Sus sentidos se habían vuelto agudos, el miedo recorría cada fibra de su piel obligándole a estar alerta, ya había oído de ellos, ya sabía de su existencia, ya sabía cuan peligrosos eran y exactamente por eso es que las náuseas se apoderaban de su cuerpo.
Quería creer que su nariz le engañaba pero no era así, ese pelinegro alto tenía la piel quemada cubierta por injertos, no necesitaba ser un genio para darse cuenta, no necesitaba pensar mucho más al verlo. Sabía que su quirk era el fuego, sabía que algunos no estaban adaptados para ello, y la piel sangrante de ese sujeto que no dejaba de verlo día y noche le decía cuán peligroso era.
Nadie en su sano juicio puede resistirse a eso.
Ni él podría hacerlo.
