SIETE.

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Daryl tocó con los nudillos la puerta de la habitación de Alice, esta salió con una gran sonrisa que animó el humor del cazador.

—Vamos a salir ya, ¿por qué tardabas tanto?

—Creo que la cena de ayer me afectó un poco—se quejó dando algunos golpecitos sobre su estomago—pero ya estoy más fresca que una rosa, te aconsejo no entrar en el baño.

Alice y Daryl se habían vuelto cercanos en tan poco tiempo, que tras varios meses juntos no podían estar el uno sin el otro, y esta vez no hablábamos de una manera romántica. Realmente les agradaba la compañía del otro. Alice se guardaba para si misma sus sentimientos y prefería mantener una buena amistad con Daryl.

Las pesadillas seguían ahí, pero una parte de su subconsciente sabia que su gran amigo estaba al otro lado de la habitación para ayudarla en cuanto lo necesitara, por lo que podía dormir más horas de lo normal.

Daryl arrugó el rostro ante la sinceridad de su amiga, pues ella le aconsejaba no entrar al baño sino quería morir. Alice en ese aspecto no era para reservada, pero en cuanto Daryl le hacía preguntas sobre su vida amorosa o si alguien de Alexandria le gustaba, se ponía tan tímida que llegaba a tartamudear. 

Un grupo de la comunidad salió de expedición con la misión de encontrar comida y algo útil para mejorar su condición de vida.

Alice miró de reojo la estantería de aquella pequeña tienda y se detuvo al ver una cámara polaroid. No tardó en meterla en su bolso y siguió con la búsqueda de alimento.

—Encontré zapatos de tu talla—comentó Daryl al llegar a su lado—no son tan bonitos pero está bien tener algo cómodo para caminar.

Daryl se había vuelto más charlatán, pero solo cuando no había nadie más alrededor, con Alice se sentía diferente.

—Son bonitas—puntualizó emocionada—gracias.

Asintió satisfecho con la sonrisa de su amiga y juntos siguieron recorriendo la tienda de esquina a esquina. Se reunieron con el resto tiempo después.

La suerte estaba de su parte hasta que escucharon como el cielo comenzaba a tronar, indicando que se acercaba una tormenta.

—Tenemos lo suficiente—recitó Rick mientras veía el cielo gris alumbrarse de pequeño truenos parpadeantes—es mejor volver sino queremos tener problemas en la carretera.

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—Te dije que no regresaras conmigo en la moto—le informó molesto, Daryl, al escucharla por tercera vez estornudar.

Alice se encogió bajo su gran abrigo ante el tono del cazador.

—No era justo que te mojaras solito, por lo menos el paraguas nos tapaba un poco.

—El paraguas salió volando a los diez minutos—se mofó Daryl tras dar un sorbo a su café caliente.

—Hacía mucho viento—secundó con gracia.

Ambos se rieron.

—¿Te relajan los truenos?—preguntó curioso al verla cerrar los ojos.

Ella negó.

—Me dan miedo, cuando estaba en el ejercito...

Guardó silencio en cuanto estaba apunto de confesar uno de sus tormentosos recuerdos.

—Puedes contarmelo, Alice, puedes confiar en mi.

Ella suspiró y agachó la mirada con la intención de no ver el rostro de pena de su amigo. A veces odiaba la compasión o que sintieran pena por ella, por eso no hablaba de su vida, solo resaltaba buenos recuerdos para evitar sentirse peor consigo misma.

—Fue la noche donde una de mis compañeras de campaña murió, llovía a cantaros y los truenos eran aterradores. Recuerdo escuchar sus gritos pese al ruido del cielo...—tragó saliva e intentó disipar las lágrimas de sus ojos, parpadeando varias veces—uno de los entrenadores la había castigado. No era el puto ejercito oficial, nuestros padres nos engañaron a todos, era un campamento para adolescentes rebeldes pero le hacían llamar ejercito y a día de hoy lo sigo llamando así. Eran muy duros, nos maltrataban día y noche... Sus gritos eran desgarradores pero nadie acudía a su ayuda, ni siquiera yo tuve el valor para salir, tenía miedo.

Daryl trató de no hacer preguntas del por qué la llevaron a un sitio tan horroroso, si aquello era legal en Estados Unidos o en cualquier lugar del mundo.

—Después de llorar en silencio con mis otras compañeras, la lluvia paró al igual que sus gritos de auxilio. Nos armamos de valor pese a ser castigas y salimos a ver que podíamos hacer por ella. La encontramos a unos metros de nosotras, su ropa estaba rota, con el rostro ensangrentado y sus ojos estaban tan abiertos por el terror... pero ya estaban sin vida. La habían matado durante la tormenta y nadie hizo nada, ni siquiera yo. Si hubiera salido ella podría haber vivido.

Alice se mordió los labios con tal fuerza que comenzaron a sangrar. Daryl se percató de ello y le pasó un trozo de papel. Ni siquiera Daryl sabia que palabras de consuelo dar, por lo que se quedó callado y le hizo compañía. Ahora sabía por qué Alice temblaba bajo la lluvia, creyó que era a causa del frío pero se aseguraba que era por aquellos terroríficos recuerdos.

—A veces los malos recuerdos de momentos específicos pueden ser reemplazados por buenos, el cerebro es inteligente. Puede que algún día cuando haya tormenta no te de miedo, puedes cambiar las cosas si así lo deseas. No digo que es fácil ni resto importancia a lo que has vivido, pero puede pasar. Podemos mejorar aunque la vida nos haya tratado tan mal, tú dices que la vida es preciosa, ¿verdad? La vida se encarga de poner cada cosa en su sitio. Espero que algún día puedas dormir sin levantarte por aquellas pesadillas. Y también que te desahogues conmigo, estoy aquí Alice, puedes contar conmigo.

Daryl soltó aquello de sopetón, porque había escuchado varias veces como Alice se quejaba de lo sola que se había sentido durante tantos años y lo mal que se le daba hacer amistades. Lo que más le sorprendía es por qué los padres de Alice la habían mandando allí, se guardó aquella pregunta para otra ocasión. No quería forzarla a hablar de cosas que ella no quería, esperaría hasta que estuviera lista para soltar hasta la carga más grande de sus hombros.

Alice prefería estar rodeada de muertos que de sus compañeros de ejercito o entrenadores. Los caminantes solo buscaban alimento, tampoco tenían consciencia y no tenían la culpa de haberse convertido en un ser sin vida. En cambio sus compañeros y entrenadores tenían consciencia para pensar por si mismos, y aún así hacían cosas espantosas.

STAR [Daryl Dixon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora