Alice miró a la jefa del lugar y mentalizó las mejores mentiras en caso de que la cosa se saliera de madre. Había visitado la enfermería y su tobillo tan solo necesitaba reposo y una buena cantidad de hielo para desinflamarlo.
—¿Qué tal te encuentras?—le preguntó la señora tras un tenso silencio.
La chica se removió en el sofá y clavó su mirada sobre sus manos. La táctica de mirame soy una chica inocente y no he matado ni una mosca en mi vida. Alice en realidad estaba aterrada y dar lastima era un buen escudo para que no le hicieran daño de primeras.
—El lugar es bonito—esquivó la pregunta, ni siquiera ella sabia como se encontraba.
La señora la observó detenidamente y comenzó un cuestionario que Alice se vio obligada a contestar, pues necesitaba conocerla si ella quería quedarse allí. Y contó mentalmente para no mandar a paseo a la señora, pero realmente necesitaba un descanso del mundo apocalíptico y una cama para descansar. Alice tenía la manía de ver el lado bueno de las cosas.
—Era policía—contestó a duras penas, mintiendo—estuve en el ejercito y después estudié para ser policía.
A Alice siempre le había gustado la justicia.
—¿De verdad?—preguntó sorprendida pero una parte de ella estaba aliviada, tenía a un miembro más en su comunidad que la ayudaría a sacar adelante ese lugar—. Rick, el hombre que viste antes, también fue policía. ¿Te gustaría unirte con él? Aquí cuida de la seguridad de todos, además hay turnos de guardia para que Rick pueda descansar.
Alice tragó saliva y dudó en que contestar. ¿Cómo iba a ejercer de policía? Sonrió forzosamente, pensando en que aquella comunidad era extraña. Pero nada era normal en el nuevo mundo.
—Estaría bien.
Deanna aplaudió por puro estusiasmo para después proceder a hacerle un par de preguntas; como cuanto tiempo estuvo sola, sobre su familia y cosas sin importancia.
—Soy hija única y mis padres murieron después de que me alistara en el ejercito.
No mentía del todo, era hija única y huyó de su casa por motivos personales.
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.Alice se despidió con una media sonrisa y salió de la casa.
—Sigues aquí—comentó ella, aliviada de ver a Daryl apoyado sobre la columna del porche.
—Querías comer, ¿verdad?—preguntó como si aquello no le interesara en lo absoluto. Cuando en realidad si lo hacía, mas que todo era mera curiosidad sobre la chica.
—¡Sí!—exclamó levantando los brazos.
Bajaron las pequeñas escaleras que daban dirección a las calles de Alexandria y bajo el caliente sol caminaron en silencio. Alice lo miró de reojo y memorizó aquel perfil tan bonito. ¿Por qué Daryl se le hacía increiblemente masculino y guapo? Suspiró para ahuyentar sus pensamientos y pensó en lo delicioso que se veían las galletas.
Con el hambre ocupando el 95% de sus pensamientos, llegaron a la casa de Daryl.
Alice saboreó mentalmente ese platillo frente a sus ojos y tras lavarse las manos se sentó en el taburete. A pesar del sofocante calor que hacía fuera ese plato de sopa se veía la mar de apetecible. Le agradeció a Daryl por su comida y procedió a degustarlo con mucha emoción. Dio el primer sorbo y se sintió emotiva al probar algo tan rico y nutritivo.
No dijo ni una sola palabra mientras se devoraba ese plato como sino hubiera comido en días. Daryl sintió cierta molestia en el pecho, no sabia por qué le resultaba tan emotivo ver a una extraña comer.
—¡Estaba muy rico, muchas gracias!
Daryl sonrió de lado, pese a ser un hombre con aspecto y carácter rudo, no podía evitar expresar lo que sentía. Y su corazón se sentía cálido al haber ayudado a una persona, porque ya no era el mismo Daryl al que todos les daba igual, ahora se preocupaba por los suyos y ayudar a quien pudiera.
—¿Quieres una galleta?
—Por favor.
Daryl le tendió una con chispas de chocolate y observó como se la comía maravillada.
—¿Sabes el tiempo que llevo sin comer chocolate? Está muy rica.
Alice le sonrió dulcemente y le agradeció el gesto cuando le dio una segunda galleta pero le hizo jurar que no le dijera nada a Carol, pues lo que Alice no sabia es que esa segunda galleta le pertenecía a Daryl. En esa época no se podía comer lo que uno quisiese, se debían compartir las cosas entre todos. Pero no le importó, podría comer galletas en otra ocasión.
—Estoy llena, ha sido un buen día. He podido ducharme y he comido, que feliz soy.
Pequeñas cosas que antes para algunas personas era algo común, y ahora era un privilegio hacerlo. Daryl guardó la sonrisa de Alice en lo más hondo de su ser, le parecía preciosa. Alice era preciosa.
Alice siguió a Daryl como una niña pequeña de un lado a otro, sentía que había confianza entre ellos y se sentía agusto. Daryl la había presentado con sus amigos y habían hablado de cosas triviales durante el día. Al caer la noche sobre Alexandria ambos se encaminaron hacia una de las torres improvisadas del recinto. Una de las chicas le había dado un par de zapatos y un cómodo jean, por lo que se había cambiado inmediatamente. Subieron por las escaleras y Alice miró hacia el estrellado cielo.
—Es bonito, ¿verdad?
Daryl miró hacia el cielo y sonrió internamente al ver la calma plasmada a kilómetros de la tierra.
—Me transmite paz cuando tengo pesadillas—se sinceró—o cuando el día ha sido tan duro y solitario, siento que el cielo me consuela o simplemente me hace compañía. Suena tonto pero a mi me hace sentir así.
—¿Por qué me parecería tonto? Cada uno puede aliviar sus sentimientos como le plazca.
Alice le enseñó una gran sonrisa y levantó el dedo pulgar en signo de aprobación, le agradaba Daryl.
—¿Y tú como alivias tus sentimientos?—se atrevió a preguntarle.
—Cuando me siento frustrado y sofocado de este mundo, me doy una vuelta en la moto o hablo con Rick.
—Eso es genial, nunca he montado en moto.
—Puedo llevarte algún día.
—Estaría encantada, Daryl.