Capítulo 6

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DAN

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DAN

Si tenía que ser del todo honesto, habría preferido quedarme en Boston para ir por ese café con Tessa Carroll —o por lo que ella quisiera beber—, pero también resultaba agradable pasar un par de días con mi familia. Fue bueno que Cole se molestara y me dejara a cargo de Lizzie. Ella no era como los otros, aunque era mi estilista y en ocasiones tenía que asumir el papel de niñera por órdenes de Cole, tenía la sensación de que nuestra amistad sí era sincera.

—¡Tío Dan! —escuché el grito de mi pequeña sobrina de siete años antes de verla correr hacia mí desde la entrada.

Me levanté del sofá y fui a su encuentro sin pensarlo. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, la alcé en mis brazos y le di un sonoro beso en la mejilla mientras sus delgaduchos brazos rodeaban mi cuello.

—¿Cómo está mi sobrina favorita? ¡Dios! Estás enorme, Kay. ¿Qué te dan de comer tus papás?

Ella soltó una risita y se apartó la melena negra de la cara, risueña.

—Mamá me da muchas frutas y verduras todos los días, dice que me ayudan a crecer —respondió con alegría al tiempo que señalaba hacia atrás.

Addie, mi cuñada, se encontraba allí saludando a mi madre.

Le sonreí a la pequeña.

—¡Esa es mi princesa Kay! —celebré—. Dime, ¿recibiste el regalo que te envié por tu cumpleaños?

—Sí. —Ladeó la cabeza y puso sus manitas en mis mejillas—. Es la casa de muñecas más grande y bonita que me han dado. Gracias, tío Dan. Me ha gustado mucho.

—Lo que sea para mi princesa.

Addie y mi madre nos alcanzaron en la sala de estar. Todavía con Kaylee entre mis brazos, me acerqué a saludar a mi cuñada. Addie era una mujer guapa y dulce, pero siempre parecía muy triste y yo tenía la horrible sensación de que era mi hermano el que la ponía así.

—¿Hace cuánto que no pasabas unos días aquí, Dan? —me preguntó ella.

Suspiré al tiempo que daba palmaditas en la espalda de Kay, que no dejaba de abrazarme.

—Parece que una eternidad.

Addie me miró con preocupación.

—¿Seguro que estás bien? ¿Lo del hospital no fue nada grave?

—Estoy bien, Addie —le aseguré con una sonrisa—. Es solo que ya no tengo dieciséis años y la vida de un escenario a otro es pesada.

—No, lo que pasa es que esa gente desalmada te explota —repitió mamá, que seguía enfadada por el asunto—. Se creen que son tus dueños y quieren controlar hasta cuando respiras.

—Pero no son mis dueños. Y el contrato por fin terminará el próximo año.

—¿Significa eso que no renovarás con Marshall Records? —se interesó Addie.

Por una sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora