La puerta fue abierta y Haechan se enderezó en su lugar. De forma inconsciente, sus labios se presionaron en una línea.
Debía reconocer que estaba nervioso, la invitación de Mark era de las pocas cosas que podrían ocasionarle tal emoción. Sin embargo, cuando vio al canadiense, todas esas emociones fueron reemplazadas por una decepción similar a la que sientes cuando esperas una hamburguesa y te regalan un racimo de brócoli.
Mark frunció el ceño—. ¿Por qué estás vestido así?
—Dijiste que íbamos a cenar con tus padres —musitó, avergonzado de haber tomado las palabras de su amigo como una información verdaderamente crucial—. Quería verme adecuado para la ocasión.
—Esa camisa es demasiado... —se quejó, y se hizo a un lado para dejarle pasar.
Haechan escondió la mitad inferior de su rostro bajo la bufanda de tela que traía puesta.
—Sí... Como sea, tus pantuflas no son mejores.
—¿¡Ya llegó Haechan!? —gritó la madre de su amigo desde el umbral de la cocina.
—¡Bienvenido! —se asomó su padre, vestido con un mandil de esos que se amarran por la cintura y por el cuello. Era una versión adulta de su hijo, una más delicada que no fruncía el ceño cada cinco minutos como si estuviese enojado con la vida.
—La comida estará lista en un momento —anunció la mujer con una gran sonrisa dibujada en el rostro antes de regresarse al interior de la cocina junto a su esposo.
Haechan miró una vez más a su amigo. Llevaba una camiseta celeste que, estaba seguro, antes le había visto usarla para dormir, unos jeans azules y unas pantuflas de color crema.
—Creí que sería algo formal. Ya he venido antes de noche y tus padres siempre nos dejan cenar en tu habitación. ¿Por qué hoy tiene que ser diferente?
—¿Quieres que subamos a mi habitación?
Haechan frunció los labios—. Te estoy preguntando por qué tus papás quieren cenar conmigo.
—¿Por qué crees que sea? —cuestionó.
—No lo sé, por eso te estoy preguntando...
Durante un rato, sin decir nada, Mark lo observó de frente, directo a los ojos. Y entonces, comenzó a caminar hacia él. Sus pisadas fueron suaves y sus pasos, lentos, pero su expresión denotaba tal intimidación que Haechan se sintió obligado a retroceder.
—¿No tienes una idea? —le preguntó, cada segundo más próximo.
Haechan sintió chocar su espalda contra una columna y aunque él ya no podía caminar más, Mark seguía acercándose. Cuando una de las manos del canadiense se apoyó en la pared detrás suyo, no pudo evitar sobresaltarse y cerrar los ojos con fuerza.
Mark se acercó a su rostro y Haechan, al sentirlo tan próximo, se cubrió la cara con ambos brazos.
—Idiota —le susurró su amigo antes de apartarse.
Haechan abrió los ojos de inmediato y se deshizo de esa postura defensiva que le ridiculizaba.
—¿¡Yo!? Si te acercas así, ¿¡qué quieres que piense!?
Mark no parecía afectado. Se había alejado un par de pasos y miraba con especial atención una fotografía familiar enmarcada y colocada sobre uno de los muebles.
—Es porque me voy a Canadá —dijo tras un rato de silencio—. Me refiero a esta cena.
—¿Ah? ¿Te vas? ¿Te vas para siempre?
—No pienses tan rápido. Mis padres quieren pasar las vacaciones allá.
—Ah... Eso suena genial, supongo.
¿Qué iba a hacer durante las vacaciones si no era aparecerse en la casa de Mark sin previo aviso para persuadirlo de perder el tiempo haciendo tonterías? ¿JeNo y JaeMin tendrían los mismos planes? Seguramente Chaeryeong también viajaría...
—Serán dos meses.
—Comprendo, pero... —murmuró, todavía confundido—. ¿Qué tengo que ver yo en eso?
—Idiota, quiero que vengas conmigo.
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El niño que podía ver fantasmas (Nomin)
FanfictionDe cabellos castaños naturalmente desordenados, ojos redondos y una brillante sonrisa que no sabe que tiene, Na JaeMin posee el particular don de ver fantasmas. Temeroso de su extraña habilidad, está acostumbrado a huir cada vez que es atormentado...