XIX

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El sonido de su celular vibrando contra la mesa de noche lo saca de ese sueño tranquilo —¿Hola?— contesta levemente despierto. La voz de su madre lo hace enderezarse en la gran cama y darse cuenta que está solo.

—Buenos días, amor mío, ¿que tal está todo allá?— habla suave —Hola mamá, aveces un poco ajetreado — informa mientras busca un cambio de ropa. —Dime, ¿cómo estás tu, cariño?— cuestiona preocupada
—Estoy entero, mamá, estoy bien, no te preocupes— Hablan un poco más para posteriormente ir al baño a ducharse.

Esa tina con agua tibia y un aromatizante relajante hizo que comience bien la mañana. Sale del baño para terminar de arreglarse y para su mala suerte se encuentra a esa chica encargada de la limpieza acomodando la cama, está inclinada acomodando las almohadas mientras menea su trasero haciéndolo visible con el corto uniforme. —Oh, hola, ya estoy terminando y no quise interrumpirlo— Cuando ella se voltea pasa sus manos ligeramente por sus pechos para que se note su gran escote. —Tranquila, quiero unos waffles, por favor— ordena mientras pasa sus manos por su cabello.
—Claro, ya la cama esta acomodada, aunque no me importaría volver a ordenarla— aclara para ir directo a la cocina.

Con el estómago lleno le escribe a Harry para preguntarle dónde se encuentra.
Escucha unos tacones ir hacia él, obviamente solo puede ser una persona y es la que ha estado intentando tener algo subido de tono con él. Después que Valeria se dió cuenta que Harry no está ha intentado que Louis la toque, lo que hace estallar la ira de el ojiazul es el casi roce de labios. —Mira Valeria, te voy a decir que te controles de una puta vez, soy gay, ¿okay? Así que te mantienes quieta o hago que te despidan— advierte levantándose bruscamente de la silla para dirigirse a la salida.

Observa a Harry llegar tranquilamente fumando con cigarro, su expresión cambia un poco a confusión al ver a la chica indignada y a Louis furioso, este pasa a su lado para irse. Antes de seguirlo se dirige a Valeria —Hoy nos vamos así que alista nuestras maletas, por favor— ordena.

—¡Hey!— grita para que el castaño se detenga y lo hace, lo alcanza gracias a sus piernas largas —¿Qué pasó?— interroga.

—Esa mucama que acaba con mi puta paciencia— dice observándolo de brazos cruzados.

—Tranquilo ya no tienes que estar con ella, hoy nos iremos— Los hombros de Louis se relajan un poco —Así que acompáñame a un hermoso mirador, te tengo una sorpresa— continua Harry dando su brazo para empezar a caminar.

En una torre cerca del mar donde construyeron un restaurante, el rizado mandó a cerrar la parte de la terraza. Se encuentran en una mesa cerca de la orilla, están debiendo té y observando el atardecer, su color hace sombra por todo el océano y cubriendo con su color la mayoría de las casas.

—Hoy me levanté temprano y me propuse a averiguar sobre las personas de anoche, tengo varios conocidos así que en poco tiempo tendré el paradero de esos hombres junto a la información que requiero.— explica observando la ciudad.

—Realmente quiera saber con qué intención hicieron todo eso, es extraño, esto es nuevo y siento que es normal para ti, ¿debería pensar que esta amistad traerá consecuencias?— cuestiona bebiendo té.

—Lo sabrás y no quiero que te sientas expuesto al estar conmigo. Me encargué de llamar a tu madre e informarle sobre lo de ayer porque ella me pidió comentarle sobre todo y ahora no quiero más problemas— lo tranquiliza sacando una caja de cuero donde tiene cigarrillos.

—¡Ahí está! Esa es la razón por la que me llamó esta mañana, bueno... trataré de confiar, me pone ansioso este tema— dice con gracia.

—Otro modo de disculpa es ésta sorpresa,
acompáñame— se pone en pie y va a la orilla, al puro frente del mar, teniendo a sus espaldas la pequeña ciudad, a su costado derecho llega el castaño y el rizado saca una caja de terciopelo.
—Estoy acostumbrado a dar este tipo de regalos— abre la caja y los ojos azules de Louis observan un delgado pulso de plata con unos poco dijes colgando.
—¿Una Pandora? Vaya regalo—
Louis mira detalladamente su muñeca donde ahora tiene la joya. —Gracias por las cosas que me has dado, gracias por protegerme ayer y la he pasado bien, no eres tan idiota— aclara poniendo atención a lo que queda del atardecer.
—No hay de que, ahora solo queda embriagarnos en el avión de ida a la academia.— propone acabando con el cigarrillo.

International Exclusive AcademyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora