Capítulo XXXII. ¿Está ella bien?

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Hoy
Reino de DunBroch
¿Está ella bien?

Todo el mundo yacía corriendo por los pasillos entrando y saliendo de un cuarto, el cuarto de la princesa.

Minutos antes, Hiccup había llegado alarmado, sobre Chimuelo, dónde en sus brazos, yacía en un profundo sueño la chica. No podía llorar, debía hacer algo. Rápidamente la gente se acercó a él y la llevó a su recámara; varios de los sirvientes cercanos a la reina, eran los que entraban y salían con distintas plantas y líquidos del lugar. La angustia crecía sobre el chico que esperaba pacientemente fuera de la habitación.

—¡Hiccup! —llamó una voz en el fondo del pasillo mientras se acercaba. Era Thomas— ¿Qué ha sucedido? ¿Ella está bien? Vine lo más rápido que pude desde que me enteré.

El rostro del chido reflejaba miedo, tal como el del castaño, era algo irónico.

—Aún no lo sé, nadie a salido con noticias.

Ambos chicos se sentaron juntos esperando noticias de la chica, y así pasaban los minutos. Los otros vikingos y amigos se acercaban a ellos a esperar, pero nada sucedía. Por la mente de Hiccup solo pasaba la idea de que todo esto era su culpa; si tan solo hubiera sido más rápido, más ágil y fuerte nada de esto estaría pasando. Habría podido vencerlos con más rapidez o tomado a la princesa y huir, pero ahora no era tiempo de pensar en eso, solo esperar.

—¿Cómo eran? —pregunto en silencio el príncipe.

—¿Qué cosa?

—Ellos. Los que los atacaron. ¿Cómo eran?

—No eran de por aquí, estoy seguro. Vestían con grandes armaduras y piel, aunque sus rostros estaban cubiertos.

—¿Tienes alguna idea de quién puede ser? —pregunto Thomas, solo recibió un gemido de negación por parte de su amigo— Nada de esto hubiera pasado si la hubiera acompañado al bosque. —se hundió entre sus brazos con grandes pensamientos de culpabilidad así si mismo.

—No es culpa de nadie, ninguno de nosotros lo hubiéramos podido predecir. —mencionó el castaño mientras deposita su mano en la espalda de su compañero, consolandolo.

—¿Puedo preguntarte algo? —dijo el rubio a su amigo, aceptando— ¿Qué hacías en el bosque? Hace unos días te habías marchado y se rumoreaba que no volverías.

El castaño quedó confundido ante la pregunta, ¿será que Thomas... sospechaba? Sentía que ocultaba sus sentimientos lo mejor que podía pero tal vez en ocasiones podía ser algo obvio en distintas razones. Se sentía como una basura pensar que sentía algo por la comprometida de Thomas.

Antes de contestar, una de las mujeres que entró a ver a la princesa salió con alivio en su rostro.

—La princesa, ha despertado

Todos soltaron un suspiro de alivio para que, tanto el príncipe y el jefe del otro clan, entrarán a la habitación de la susodicha con tal rapidez. Estaba recostada en su cama rodeada de distintas plantas que tenían un olor que profundizaba toda la habitación.

Rápidamente, aquel rubio, corrió a lado de su amada mientras le tomaba una de sus manos y ocultaba su rostro en las finas cobijas. Era casi imposible de escuchar, pero pareciera que se encontraba sollozando al costado de su dama.

—Pensé que te había perdido —susurró el chico con la voz rota—. Si tan solo te hubiera acompañado —lo calló.

—Si me hubieras acompañado tal vez te hubieran asesinado porque no habría habido manera de escapar. Ya todo está bien mi ratoncito, es muy difícil que puedas deshacerte de mi. —decía mientras acariciaba el cabello de su comprometido con dulzura, para después, ambos unieran sus labios en un tierno beso.

Mericcup: Love In AshesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora