Capítulo 12: Final

1.6K 261 369
                                    

El camino de regreso fue silencioso. Irene no encendió la radio en esa estación de canciones noventeras como acostumbraba a hacer. Solo conducía, quieta y con el mismo semblante serio e imponente de siempre. No dijo nada, pero en el fondo, su estado de ánimo tampoco era bueno. Ella también estaba sumergida en lo más profundo de sus pensamientos.

Cuando abandonaron la oficina de Jeong JaeHyun, ese momento en el que cruzaron la puerta, JaeMin creyó que de verdad podía ver la tristeza flotando en el aire. La manera en que Irene lo miró y la expresión de la enfermera al notar que los tres, pacientes y doctor, lloraban; ese pequeño instante se guardaría en su mente como uno de los recuerdos más desoladores que había experimentado en su vida.

Desde ese momento, nadie se sintió capaz de pronunciar una sola palabra. Ni cuando dejaron la casa, ni cuando subieron al auto. Viajaban en silencio, sin un rumbo en especial.

JaeMin tenía las manos entrelazadas y jugaba con sus dedos, ansioso. Intentaba pensar en lo que debía hacer a continuación, pero la verdad era que nada se le ocurría. Se sentía abrumado. Ni siquiera tenía idea de adónde debían volver primero. Bajó la mirada y se encontró con que la mano izquierda de su acompañante sangraba, sus nudillos tenían heridas y manchaban de rojo su blanca piel. Experimentó una inquietud inmediata, pero no tuvo valor suficiente para decirle algo al respecto, pues JeNo no parecía haberse dado cuenta de lo lastimado que se encontraba.

Irene los observó por el espejo retrovisor. Para ella, JeNo y JaeMin constituían una imagen de valor ambivalente. Inocencia e impureza al mismo tiempo. No era la impureza de dos personas que han perdido la bondad, sino la de dos adolescentes que fueron empujados a madurar y a entender más de lo que debían. Parecían dos personas muy diferentes, pero tenían en común más de lo que creían. Era muy probable que ahí radicara el cariño que se tenían. Era mutua comprensión. Uno era el lugar seguro del otro y, al mismo tiempo, aprendían juntos a ser seguros de sí mismos.

La mujer apretó el timón entre sus manos y frenó el coche cuando estuvo a punto de pasarse un semáforo en rojo. Fue entonces que recién pudo oírse con claridad el sonido de las gotas de lluvia golpeando las ventanas del auto y el cemento de las calles. Era una lluvia agresiva, clásica del invierno en la ciudad. Como si los golpeteos del agua que caían del cielo le hubiesen despertado de un sueño, la mirada de JeNo se alejó del nocturno paisaje visible a través de la ventana a su lado. Sus ojos se posaron sobre el muchacho junto a él, ocasionando que levantara también la mirada. Como si estuviesen imantados el uno al otro, se observaron en silencio durante largos segundos. Fue JeNo quien se deshizo del contacto. Apartó la mirada y agachó la cabeza solo para observar sus propias manos, no sorprendiéndose al notar la sangre en sus nudillos. Había algo que le preocupaba más. Respiró con pesadez.

—¿Esta noche puedo quedarme en tu casa? —habló por fin y esa sola acción logró disipar todo el aire tensionado asfixiaba dentro del auto. El tono de su voz, aunque profundo como siempre, se escuchó cohibido y tembloroso. Todavía era notorio el abatimiento en sus palabras, y no era para menos.

JaeMin asintió de inmediato—. Sí puedes. Ya te había dicho que siempre puedes... Que tienes una invitación permanente.

No hacía falta preguntar el motivo por el que JeNo hacía ese pedido. Era evidente. No estaba listo para afrontar a su familia. Tenía muchas cosas en las que pensar, su mano estaba lastimada y la sangre solo volvía más escandalosas sus heridas. Por sobre todo, no tenía la suficiente fuerza para aparentar que todo estaba bien. Sabía que no iba a poder enfrentar la preocupación de su tía ni las preguntas de su primo, mucho menos ver el rostro de su madre y explicarle la verdad.

El niño que podía ver fantasmas (Nomin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora