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Con la ayuda de mi esposo me bajé del avión, y desde el minuto uno me sentí tremendamente sorprendida y afortunada.

Y cómo no hacerlo si cada vez que lo veía, me estaba mirando como si lo hiciera la persona más feliz del mundo.

-¿En qué piensas?-.

-En lo agradecido que me siento ahora mismo, hace 6 años no podía caminar por acá sin pensar en lo mucho que me gustaría estar a tu lado, y ahora finalmente puedo saber lo bien que se siente-.

-Yaa, yo estaba en mi camita escuchando nuestra playlist y llorando-.

-Uh, hablando de eso...-.

Antes de si quiera preguntarle de qué estaba hablando, comenzó a sonar La Vie In Rose, pero no cualquier versión, sino la icónica de Louis Armstrong.

La misma que escuchábamos mientras soñábamos con ser grandes y materializar nuestros sueños.

Me preparé mentalmente durante el trayecto para que al llegar al hotel mi cara de sorpresa no fuera tanta, pero era imposible adivinar lo que me esperaba.

Como si estuviese dentro de mi habitación en encanto, estaba todo cuidadosamente decorado con referencias a mis obras de arte favoritas, desde las pinturas de Van Gogh hasta los poemas de Gabriela Mistral.

-¿Cuánto te demoraste en preparar todo?-.

-¿Hace cuánto nos reencontramos?-.

Quise responderle pero no habían palabras, así que tuve que recurrir al plan b, usar mi boca de otra forma.

Por suerte nuestra habitación estaba cerca y ni tuvimos que aguantar mucho.

Apenas aseguró la puerta y colocó el "no molestar", comenzó el momento que no me gustaba admitir pero que había esperado tanto como él.

Mañana habría tiempo de ver bien el paisaje, por ahora estaba concentrada en la escultura que tenía debajo.

Digo, a mi lado.

El vecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora