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La incompleta familia se encontraba recogiendo los cultivos de su pequeña huerta

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La incompleta familia se encontraba recogiendo los cultivos de su pequeña huerta. 

La mujer castaña cargaba con una canasta de Palma colgando de uno de sus brazos.
Los niños corrían por todos lados arrancando las verduras y colocando cada uno de los frutos dentro de las canastas.
Y el hombre peliblanco no estaba, puesto que al igual que otros habitantes poseedores de sobresaliente fuerza física tenía la no voluntaria obligación de permanecer en los inseguros límites del pueblo.

Los pasos calmados de la mujer lobo hacían que su vestido se moviera de manera sumamente delicada, toda su vestimenta impregnada con la fragancia desprendida de las flores del jardín y su cabello trenzado y recogido estaba tan pulcramente peinado como cada mañana.
Siguiendo con lo suyo apretaba y olfateaba los tomates de su huerto, eligiendo los de mayor madurez e hidratación.

Los menores estaban terminando de recoger las verduras por lo que su canasta estaba llena de frutos y hojas y ramas que por accidente también arrancaron.
Lumine caminó en dirección a su madre, tambaleándose mientras cargaba su pesado contenedor de palma; al estar frente a ella tiró del vestido tres veces seguidas.

— Mami, ya acabamos —Su voz salió sobre el alegre cantar de las aves y el viento chocando contra los árboles, casi impidiendo que fuera escuchado. Con las pequeñas manos que poseía se sujetaba del vestido, esperando a que le muestren atención.

La mayor dejó que su seria expresión se llenara de vida y calidez: sonriendo de esa forma en la que solo una madre puede hacer.

— De acuerdo, ahora a regarlas —Acarició los suaves cabellos de su hijo— ¡Sophi no te alejes tanto! —Alzó la voz con dulzura y calma, denotando el control y protección que poseía sobre el lugar.

Lumine asintió con obediencia, infló sus mejillas e inhaló el agradable aroma que provenía de su progenitora antes de correr y seguir con sus tareas domésticas.
Procedieron a regar y abonar cada planta, incluyendo a las hierbas silvestres; que según sophia, eran sus mejores amigas; y a las flores secas por petición de Lumine.
Cuando por fin terminaron se les fue permitido ir a jugar a la tierra y el lodo.

El atardecer llegó rápido, con un bello celaje en el cielo y una brisa que a la par de aguardar la calidez del día daba un claro aviso de lo fresca que sería la noche. El canto de los animalillos nocturnos opacaban los sonidos y gritos alarmantes que provenían de las orillas del pueblo, dejando que la inocencia y tranquilidad de los infantes permaneciera intacta.
Con las tareas hogareñas terminadas y un par de cachorros cansados y arropados sobre sus camas: la mujer de ojos miel cerró la puerta de su rústica casa con un suspiro y preocupación flotante en el aire.

Otro día rutinario había terminado, con normalidad los pequeños lobos soñaron en sus camas y la mujer castaña vigiló la entrada de la morada sin perder un solo detalle. 

 

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⏰ Última actualización: Jan 14, 2022 ⏰

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