TESSA
Daniel Johnson y yo habíamos hablado en varias ocasiones durante las últimas dos semanas. Y, por mucho que me costara admitirlo, de verdad disfrutaba de esas conversaciones telefónicas. Estaba descubriendo muchas cosas de él que ni siquiera imaginaba. ¿Lo único malo? Daniel me agradaba cada vez más y esto me asustaba porque no quería llegar al punto de no retorno con él.
No quería tomar en serio lo que había entre nosotros. No quería dejar de verlo como el encaprichamiento de una celebridad que me olvidaría cuando apareciera alguien más que llamara su atención. Estaba bien con eso, con la idea de que lo máximo que ocurriría entre nosotros era una amistad, no quería esperar más. No quería «desear» más.
Pero claro que él no me lo pondría fácil, ¿verdad?
El viernes, agotada luego de una pesada guardia nocturna en el Saint-Laurent, me dirigí a la zona de casilleros para cambiarme de ropa antes de ir a casa. Me encontraba doblando mi uniforme para meterlo en mi bolso cuando algo sucedió.
—¡Aquí estás, Tessa! —Gunnar entró agitado como si hubiese corrido una maratón para llegar.
Lo observé con curiosidad mientras se tomaba un instante para recuperar la respiración.
—¿Te encuentras bien, Gunnar?
—Sí, sí. Solo vengo a advertirte...
—¿Advertirme? —repliqué, confundida.
Gunnar asintió mientras le quitaba el envoltorio a una paleta en forma de corazón que se sacó del bolsillo.
—Ya debes saber que hay días en los que nuestro querido doctor Butler se pone más irritable que de costumbre y hoy es uno de esos días.
—Bueno, sí —respondí, todavía desconcertada—. Es San Valentín, Gunnar. El doctor Butler estará de malhumor, pero ¿qué tengo que ver yo? Si ya me voy a casa.
—Claro, Tessa, pero recuerda que el hombre detesta las cursilerías. Y, déjame informarte, hay una cursilería grandota esperándote en la recepción. —Me puse pálida en cuanto pronunció lo anterior—. Así que, amiga mía, corre a llevártela lejos de su vista si no quieres dejarnos a todos con el ogro enojado desde temprano.
—Oh, no.
—Oh, sí. Es una cursilería bonita, pero nuestro jefecito es...
Empujé mi uniforme sucio en el interior de mi bolso y lo cerré a las prisas. Luego, sin pensarlo dos veces, esquivé a Gunnar de mi camino y corrí hacia la recepción.
Lo que encontré allí fue un «OH, NO» en mayúsculas.
Iba a matar a Daniel Johnson.
Sobre la barra de la recepción se encontraba una enorme caja en forma de corazón decorada con listones dorados y rosas. Dentro de la caja se apreciaban unas flores preciosas, lo que parecían ser trufas de chocolate y una botella de vino rosa de apariencia costosa. Por encima de todo eso flotaban al menos dos decenas de globos en los mismos colores que los listones y, a un lado, la razón por la que estaba segura de que todo esto era obra de Daniel: un peluche en tamaño real de Gizmo. Hacía un par de días le había dicho que Gremlins era una de mis películas favoritas y que siempre había querido un peluche de Gizmo en tamaño real.
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Por una sonrisa
Roman d'amourDaniel Johnson es el cantante del momento que parece gustarle a todo el mundo... excepto a Tessa Carroll. Aquello no sería un problema si tan solo él pudiera apartar sus ojos de ella y dejara de hacer todo lo posible por una sonrisa de la pelirroja.