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—Gus...
Escucho los susurros a lo lejos, se movió al sentir la molesta luz en sus ojos.

—Cinco minutos más...—murmuro frunciendo el ceño, sacándole un pequeña risa al contrario.

La imagen del rubio era hipnotizante para el castaño, sus delgados y finos cabellos cayendo con gracia en su frente, si piel blanquecina brillante como el oro y sus labios rosados como dos caramelos apetecibles para cualquiera.

—Levántate, tienes que desayunar.

Poco a poco fue abriendo sus ojos, enfocando el rostro moreno de Horacio cerca del suyo, conectando sus perlas azules con los de la persona que tanto le gustaba.

—Buenos días, ojos bonitos. —el más alto le sonrió levemente.

— ¿Por qué eres tan jodidamente meloso tan temprano?—reprocho con un leve sonrojo en su rostro, alejando el rostro de Horacio del suyo causando una carcajada al de ojos bicolores.

Podría casi jurar que la atmosfera olía a rosas y se veían corazones flotando alrededor de ellos, se sentía como si estuviera volando, como si una sola palabra de Horacio le hiciera flotar y tocar las mismísimas nubes esponjosas.

—Dios, consíganse un hotel.

Una voz contraria les llamo la atención a ambos.

— ¡Segismundo!

Gustabo le lanzó una almohada que tenía cerca mientras los colores al rostro se le subían con más fuerza, Segismundo solo reía levemente.

— ¿Qué fue lo que dijo?—Horacio veía confundido la escena pero se daba una idea de que era lo que pasaba.

—Nada importante. —se levantó rápidamente tomando a Horacio de la mano para llevarlo hacia el lugar donde comían.

— ¡Tómalo con calma, Gus! —Espeto entre risas el castaño.

—Solo ignóralo.

El de ojos bicolores soltó una risita divertida pero no dijo nada.

El rubio comía tranquilamente lo que el de ojos bicolores había logrado cocinar, podía sentir la mirada clavada fijamente en él, admitía que empezaba a ponerse nervioso.

— ¿Tienes algo que decirme, Horacio?—Pregunto mirando de reojo al más alto.

—Eh, bueno yo. —Los nervios recorrían el cuerpo del contrario. — ¡Si! Digo, no es importante...

El rubio lo miro confundido, pero antes de poder hablar el más alto lo interrumpió.

— ¿Puedes quedarte despierto hoy?—pidió mirando a otro lado. —Necesito hablar contigo de algo.

—Claro. —el de ojos azules sonrió dejando hipnotizado al de ojos bicolores.

Y con una simple palabra sintió como sus emociones explotaban a causa del rubio, el nerviosismo y las clichés mariposas en el estomago estaban presentes pero su mente irradiaba tranquilidad al ver los azulados ojos del rubio.

—Genial...

El día paso tranquilo, sin contar las explosiones y disparos que se escuchaban cada vez más cerca.
El rubio todo el día estuvo alerta pese a que el moreno trataba de tranquilizarlo y convencerlo de que no pasaría nada, al menos por el momento estaba a salvo.

La noche llego rápidamente, los 3 chicos convivieron entre pequeñas risas para no levantar sospechas de algún soldado que pasara cerca, Segismundo se fue a dormir en la pequeña habitación del segundo piso que tenía la cabaña, según porque no quería interrumpir la posible sesión de besos que le esperaba al rubio, este solo negaba que no sería nada de eso, solo hablarían.

Entre Dos Bandos [Gustacio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora