 4: ¿Tiranía o bondad?

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Durante los días que el Equipo Doce junto al constructor de puentes viajaron con destino a Nami no Kuni, Naruto había aprendido a disfrutar de las pequeñas cosas, los pequeños placeres que la vida podría darle.

La expresión de leve miedo que Tazuna mostraba cada vez que movía la mano a su bolsa de armas era en verdad satisfactoria, le brindaba una sensación de cierto gozo ya que el anciano empezó demasiado mal la relación de escolta/cliente.

Tampoco podía ignorar las veces que el constructor tartamudeaba y media sus palabras al hablarle, los ojos del anciano mostrándose claramente nerviosos.

Y la que Naruto, por mucho, calificaba como la mejor, era que cada vez que hacia un movimiento brusco mientras que caminaba al lado de Tazuna, este ganaba un pequeño temblor, una pequeña sacudida la cual demostraba como estuvo tenso y que lo estuvo vigilando por claro terror.

Eran esas tres pequeñas cosas las que hicieron el viaje del Namikaze más agradable y divertido. Nunca antes había disfrutado tanto el estornudar o fingir que lo hacía.

Mientras que Naruto disfrutaba la tortura psicológica que estaba sometiendo sobre Tazuna, Yakumo estaba demasiado sorprendida y ocupada con la naturaleza para reprenderlo por molestar a su cliente.

La niña del clan Kurama nunca antes había puesto un pie fuera de los muros de Konoha, algo que todos los Genin podían comprender puesto que pasaron todas sus vidas protegidos dentro de su aldea, por lo tanto la amante del Genjutsu no podía evitar mirar todo con relativo shock.

Aunque el Jinchuuriki no comprendía mucho a su compañera con respecto a su demasiado obvio asombro, después de todo, en su creencia, un árbol era un árbol al igual que una ardilla era una ardilla, sin importar que estuvieran dentro o fuera de los muros de su aldea. Aunque decidió no compartir las creencias de su corazón puesto que si interrumpía el escaneo que Yakumo estaba realizando sobre el bosque lo más seguro era que la niña de las ilusiones descubriera sus juegos mentales con Tazuna y los acabara a la fuerza.

Sai estaba actuando como de costumbre, no había ninguna clase de cambio y/o movimiento en su rostro, su sonrisa era eterna, incluso a pesar de que estaba afuera de la aldea. Lo más probable es que ya hubiera estado fuera de Konoha por las misiones que Danzou le asignaba.

Anko solo reía en silencio por el sufrimiento de Tazuna, agradándole enormemente como su estudiante torturaba psicológicamente al cliente. Lo mejor de todo era que ella aun no le enseñaba los secretos de la tortura, por lo tanto el pelirrojo estaba aprendiendo de manera autodidacta.

Estaba empezando desde abajo con cosas sencillas como molestar con gestos y simples actos, aún quedaba que aprendiera el verdadero arte de la tortura, sin embargo el hecho de que Naruto mostrara verdadero interés en ello hacían que una oleada de orgullo y felicidad pura atravesaran el corazón de Anko.

¡Mi-Mierda!— Tazuna casi sufre un infarto al ver como el pelirrojo había temblado levemente, sin embargo no le aterro el hecho de que el niño tembló, sino por qué tembló.

El hijo del Yondaime tembló al momento de tener su mano cerca de su bolsa de armas, lo más relevante siendo que el espasmo no fue en su cuerpo, fue en su brazo derecho, como si hubiera estado a punto de desenfundar uno de sus cuchillos, ese acto aterrando de sobremanera al constructor.

¿Qué sucede, Tazuna-San?— el Jinchuuriki rasco su brazo, como si solo hubiera tenido un leve estremecimiento producto de la picadura de algún insecto.

Sin embargo Tazuna sabia la verdad, el mocoso lo estaba torturando y disfrutaba cada segundo en que mostraba una expresión de miedo y/o susto, pero admitir que tenía pavor de un mocoso seria rechazar sus propias creencias y su propio credo.

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