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Aún con todo el poder que albergaba no era posible entender lo que había ante sus ojos, aquel insignificante objeto no había hecho más que moverse bajo la orden del otro ser que hacía que algo sin vida se moviera, y al parecer todo recaía en ese objeto tan pequeño que envolvía la muñeca del humano.

El objeto robótico se movió imitando las recciones y poses de un ser vivo, aquello le pareció curioso, pero también una especie de abominación. Los perros eran hermosos, algo bulliciosos, pero al fin de cuentas siempre tenían con qué entretenerte, tal vez para él, la creación de los animales fue lo que mejor se pudo haber hecho en la tierra, pero también fue testigo de la crueldad del hombre al maltratar a otras especies.

Extinción.

Los humanos se lo merecían.

Había visto lo necesario para pensar en ello.

Había contemplado lo suficiente para apoyar la idea de que raza humana debía de sucumbir en la desaparición.

Ese era el último año. El año de la gracia. El año donde se cumplía el periodo para decidir si eran dignos de permanecer viviendo o simplemente limpiar la tierra de cualquier vestigio humano.

Un ladrido. Inmediatamente bajó la mirada, la diferencia entre un animal vivo al de un robot es que ellos podían verlo muy a pesar de que sus poderes le permitían no ser visto por ojos tan insignificantes como el hombre.

Todos los dioses eran así.

El ser humano debía simplemente conformarse con vivir y no tener siquiera la gracia de las deidades.

—¡Oye! Deja de ladrar como un paranoico o te patearé perro idiota.

Aquel era un señor, algo regordete que no dejaba de observar el aparato al que los humanos llamaban celular. Tiró fuerte de la correa provocando que el perro gimiera de dolor, el can seguía mirándolo con esos enormes ojos negros esperando que tal vez hiciera algo por él. Y lo comprendió, por ello estiró su gran mano provocando que el hombre tropezara y cayera al borde la pista. Un automóvil frenó, el hombre gritó, la gente de alrededor vociferaron y el perro salió corriendo al sentir que su dueño soltó de la correa.

Al dios ni siquiera le interesó la muerte de ese humano, solo vio que el can corría a toda prisa como esperando buscar un lugar donde refugiarse, pero había demostrado su agradecimiento cuando se inclinó y gimió. Él lo tomó como un "gracias" por lo que únicamente dejó que el perro fuera libre.

Thor, el dios del trueno, se había negado muchas veces conocer el mundo de los humanos, rara vez se animaba a bajar a contemplar los sucesos que esos seres estúpidos hacían, quizás la última vez fue cuando el hombre masacró a su propia especie por el poder de territorios, cuando se desató una gran explosión que rezumbó hasta los cielos, tal vez muchos lo conocieron como la bomba atómica. Algunos dioses habían decidido en ese momento acabar con todos los humanos, pero para él era algo insignificantemente aburrido, sin alguna razón aparente para mover su Mjolnir y así fundir todo un continente.

Los humanos habían evolucionado bastante.

Loki tenía razón, esas criaturas estaban a un paso más en extinguirse por su maldad que por la capacidad que poseían para crear objetos y cosas que pudieran asesinarlos. Tal vez por eso su primo era una especie de sádico dios que se placía mucho de la desafortunada existencia de los seres humanos.

—Es verdad lo que te digo, deberías mandarla a matar aparentando un accidente, y así seremos tú y yo—la voz fue de una mujer, la cual yacía sentada en el banco de un parque—.¡Tienes que hacerlo o te pesará! ¡Yo no voy a cargar con este mocoso toda la vida!

[Finalizado] 𝐌𝐞𝐦𝐨𝐫𝐢𝐞𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora