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Esa noche fue solo el inicio de todo.

Contrario a lo que pensaba, el Erick demostró que podía tener tiempo para el fútbol, los bebés y hasta pa tratar de reconquistarme.

Como si tuviese que hacerlo.

Lo que más me ponía feliz, era lo mucho que se lucía en la prensa.

Y cómo no, partido en el que jugaba, partido ganado.

Y obvio que partido que se veía en la casa.

•••

-Oye, ¿tú con el Pulgar?-.

Charles culiao.

Se aprovechaba de que estábamos solos pa copuchar.

Por qué no podía ser piola así como el Benjamin, que hasta nos había visto comiéndonos y no dijo nada, además de un "omg".

Mentira Charles Mariano, igual me caes bien.

-¿Yo y quién?-.

-Cuál de los dos más enamorao, si hasta los niños lo aman-.

-Eso sí, hasta me dijeron que quieren vivir con él-.

-¿Y?-.

-Naa, aún no hablamos de eso, ni siquiera tamos juntos-.

-¿Y él sabe eso?-.

-¿Sí?-.

En eso llega el rey de roma con el Ben, y apenas saluda, los porotos llegan corriendo a recibirlo.

No quería adelantarme y decir que es el indicado, pero si cada vez que viene se da el tiempo de escucharlos contarles lo que hicimos para ver el partido, no puedo pensar otra cosa.

-¿Y comieron?-.

-Nosotros sí, mi mami no-.

-Ya pero estaba nerviosa- Salté, ganándome una sonrisa de él.

•••

Pasamos una tarde en casita compartiendo con los panas.

Y como si no fuese lo suficientemente vergonzoso que hayan contado lo mucho que grité su gol, después de que el Charles con el Ben se fueran, lo comenzaron a tratar de convencer de que pasara la noche con nosotros.

Aunque tampoco lo culpo por haber aceptado, hoy era noche de películas.

El vecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora