—¿Y qué se supone que hacen los novios?—preguntó Alice tras masticar su almuerzo.
Maggie la miró de reojo y sonrió de par en par, emocionada porque su amiga ya había dado otro paso más con Daryl.
—¿Ya son pareja?
—Sí—celebró dando aplausos—me lo pidió hace unos días cuando fuimos de expedición a buscar medicinas.
—Solo salieron los dos—recordó la castaña entre risas con doble sentido.
—Solo nos besamos—confirmó la chica sin querer dramatizar la situación—dormimos juntos, pero nada más. Soy una mujer adulta, pero no sé que hacer con un novio.
Maggie la miró atenta, analizando cada expresión del rostro de su amiga.
—¿Y qué quieres que pase? Pueden ir a su ritmo, no hay prisas, Alice. Es según lo cómoda que te sientas, no te fuerces a nada.
—Le quiero mucho. Me gustaría ir más allá, tu ya me entiendes...
—¿No se lo has propuesto?
—No, me da vergüenza.
Maggie carcajeó sin querer herir los sentimientos de su amiga.
—Ya sois pareja—señala con obviedad—sé que en una relación no se basa todo en el sexo, pero a veces es necesario. Es importante que te comuniques con él en todos los sentidos, Alice, la comunicación es muy importante si quieres que la relación funcione.
—Quiero que funcione—afirma tras dar por terminado su comida—solo es que me da cosa que me vea desnuda...
—¿Por qué?
—¿Has visto el portento que tiene Daryl? Uf. A su lado soy una patata sin sabor.
Hicieron que odiaran mi cuerpo, pensó Alice en esos años oscuros del campamento.
—¿Y te has visto a ti misma? Eres preciosa, Alice, no te hagas de menos. Tengo unos conjuntos que aún no he usado, te puedo regalar algunos para cuando te sientas preparada.
Así pasaron el resto de la tarde ambas amiga, analizando los pros y los contras de lanzarse a saco hacia los brazos de Daryl Dixon.
.
.
.
Alice dio vueltas por su cama como si de un gusano de tratase, ansiosa por la llegada de su pareja. En nada llegaría de su turno de vigilancia y ella le esperaba con sus pulsaciones a mil. Apenas hace unos días Daryl le propuso compartir habitación, porque Alice tenía más pesadillas de lo normal y como ya eran pareja podían dormir en la misma cama.
Así que esos días de llantos tras despertarse de sus más amargos recuerdos, los brazos de su amor le brindaban calma y seguridad. También cabe mencionar que Alice babeaba al verle dormir sin camisa, pero no quería parecer apresurada ni incomodar la situación.
Escuchó unas pisadas por el pasillo de la casa y se metió bajo el edredón para tapar su vestuario, y así darle una sorpresa.
La puerta de la habitación se abrió de manera sigilosa.
—Pensé que estarías dormida—dijo Dixon a modo de saludo.
Se quitó la cazadora y procedió a cambiarse de ropa. No entendía por qué él podía andar en calzoncillos por la habitación tan tranquilo, mientras a ella se le subían los colores a las mejillas al ver ese ser humano tallado por los mismo dioses.
—Te estaba esperando.
—¿Quieres que te siga leyendo el libro de ayer?
Alice no tardó en sentarse sobre la cama y aplaudir como si se tratase de una niña bastante emocionada.
—Me encantaría, Daryl.
El cazador había descubierto que su novia encontraba total calma en la forma en la que relataba las historias, dando paso a un profundo sueño ante su tono de voz. Así que si le ayudaba a conciliar las ganas de dormir y por muy cansado que estuviera, leía para su amada Alice.
Los ojos azules del más mayor recayeron sobre el vestido de seda que portaba el pequeño cuerpo de su chica. Sin añadir un solo comentario se dirigió hacia el armario y sacó uno de sus abrigos.
—Ven—ella no apartó la mirada ni un solo segundo y se dejó abrigar con la confusión evidente—sino te abrigas te vas a poner peor. Recuerda que la semana pasada te resfriaste y ya te estás recuperando.
Alice soltó un sonido enternecedor ante ese gesto.
—Mi bebé—dijo Alice entre suaves risas—eres un buen novio.
Sus mejillas no tardaron en teñirse de rojo ante la vergüenza. Alice sabía como hacer que Daryl se pusiera tímido, y adoraba que él se sintiera querido después de tanto tiempo esquivando sentir algo más.
Daryl no dijo nada y se encaminó hacia la estantería donde estaban los libros, allí cogió un cuento infantil y volvió tras sus pasos para apagar la luz, dejando unicamente la iluminación de una lampara.
—Ven, cielo—la llamó por aquel apodo tan bonito y ella le sonrió enamorada.
Aún le costaba ser cariñoso abiertamente y mostrarse como un hombre enamorado. Pero lo intentaba. Diablos claro que lo intentaba, estaba profundamente enamorado de su Alice.
La chica como cada noche se regufió entre los brazos de su novio y esperó hasta que la masculina voz diese inicio a la historia.
Daryl alzó el libro y se metió en el papel de cada personaje, cosa que en el fondo disfrutaba.
—¿Por qué crees que a Blue le calmaba ver el cielo estrellado?—preguntó cuando dio por finalizado la breve historia.
—Se sentía acompañada entre tanta soledad, veía luz a pesar de la oscuridad—concluyó—y el ruido de los insectos de la noche le ayudaban a disipar el silencio de sus pensamientos, dándole un respiro. Al final Blue entendió que le gustaba su propia soledad, mas no sentirse sola.
—Ahí la diferencia de soledad.
Daryl si comprendía el mantra que su novia había adaptado desde hace muchísimas tiempo—la luna y las estrellas—, la entendía y comparaba con la historia de Blue. Alice ya no tenía por qué recurrir al ruido de los insectos para sentirse acompañada, ahora estaba él y no iba a irse a ningún lado.
—Te quiero, Alice—dijo el cazador en un susurro.
Alice levantó la cabeza de su pecho y le miró con una gran sonrisa.
—Siento no ser tan demostrativo y no poder decir con palabras cuanto te quiero cada día.
—A veces no es necesario las palabras—contestó ella sin borrar la sonrisa—con tus gestos y acciones ya me demuestras lo que sientes. Me alegra haberte encontrado, haces que la vida sea aún más preciosa. Te quiero, Daryl.
El mencionado sonrió de vuelta y se inclinó para besarla.