Capítulo XVIII. Arquería nada más

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6 años atrás
Isla de Berk
Arquería nada más

Los intentos para aprender a volar se hacían cada vez más... graciosos para la princesa. Sus carcajadas podían escucharse por todo el bosque todos los días terminando el entrenamiento de dragones en la escuela. Ver a su compañero intentando lograr volar a aquel animal era lo más divertido que podía ver, en ocasiones sentía que reía por las noches durmiendo mientras soñaba por los intentos en aquel día.

La primera vez, que el castaño intento lograrlo, termino en el lago junto al dragón mientras que la pelirroja reía. Una vez intento amarrar al dragón en el la punta del acantilado para que la brisa del mar los alzará algunos centímetros, claro que no tenía en cuenta los grandes aires de abril que llegaban a azotar aquel lugar, provocando que la soga se rompiera y ambos terminarán rodando a los árboles.

Claro que cada intento que llegarán a hacer terminaban recibiendo varios moretones o golpes tontos tanto el dragón como el vikingo, mientras que su compañera se carcajeaba en el césped. No era como si les molestará a alguno de ellos dos, terminando de caer se miraban y se sonreían, pero al castaño le gustaba verla reír.

Cuando ella llegó no reía y se encontraba constantemente en la habitación, había ocasiones en dónde se escuchaban sus sollozos cuando el castaño salía de su habitación en la madrugada. Varias veces deseo entrar y darle su consuelo, pero no tenía el coraje para hacerlo. Y verla sentada en el suelo mientras reía lo hacía feliz, de alguna forma podía ayudarla a ya no pensar en su tristeza. De alguna forma se le hacía tierno ver a la chica, parecía como un pequeño oso pelirrojo o cualquier animal tierno. Pero cuando esbozaba una sonrisa, miedo en su interior se asomaba.

¿Por qué lo hacía feliz verla a ella siéndolo? Claro que son amigos, quedó claro aquella noche en la herrería y en las constantes platicas que tenían, era obvio que era feliz por la felicidad de su amiga. Pero había ocasiones en las que se sentía diferente, era algo distinto a lo que sentía por Astrid.

No hay una forma para poder explicarlo. Sabía que le gustaba Astrid, sin dudo, la chica de su delirio desde que tiene memoria, tenerla con ella lo haría demasiado felíz, pero... ¿todavía? Claro que nunca había entablado una conversación con ella, la única razón por la que ella le hablaba era para darle algún grito o sermoneo en la práctica por la poca habilidad que tenía en la batalla. Pero con la princesa era distinto.

Claro que puede ser solo cosa suya, nunca había tenido un amigo, o por mucho tiempo. Jack había sido su amigo por una semana, pero con este mes y semanas que ha estado con la pelirroja es distinto. Era como si la conociera desde hace años, siglos tal vez, simplemente se sentía mágico estar a su lado todos los días y deseaba que estuvieran así por el resto de su vida.

-¿No crees que han practicado mucho ya?- Dijo la pelirroja mientras con una daga la pasaba por una rama que encontró.

El dragón y el vikingo se encontraban llenos de tierra en todas partes, como si alguien les hubiera dado una paliza.

-No lo creo, ¿tú qué dices amigo? -dijo con una sonrisa el castaño para recibir una cara de pocos amigos por parte del dragón y un golpe en la cabeza con su cola.

-¿Tienes hambre Chimuelo? ¿quieres pescado? -preguntó la pelirroja al dragón para que le sonriera y se acercará a ella.

En ocasiones cuando el dragón quería recibir mimos de la princesa, sacaba algunos ronroneos. La pelirroja le hacía recordar a aquellos mininos que hay en el palacio o en los pueblos locales, claro que después eran perseguidos por perros y los terminaban ahuyentando. Chimuelo era algo así como un gato gigante, pero ¿A qué le temía él con exactitud?

La princesa se dedicó a dispararles con su arco y flechas a los peces que estaban en aquel lago, que desde un principio el dragón no lograba atraparlos. Mientras que el castaño juntaba una que otra leña para que al final el dragón con un pequeño escupido la prendiera.

Eran algo así como un trío de amigos, algo disparejo realmente. ¿Un dragón, una princesa y un vikingo siendo amigos? Pareciera un mal chiste con tan solo leerlo. Pero, todos se entendían a la perfección, en ocasiones la princesa y el dragón se reían del chico que en ocasiones tropezaba o terminaba haciendo el ridículo.

-¿Quién te enseñó arquería? -pregunto el castaño mientras movía el pescado en la lumbre y ella gozaba del suyo.

-Mi padre -mencionó pasándose el pescado-, fue mi regalo de mi cumpleaños tres, literal, la arquería ha estado conmigo toda mi vida.

Era tierno ver a la princesa comer. Era como ver todo lo contrario que una vez le dijeron al chico sobre las princesas. Le habían dicho que ellas eran delicadas y finas, cuidaban cada parte de ellas y eran débiles como el pétalo de una rosa. Pero, Merida era todo lo contrario; era ruda, divertida y comía cómo una auténtica vikinga, podría pasarse por ellos sin ningún problema.

-Deberías de enseñarme alguna vez. -sonrió el chico mientras sacaba una risa nerviosa y daba pequeños soplidos al pescado que recién había salido de la lumbre.

-¡Vamos! -se levantó de golpe para tomarle la mano al chico-¡Te enseñaré!- dijo para jalarlo y levantarlo mientras su pescado caía y era devorado por el dragón.

-Mi pescado. -susurró.

-Okey, toma. Enséñame lo que tienes. -dijo entregándole su arma y cruzándose de brazos con una sonrisa.

El castaño miro con extrañes el arma. Nunca lo había tocado, literal era como una extención de la pelirroja, jamás la dejaba. Colocó una flecha con torpes en sus acciones, como lo había visto hacer a su amiga; en una ocasión, la flecha salía flotando del lugar como un fantasma provocando risas al dragón, el castaño lo fulminaba.

-Dejame ayudarte.

La chica con suavidad se colocó detrás del castaño cuerpo a cuerpo, sus manos se deslizaban por sus caderas del chico para mejorar su postura, para que después se deslizaran con suavidad por sus manos; su tacto le provocaban un escalofrío por toda su espalda y los latidos de su corazón se aceleraban, ¿qué estaba pasando?

Seguramente la chica hablaba, pero él no escuchaba. No era porque no quería, sino porque no debía. Su cálida voz cerca de su oreja le provocaba querer besarla, lo distraía del mundo. Sin darse cuenta acababa de disparar justamente en el árbol más cercano y la chica se apartó de él.

-¿Ves? No es tan difícil. Todo está en la muñeca, deberías de practicar más y lograrás ser tan bueno, claro que tanto como yo -la chica seguía y seguía pero él no la escuchaba.

¿Qué estás haciendome Merida DunBroch?
















¿Yo actualizando en menos de 24hrs? No me la creo JAJAJA

Aiñññ mi pequeño Hiccup siente algo raro cuando bebé Merida lo toca 7u7 ¿Acaso te estás enamorando?

Espero que les haya gustado el capítulo y saben que pueden darme su opinión en los comentarios y con gusto los leeré 💗
Intentaré actualizar más seguido para no dejarlos con la intriga jeje
No olviden votar y comentar, bye byeeeee

Mericcup: Love In AshesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora