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Con dificultad abrió sus ojos sintiendo el dolor punzante en todo su cuerpo, su vista borrosa poco a poco enfoco donde estaba, estaba rodeado de lodo y árboles. Trato de incorporarse pero el dolor punzante de sus huesos le detuvo y le hizo soltar un quejido, trato de enfocar su mirada en algún lado, y pudo ver más o menos 3 cuerpos más al lado, ni siquiera podía distinguirlos bien, el terror de pensar que alguno de ellos fuese su pareja lo congelo.

Ignorando el dolor se acercó a cada uno de los cuerpos inspeccionándolos de cerca, soltó un suspiro de alivio al ver que ninguno era su rubio de ojos azules.

Ahora lo que le preocupaba es donde estaba, si estaba en este lugar es porque le habían creído muerto o quizá pensaban que si lo dejaban aquí moriría en algún momento.

Aunque su preocupación aumentaba de solo pensar que le hicieron algo a su alma gemela, no podría perdonárselo, aun recordaba los ojos azules irradiando preocupación y ocultando el miedo, recuerda bien la última mirada que se dedicaron, el miedo que sintió al pensar que sería la última vez que conectarían sus miradas, pero ahora la vida le daba una nueva oportunidad, y se aferraría a ella lo más que pudiera.

Pero ahora más que nunca no pensaba morir sin tener a Gustabo de vuelta o al menos verlo por una vez más. Decidió levantarse pero escucho pisadas acercándose, lo único que se le ocurrió fue volver a su misma posición de antes y fingir estar muerto, rogaba que no lo remataran.

—No me jodas.

Escucho los pasos acercándose más rápido hacia donde estaba el, sintió la presencia de alguien poniéndose de rodillas a su lado.

— ¿Horacio?

La voz conocida llego a sus oídos y por inercia sus heterocromaticos ojos se abrieron enfocando a la persona que estaba al lado de él.

— ¿Segis?

(...)

Miraba la oscuridad con sus orbes azules sin brillo, simplemente mirando un punto inexistente ajeno a todo lo que pasaba a su alrededor.

Tenía sangre seca en sus manos, las paredes y el suelo estaban manchados con ese líquido carmesí, había golpeado, descargado su frustración y llorado como nunca lo había hecho, después de todo nadie lo escucharía aun si pedía ayuda.

Basto solo eso, darse cuenta de que ahora estaba completamente solo para rendirse, ya no valía la pena seguir luchando si ya no había nada por el que luchar.

Se rindió, sentándose en algún lugar de aquella cueva, esperando y conviviendo con la cercanía de su quizá próxima muerte.

El ruido de que alguien se acercaba a la cueva no lo inmuto, quizá alguien se había apiadado de él y vendría a matarlo como debió ser desde el principio, lo escucho hasta que sintió la presencia detrás de él. Suspiro cansado y sin voltear a ver a la persona dijo secamente:

—Si vas amatarme, solo hazlo de una vez.

No recibió respuesta, pensó que quizá el tipo quería divertirse mientras lo torturaba o algo así, quizá era más fácil si tomaba el arma y acababa el mismo con todo.

—Gustabo...

Su cuerpo se congelo, hace años no escuchaba esa voz, quizá se estaba equivocando. Lentamente se giró, conectando miradas con aquel hombre que hace años no veía.

— ¿Aiden?

Sintió los brazos del contrario rodearlo en un cálido abrazo que tardo en corresponder, pero al final lo hizo. Así estuvieron unos minutos hasta que el rubio se quejó de dolor, preocupando al más alto quien se dedicó a revisarlo de pies a cabeza.

Entre Dos Bandos [Gustacio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora