—¿No te sientes pequeño comparado con el cielo oscuro? Somos diminutos a su lado, ¿no crees?
Daryl desvió la mirada de sus manos hacia una preguntona Alice, se encogió de hombros y le dio otra calada a su cigarrillo. Alice era silenciosa cuando quería pero aprovechaba la compañía de otro ser humano para hablar. Era la primera vez en meses que no hablaba para si misma, ahora había alguien a su lado. Y se sentía reconfortada y menos sola.
Alice escuchó el silencio de la noche y sonriendo, siguió observando las bonitas estrellas del firmamento. Ella creía que la vida era preciosa, mágica, única... después del calvario que había vivido durante su adolescencia y madurez, parecía ser que el apocalipsis le había dado un respiro de aquella vida. Tenía una segunda oportunidad; nadie la conocía, nadie sabia su historia, nadie podía juzgarla. Solo era una persona más... una persona anónima luchando contra el nuevo mundo.
Y en el fondo disfrutaba todo el caos.
—Fumar mata—comentó Alice de la nada.
Daryl la miró de reojo y evitó soltar una risa. ¿Realmente ella le había dicho eso?
—Creo que si fumas menos le haces un favor a tus pulmones, sería genial que vivieras mucho años más, Daryl. El mundo aún no ha acabado.
Dicho esto se puso de pie y estiró sus brazos hacia el cielo, allí hizo extraños gestos, como si estuviera dando las buenas noches.
Daryl la miró confuso. Aunque un poco conmovido por sus recientes palabras. Se despidió con una amable sonrisa y partió rumbo hacia su nuevo hogar.
Alice no pudo pegar ojo en toda la noche, como le solía pasar cada día. Pese a sus ganas por seguir adelante y vivir lo mejor posible, cada vez que cerraba los ojos y caía en un sueño profundo, sus pesadillas salían a flote.
Odiaba que le pasara eso, no podía controlar sus horribles recuerdos y enviarlos a lo mas hondo de su memoria. Le frustraba no dormir.Así que volvió su vista al cielo y sus temores quedaron al margen. Había visto el amanecer y de un momento a otro se había quedado dormida en aquella silla, con el cuello torcido y sus manos apoyadas en el ventanal de su habitación.
Daryl había vuelto de su guardia y pasó por el pasillo para dormir de una buena vez, pero se detuvo al ver la puerta de Alice medio abierta. ¿Estaría ya despierta? Se preguntó con la duda de pasar y averiguarlo por si mismo. Negó con la cabeza y siguió caminando hacia su destino.
Tiempo después, Alice se echó agua fresca en el rostro y observó el cansancio reflejado bajo sus ojos. Las ojeras ya eran parte de ella, le recordaban las malas noches que pasaba sin poder dormir. Se aseó y se marchó de la casa con el objetivo de encontrar a Rick.
Una vez en la casa de los Grimes, habló lo más amistosa posible con el policía, para así acordar que en dos días saldrían en grupo para buscar provisiones. Le había dado un calendario hecho por la líder de Alexandria, acordando a cada persona cuando le tocaría hacer guardia.
Salió de la casa con la barriga llena gracia a Michonne, quién se presentó como la novia de Rick. Alice le agradeció la amabilidad de haberla alimentado. En el porche se encontró con los más pequeños del lugar, la niña de piel pálida jugaba en el suelo con su hermano mayor.
—Qué pequeñita es—habló sin pensarlo dos veces.
—Ya casi cumple dos años—le contestó Carl, hijo mayor de Rick.
Alice sonrió para después ponerse de cuclillas y coger una taza de té de juguete. Judith, la bebé de Alexandria, le tendió la tetera e hizo como si rellenara su taza. Alice se conmovió y emitió un vergonzoso "aww". Hizo como si bebiera de ella y le expresó cuan delicioso estaba el té. Judith aplaudió como si entendiera a la perfección sus palabras.
Por la tarde-noche Alice anduvo por la cocina, observando cada rincón de esa maravillosa e impoluta cocina. Se sentó sobre el taburete e hincó los codos sobre la isla. ¿Qué hacía ahora? Estaba aburrida y tenía hambre.
Le había bastado un día en Alexandria para extrañar la vida de fuera. ¿Acaso estaba loca? Allí tenía muros altos, mucha gente, una cama... pero se sentía incompleta. Añoraba la adrenalina de salir corriendo. Era normal, había estado viviendo esa vida desde que todo comenzó, ya estaba acostumbrada a esa rutina.
Daryl hizo que volviera a la realidad.
—¿Has dormido bien?—preguntó nada mas volver en sí.
—Sí, ¿y tú?
—También.
Daryl observó sutilmente aquellas ojeras, entendiendo que mentía. Pero no quiso preguntar, no lo sentía apropiado. A él no le gustaba que indagaran en su vida así que no iba a hacer a los demás algo que a él le aborrecía.
—¿Ya has comido?
—Sí, Michonne me invitó a desayunar.
—Casi son las nueve de la noche—recordó un tanto extrañado.
Alice se rascó la nuca, incómoda, y sus ojos marrones casi negros, trataron de evitar la mirada del cazador.
—No estoy acostumbrada a comer tanto—contestó sin mas preámbulos.
—Pues será mejor que te acostumbres, si es que piensas quedarte aquí.
—¿Cómo?
—Si vas a quedarte en Alexandria y en esta casa, vas a tener que comer. No hay mucho tampoco, pero no vas a morir de hambre.
Alice dudó un poco. ¿Ella quería vivir allí? Sus pies se movieron bajo la isla con nerviosismo y sin querer mordió sus uñas.
—No lo sé, Daryl. Extraño estar fuera, ¿estoy mal si pienso así?
Daryl comprendió su estado de animo y se tomó el atrevimiento de sentarse a su lado. Apoyó las manos sobre el mármol y miró a la chica con una mueca, lo que más se acercaba a una sonrisa por parte del cazador.
—Cuando llegué estaba igual que tú, pero con el tiempo te acostumbras.
—No quiero acostumbrarme—susurró con el miedo apoderado en todo su ser—no quiero bajar la guardia, confiarme y que después todo se vaya a la mierda.
Daryl le dio un toquecito en el brazo.
—No pasara, no te preocupes por eso. Si sientes que te ahogas, buscame y saldremos de aquí.
Alice sientió como su corazón se encogía. Le gustaba esa sensación.
Le gustaba estar cerca de Daryl.