❝I'm crazy, brother❞
Se acerca el fin del mundo y los Hargreeves deben recurrir a pedir ayuda a Krystal, su hermana que lleva catorce años encerrada en un manicomio y a la que no han visto desde entonces. Es peligrosa y está loca, pero la necesitan...
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Hace 17 años
Si Krystal tuviera que hacer una lista de cosas que no le gustan, el primer puesto sería para sus poderes.
La gente es incluso más ruidosa en sus mentes de lo que son con sus bocas. También son más asquerosos, crueles y extraños en sus mentes, escalofriantes en un montón de partes ocultas que nunca muestran al mundo. Y Krystal los escucha, muchas veces a todos a la vez.
¡Voy a morir!
¿Qué está pasando? ¿Qué está pasando?
¿Dónde está mi hijo?
No debí haber venido aquí hoy
No no no no
Tiene un arma, tiene un arma
Todos vamos a morir
Krystal aprieta los ojos para intentar dispersar los caóticos pensamientos de los rehenes que la golpean como dardos. Entierra las uñas en sus manos, que ya están llenas de rasguños autoinflingidos hasta las muñecas, algunos antiguos y otros mucho más recientes.
Ésta es la primera misión oficial de la Academia Umbrella, el momento tan importante del que su padre lleva hablando desde que pueden recordar: Su debut al mundo como los superhéroes que están destinados a ser desde que nacieron de una mujer que no estaba embarazada cuando comenzó el día. Turbio, ¿verdad?
Así que ahora deben usar su entrenamiento y ser los héroes que los rehenes al interior de ese banco necesitan. Recordar lo que han aprendido y matar a los malos.
La primera tarea de Krystal es identificar cuántos ladrones hay al interior del banco, y lo sabrá por sus pensamientos. Pero es difícil que no se mezclen con los pensamientos de todas las personas ahí.
Alguien le toma la mano y eso hace que la pelirroja abra de golpe sus brillantes ojos que parpadean de verde a rojo, verde a rojo, verde a rojo, por sus poderes activos e inestables. Mira a su lado y ve a Diego, que no la está mirando a ella sino hacia el frente. Su mano está sudorosa y Krystal atrapa un pensamiento que viene de él:
Oh dios, enserio lo hice.
Rápidamente pone un muro para no ver los otros pensamientos que revolotean en la mente de Diego. Es más fácil hacerlo, lo de poner un muro mental, con sus hermanos, con Diego o con su papá, porque hay un lazo que los une. Además, prometió que ya no leería sus mentes o emociones sin sus permisos.
La mano de Diego está sudorosa y tensa, pero de alguna forma todavía la hace sentir segura. Ella sonríe de medio lado.
—No digas nada —Diego se adelanta a sus palabras, nervioso—. Yo sé... sé que te abrumas. U-Úsame como ancla. Pero no hablaremos de ésto.
