Capítulo XXIII. Cabalgar

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Hoy
Reino de DunBroch
Cabalgar

-Quieto caballito, quieto. -susurraba el chico pelinegro al caballo en el que se encontraba, sin saber que era el más juguetón de todos.

-Pensé que te gustaban los caballos, Varian, le caes bien a Maximus. -mencionó riendo la princesa acercándose a su amigo en su caballo.

-A diferencia de Maximus, es que estos caballos son como castillos, miden casi dos metros de altura -se escuchó un bufido del animal en el que se encontraba-. Sin ofender.

El día parecía maravilloso; el sol era cálido y el viento refrescante, lo mejor para dar un paseo todos juntos. Al príncipe, Thomas, se le ocurrió la idea de invitar a todos sus amigos, junto a su comprometida, de dar un pequeño paseo por el reino de DunBroch. Con gusto, todos accedieron.

Estos últimos días, después de aquella tarde en el barco; Thomas e Hiccup se volvieron buenos amigos. Hiccup notó que compartía distintos gustos con aquel príncipe, haciendo que su compañía se volviera cálida y amigable. En ocasiones, se sentía como un completo idiota por estar enamorado de la misma chica que su amigo. Por eso, la evitaba a toda costa; pero no servía de nada, ella siempre encontraba la forma de poder estar con él y platicar, como en los viejos tiempos; su amistad se volvía más cercana y estrecha que le daba nostalgia aquella relación de hace años.

Todos los vikingos se encontraban dando un maravilloso espectáculo a todos sus amigos los escosés, provocando risas. Nunca en su vida habían visto un caballo y mucho menos, montado uno, así que esto era un verdadero reto. Apesar de montar bestias enormes que escupían fuego, no servía de nada.

-¿Algún problema chicos? -dijo riendo la princesa viendo a sus amigos.

-Lo tenemos todo bajo control, su alteza. -mencionó el vikingo pelinegro tomando las riendas de su caballo.

Al cabo de unos minutos; todos los amigos habían logrado montar o conseguir manejar a aquellas "bestias"; así, comenzando su travesía. Al principio, dos vikingos salieron a todo galope en sus caballos dando gritos de miedo mientras los demás reían de estos. El recorrido para el pueblo era largo pero divertido, más para los escoseses. El líder de los vikingos imitaba cualquier movimiento que hiciera el príncipe para evitar a toda costa caer o estar en ridículo junto a la princesa.

El camino duro una eternidad para los vikingos pero lograron su destino. Hiccup jamás había ido de visita al reino, siempre evitaba hacerlo pero ahora se arrepiente no haberlo hecho antes. Era demasiado divertido; música y gritos de felicidad por todas partes, el olor a pan se olía en la mayoría de las ventanas y todos aquellos saludaban con gracia a aquel grupo. Los niños más cercanos; al ver a la futura reina gritaban y corrían a ella mientras bajaba de su caballo, Angus, para abrazar y depositar un beso en cada uno. Todos amaban a la princesa, junto a los niños como a los adultos; Merida podía sentirse cómoda y protegida en su pueblo, siendo la próxima gobernante.

La mayoría de los campesinos se acercaron a los chicos, ofreciendo distintos regalos; como dulces, pastel, fruta o cualquier otra cosa que podrías imaginar. Ninguno de ellos pudo negar a tal atención, así que los aceptaban recibiendo abrazos por parte de los campesinos. Era grandioso. Música sonaba y todos bailaban felices alrededor de una fuente central; varios hombres y niños peleaban por bailar con la princesa mientras que las damas solteras buscaban a los invitados de honor para bailar con ellos.

Al paso de las horas, todos terminaron agotados pero la diversión comenzaba. El castaño jamás bailo con nadie aunque lo invitaran, tal vez por su compromiso con Astrid o por el amor que sentía por Merida; así que esperaba riendo en un rincón mientras veía a sus amigos hacer el ridículo.

Mericcup: Love In AshesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora