Capítulo 11

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TESSA

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TESSA

Mónica y Posey no habían dicho nada en el camino de regreso al apartamento, pero ambas seguían cada uno de mis movimientos con la mirada. Estaban a punto de volverme loca, así que exploté primero.

—¡Digan lo que tengan que decir de una vez, carajo!

Me quité las botas y me eché en el sofá, derrotada. Mis amigas soltaron un chillido de emoción y enseguida una se sentó a mi derecha y la otra a la izquierda. Suspiré con agobio, esta iba a ser una charla incómoda.

—¡Es que la que tiene que hablar eres tú, mujer! —chilló Mónica.

—¿Tú y Daniel Johnson? ¡Por Dios! —Posey se abanicó el rostro—. ¡Necesitamos los detalles!

—¡Él estuvo en nuestro apartamento, Posey! —le recordó Mónica—. ¿En dónde se sentó? ¿Qué hizo mientras estuvo aquí? ¿Tomó agua? ¡Dime que no lavaste el vaso que usó!

Me llevé las manos al rostro, exasperada por el nivel de fanatismo que mis amigas estaban exhibiendo. Resoplé y, con la mirada concentrada en el televisor apagado que tenía al frente, comencé a relatarles cómo habían comenzado las cosas con Daniel Johnson. Cómo él me había dicho que fuéramos por un café para hablar de por qué me desagradaba tanto —lo que fue culpa de Mónica y no dudé en señalarlo—, cómo volvió a finales de diciembre e insistió en lo del café y yo acepté en un momento de confusión...

—Confusión, claro. Confusión —se burló Mónica, lo que hizo que Posey riera y yo rodara los ojos.

Omití su intervención para continuar narrando el resultado de mi brevísimo encuentro con Daniel en la cafetería, aquel en el que mi querido hermano puso de su parte para que resultara tan corto.

—¡¿Cómo pudo decirle eso?! —se escandalizó Mónica—. Esos pantalones rojos se amoldaban perfecto a su culo, eran increíbles.

—Pues August no opina lo mismo. Y tampoco Daniel... el pobre admitió que también los detestaba.

Posey le ganó la palabra a Mónica.

—No puedo evitar notar que te refieres a DJ como «Daniel» de un modo tan familiar que es como si hablaras de cualquier hombre y no del ídolo nacional más influyente del momento.

Bufé.

—Es un hombre como cualquier otro, Posey.

Mónica me dio un manotazo en el muslo.

—De eso nada. Es el rey, señor y patrón. No me lo compares con el resto de los mundanos, ¿me haces el favor?

Puse los ojos en blanco y terminé de contarles el resto de la historia hasta el punto en el que me despedí de Daniel una hora atrás. A pesar de que fui interrumpida en varias ocasiones por chillidos de emoción, las dos se quedaron en silencio al final.

Por una sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora