TRECE.

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Alice parpadeó varias veces y sin querer se puso a desvariar, soltando cualquier comentario que no tenía que ver con la confesión de Daryl.

—¿Sabías que las ranas pueden volar?—preguntó con un deje de nerviosismo—O no lo sé, puede que sí... mira que ahora los muertos vuelven a la vida, así que todo es posible. ¿Crees que los dinosaurios vuelvan a existir? Ahí si cagamos, eh, nos re fuimos a la mierda. Sería curioso ver animales enormes que con tan solo una pata serían capaces de aplastarnos, haciéndonos puré al instante. Umh—se relamió los labios con el pensamiento de comer algo—mañana preparé puré, hace tiempo que no lo comemos.

Daryl la miró incrédulo, sin saber muy bien como reaccionar ante una Alice tan parlanchina.

—Respira—le aconsejó, divertido, pues de alguna manera le parecía dulce verla tan tímida—vamos pasito a pasito.

Alice se limpió el molesto sudor de la palma de sus manos contra su pantalón de pijama, y terminó por asentir.

—Perdona, es que me ha pillado muy de sorpresa. Han sido días malos y no he tenido animo para hacer algún plan de conquista.

Daryl suspiró y se acomodó contra el respaldo del sofá, girando su cabeza para observar como las facciones del rostro de Alice se iluminaban por la única luz de la chimenea.

—No necesitas ningún plan—admitió bastante avergonzado—siento lo mismo desde hace tiempo, solo tenía miedo.

—¿A qué?

—A enamorarme de ti y que de un día para otro te fueras. Me da miedo amar, Alice, pero quiero hacerlo contigo—entre la media oscuridad del salón ambas manos se unieron en silencio—quiero intentarlo. La vida solo es una, ¿verdad? Y a tú lado es más hermosa. Ya no se trata de solo sobrevivir por sobrevivir, ahora tengo motivos más profundos y sinceros para darme cuenta que la vida es valiosa, ahí entras tú. Llegaste en el momento menos esperando—recordó con una pequeña sonrisa—bailando sola en medio de la nada y tenías un gran brillo en cada paso que dabas, luego te pusiste a gritar como una loca... pero en el fondo me hizo gracia solo que no me iba a reír. Desde ese día no pude evitar fijarme en ti, eres un ser de luz, pese a que hayas pasado por un autentico infierno, tienes cierta magia para iluminar la vida de los demás. Y joder Alice, me gustas muchísimo, no quiero callarlo más. Porque si muero mañana, me hubiera arrepentido de no habértelo dicho.

Alice apretó la mano de Daryl y se quedó hipnotizada ante su mirada azulada. Sentía que su corazón no podía más ante tanta emoción. Le había conmovido la sinceridad del cazador y no sabia como retener todas sus palabras de amor, porque estaba apunto de tener una diarrea verbal para señalar cada cosa que le gusta de él. 

Pero Daryl se adelantó.

Al tener tanta cercanía entre los dos, Daryl dio el paso y terminó por acortar la distancia, uniendo sus labios en un beso.

Alice creyó que se derretía de amor en ese momento; su corazón aumentó con fiereza y sus piernas flaquearon. Menos mal que estaba sentada sino caería de bruces al suelo.

—Me alegra ser correspondida—comentó entre risas nerviosas—voy a hacerte feliz, Daryl. Quiero que no temas a expresar tus sentimientos, y que me dejes demostrar cuanto te quiero. Estoy enamorada de ti y...

Daryl volvió a callarla con otro beso, porque ya que había derribado esa barrera de suprimir sus verdaderos sentimientos y ansiaba volver a probar los cálidos labios de Alice.

—Te quiero, Alice, quiero que sepas que te quiero.

—Voy a llorar, ¿de acuerdo?

Ambos rieron.

—No soy bueno demostrando como me siento, pero voy a intentar todo lo posible para que te sientas querida. Así que ya no tienes por qué esconder tu temor al tener pesadillas, sabes que estoy aquí. En vez de salir de casa sin chanclas—señaló sus pies descalzos e hizo un mojín—te puedes enfermar, ven a mi habitación y saldremos los dos de casa. Ya no estás sola, Alice, eres mi familia.

Alice acarició las mejillas de su amor y se inclinó para dejarle un casto beso sobre los labios.

—¿Podemos dormir juntos?—preguntó en un susurro, con sus mejillas en un tono rojizo ante la vergüenza.

—Mientras no me quites todo el edredón.

—La última vez dormiste en el sillón—le acusó con una mueca de angustia—y yo en la cama porque no querías dormir a mi lado, así que tuve que compartir mi edredón como pude.

—No me parecía correcto.

Alice se puso de pie y le tendió una mano.

—¿Quieres dormir conmigo hoy? Las noches a veces son muy solitarias y frías, incluso me dan miedo... pero tener la seguridad de que estás a mi lado, marca la diferencia. 

Daryl se rascó la nuca y terminó por darle su mano. Ya eran adultos, no tenían por qué parecerles raro compartir una cama si ya sabían lo que sentían por el otro.

Se aseguraron de apagar el fuego y juntos subieron las escaleras. Una vez en el cuarto de Alice no demoraron en cubrirse bajo el calentito edredón, pues la madrugada era realmente helada.

Daryl con el corazón a mil atrajo entre sus brazos a la chica, esta se acurrucó contra su pecho y sonrió abiertamente al sentir esa comodidad por primera vez.

Alice estaba en su mar de nubes de colores, no se creía que por fin Daryl sentía lo mismo.

Entre risas, besos y abrazos con sabor a amor; se sintieron completos cuando el sueño se apoderó de sus cuerpos.

STAR [Daryl Dixon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora