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— ¡Deja de moverte asqueroso, así no puedo curarte bien!

— ¡Duele, perro!—Se quejaba como un niño el castaño. — ¡Déjame morir, mejor!

—Dios mío...—Suspiro cansado el rubio. —Solo quédate quieto, ya está cerrando.

Gustabo trataba de curar a Horacio, pero este seguía quejándose y moviéndose porque le dolía, apenas llevaban dos días conviviendo, iba a seguir quejándose cuando un estruendo los hizo brincar.

—Se escuchó cerca...—El rubio se levantó mirando por la ventana de la cabaña, no había nada.

El peli castaño lo veía, miro su rostro preocupado mirando hacia afuera, sus ojos irradiaban miedo pero desde el primer día, el rubio jamás demostró miedo en ningún momento, Horacio no era tonto, sabía perfectamente como fingía no sentir nada y estar despreocupado pero por las noches pudo escuchar los sollozos del rubio y los pasos nerviosos de este.

Se levantó con esfuerzo y mucho cuidado, caminando hasta el rubio quien se encontraba absorto en su mundo. Le puso una mano en el hombro, Gustabo se sobresaltó mirándolo al instante, el castaño le sonrió levemente.

—Se escuchó muy lejos, tranquilo.

—Cada vez se escuchan más cerca...—susurro casi inaudible.

—No pasara nada, Gustabo. —Acaricio sus cabellos dorados. —Te lo prometo.

El rubio se le quedo viendo, ambos conectando miradas, viéndose fijamente sin despegar su vista del otro, sintiéndose extrañamente familiares y tranquilos al estar cerca del otro.

El de ojos azules desvió la mirada carraspeando, mirando hacia otro lugar disimulando el leve sonrojo que se hallaba en sus mejillas.

—Regresa al sofá, todavía no estas curado al 100%.

Dicho esto salió de la cabaña, seguramente para conseguir algo de comer, estos dos últimos días no había tenido mucha suerte.

Sintiendo su cara arder, igualmente. Camino hacia el sofá, sentándose para descansar. Esperaba curarse pronto, al menos antes de irse quería ayudar al rubio a encontrar provisiones y enseñarle algunas técnicas de defensa personal.

Quizá el chico rubio era un poco más joven que él, sus facciones se lo decían o solo se cuidaba demasiado bien, porque admitiéndolo Gustabo era bastante atractivo a los ojos del castaño.

Se recostó en el sofá, esperando al rubio que siempre regresaba después de 20 minutos, sus ojos se sintieron pesados

Veía la silueta de Gustabo de espaldas a él, le llamo pero este no volteaba, cosa que le produjo extrañeza.

Todo paso tan rápido, una bala iba en dirección a él, pero en lugar del dolor pudo sentir algo mojado salpicarle la cara. Al abrir los ojos se encontró con el cuerpo del rubio sin vida frente a él, corrió para socorrerlo, pero ya era tarde.

Grito y lloro, abrazando el cuerpo frio de Gustabo, hasta que escucho un sonido de arma ser cargada, al mirar observo una pistola apuntándole, se escuchó el disparo y todo se volvió negro.

Despertó con la respiración agitada, dio un brinco que le hizo caer, dado el alboroto, Gustabo salió de la mini cocina con una mirada confundida y preocupada.

— ¿Estas bien?

La voz suave del rubio llego a sus oídos, lo miro con lágrimas en los ojos, Gustabo se acercó a él, ayudándolo a sentarse.

— ¿Te duele?—Pregunto preocupado al ver las lágrimas del castaño. No respondía. — ¿Qué pasa, Horacio?

—Yo...no pasa nada. —Admitió con voz suave sin conectar miradas con el rubio. — ¿Puedo darte un abrazo?

Gustabo hizo una mueca ¿Abrazar a un extraño? No lo haría nunca, pero ver su rostro lleno de preocupación y angustia.

Sintió su estómago revolverse al ver la mirada bicolor de Horacio, sintió tantas ganas de protegerlo que ni siquiera él se lo explicaba.

Asintió dudativo, acercándose a Horacio, quien sin esperar mucho lo abrazo fuertemente.

Sin decir nada, correspondió al abrazo, después de todo el castaño era humano como el, ambos aunque trataran de ignorar el lugar en el que se encontraban, tenían miedo, muy en el fondo el miedo crecía con temor a lo que pasaría después.

Así pasaron unos minutos, hasta que el de cresta sorbió su nariz y se separó, mirando al rubio con una sonrisa.

—Gracias.

El corazón del rubio se derritió al ver sus perlas blancas y sus ojos sinceros mirándole.

—No hay de qué. —Le sonrió levemente de vuelta.

Había bastantes diferencias entre ambos pero al estar juntos se sentían extrañamente bien, completos, protegidos y felices.

Era extraño al conocerse apenas, pero no les quedaba tampoco de otra, ambos sin querer se habían convertido en el soporte del otro, en este lugar tan sombrío y cruel.

—Iré a tratar de cocinar el conejo. —Se levantó para ir a la cocina, pero la voz de Horacio lo detuvo.

— ¿Tratar?—Pregunto con gracia, tratando de disipar los recuerdos de aquella pesadilla, el rubio rodo los ojos con fastidio, causándole una risita al castaño. — ¿Te ayudo? No es por presumir, pero soy el mejor cocinero de Francia.

Esta vez fue el turno del rubio de reír. Horacio se levantó pero el rubio lo sentó nuevamente.

—Tienes que curarte.

—Puedo cocinar, no soy un bebe. —Admitió con gracia. —Recuerda, soy un soldado. —Recorrió su cuerpo con sus manos. —Ve este cuerpo, es de alguien jodidamente fuerte, una máquina de matar.

— ¿Matar a sentones?

Su rostro enrojeció violentamente, la carcajada de Gustabo no se hizo esperar.

—Ven soldadito de plomo, vamos a cocinar.

Entre risas tomo la mano del castaño, guiándolo a la cocina, este aún se encontraba nervioso y sonrojado. Se trataban como si se conociesen de toda la vida.

Prepararon y cocinaron el conejo, entre risas y bromas, podían casi jurar el sentimiento de casa sentirlo en sus almas, se sentía tan cálido, como una casa, una familia, un hogar...

Horacio preparaba el conejo con los pocos ingredientes que tenían a la mano, Gustabo le miraba con atención, escuchando sus explicaciones. Se perdió en sus ojos bicolores brillando como dos gemas, iluminados como dos estrellas, en su piel morena que se veía tan suave, en su cabello y en sus facciones.

Para Gustabo, el castaño era muy lindo. Era del tipo de personas que al conocerlas, tu vida daba un giro de 180 grados, era del tipo que seguramente querrías como mejor amigo.

El castaño conecto miradas con el sonriéndole. Si corazón papito con fuerza al verlo sonreírle de esa manera tan linda y sincera.

¿Cómo era posible de que fueran enemigos?

Porque claro...
Aún eran enemigos.
Al menos por parte de los países, pero entre ellos no se miraban ya como personas con diferentes nacionalidades, como enemigos, si no que simplemente al mirarse veían un humano más, una persona que era demasiado buena y linda para ser parte de esto.

Y hasta podía ser que se vieran como un próximo amigo.

Pero, que cruel era el destino en algunas ocasiones.



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Gracias por leer <3 <3

Les tqm

Va a ser una historia cortita pero intensa, quizá los deja llorando por semanas... o los deja con un sentimiento bonito en sus pechos.

Tomen awita, y coman bien.

Entre Dos Bandos [Gustacio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora