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— ¡No está bien! ¡Pierde mucha sangre y la hemorragia no se detiene!

Gustabo se encontraba arrodillado al lado de Segismundo, presionando con fuerza un disparo en su costado, la sangre salía a chorros y podría jurar que el castaño estaba pálido y se quejaba de dolor, el rubio sentía la desesperación.

Horacio solo miro por un momento, aún continuaba contratacando al enemigo para que no llegaran a ellos, los disparos, los perros ladrando, simplemente todo era un caos. Estaban dentro de aquel espeso bosque, dentro de aquellos árboles, la lluvia había empezado a caer de nuevo mojando todo.

Gustabo no podía soportarlo, su cabeza se nublo y dejo de escuchar todo, simplemente era el con un sonido en blanco, con sus ojos fijos en la hemorragia de Segis, mientras trataba de arrastrarlo, retrocediendo mientras su pareja hacia fuego de cobertura.

Así no se supone que saldría esto, así no; Lagrimas empezaron a salir de sus ojos y trato de cargar a Segis pero fue en vano, el lodo solo hacía que se resbalara y los quejidos del castaño por el dolor punzante empezaban a doler en su pecho.

— ¡Cariño!

Empezó a respirar agitado, al ver la sangre de su amigo en sus manos, los disparos y sintiendo la presencia de la muerte rozándole la espalda. La voz de Horacio sonó lejana, se estaba perdiendo en el pánico y el miedo.

El rubio sintió un agarre en su mano. El sonido pareció regresar y conecto sus ojos azules con los chocolates de su mejor amigo, quien trataba de sonreír para calmarlo.

—Está bien, Gus...está bien. —Tosió suavemente y las líneas de color rojizo no tardaron en salir de sus labios. —Tienen que irse.

El cuerpo del rubio se congelo totalmente y negó, tomando la mano de Segismundo con fuerza, sintiendo su corazón oprimirse y el hueco de ansiedad en su estómago.

— ¡No! —Grito rápidamente. — No voy a dejar aquí ¿Me oíste? ¡No voy a hacer eso!

Un quejido de Horacio al recibir un roce de bala en su hombro, los hizo saltar, Segismundo tomo la mejilla de Gustabo, mirándolo a los ojos mientras poco a poco las gotas saladas se asomaban en ambos.

—Mi promesa siempre fue que te cuidaría. Que no iba a permitir que nadie te arruinara tu final feliz. —Hablo con dificultad, tomando leves respiraciones entre cada frase, sintiendo la sangre chorreante subiendo por su estómago hasta su garganta. Segismundo apretó las mejillas del rubio, sonriéndole suavemente, las gotas de lluvia caían por su rostro, arrastrando la sangre hacia el suelo y esparciéndola. —Y planeo cumplirlo.

"Ahora es mi turno de ver por tu bienestar."

Gustabo se quedó en silencio, sintiendo como su corazón se rompía, negándose a aceptar la verdad, aunque tomara a Segis, había perdido mucha sangre, con suerte y saldrían de aquel bosque. Se aferró a Segis llorando, apretándolo con fuerza, Horacio solo veía de reojo sintiendo el nudo en su garganta.

—Siempre vas a ser mi mejor amigo. —El rubio susurro con la voz entre cortada por el llanto.

Una pequeña sonrisa se instaló en las comisuras sangrantes del castaño, sus ojos cansados parecieron brillar por ese breve momento, sus lágrimas recorrían sus mejillas.

—Y tú el mío.

Segismundo miro por un breve momento a Horacio, asintiendo, el chico solo asintió tomando al rubio de la cadera quien empezó a patalear y llorar incontrolablemente, cubriéndolo con su cuerpo de las balas, lo alejo del cuerpo de su amigo, que en cada segundo que pasaba perdía su color aun manteniendo su sonrisa.

—Cuídalo bien...

Horacio asintió, sintiendo sus ojos picar, tomo al rubio con fuerza y lo alejo de ese lugar, corriendo lo más rápido que podían sus pies.

La mente de Gustabo no pudo evitar recordar su vida entera junto a Segismundo, las mil veces que se habían metido en problemas, las mil veces que el castaño lo había abrazado con fuerza cuando algo pasaba con él o cuando su padre lo golpeaba. Cuando ambos se enlistaron siendo médicos de guerra, hasta el más mínimo recuerdo de ellos dos comiendo un trozo de pan partido por la mitad.

Al fin y al cabo, había sido su mejor amigo, y sería su único mejor amigo en toda su maldita vida.

— ¡No, no! ¡Segismundo! —Sus mejillas estaban enrojecidas por el llanto, sus ojos veían todo borroso y solo veía como el cuerpo de su amigo se perdía en la lejanía. — ¡¡Segismundo!!

El castaño solo apretó a su pareja con fuerza mientras corría entre los árboles, sin decir nada, escucho el último grito desgarrador de Gustabo.

—Ese idiota, tan llorón. —Segismundo susurro, escuchando el grito de Gustabo, sintiendo sus propias lagrimas salir con velocidad de sus ojos y el nudo gigante en su pecho, mientras se apretaba su herida, saco de su chaqueta una granada que había tomado del cuerpo de un soldado. Espero hasta que los soldados se acercaran y al verlos acercándose a él, sonrió, quitándole el seguro a la granada sin que se diesen cuenta.

—Se merece su maldito final feliz...

Cerró los ojos.

Y la explosión se escuchó.

(...)

Sus respiraciones eran las únicas que se escuchaban, los dos en un silencio profundo dentro de una cueva, el rubio abrazándose al pecho de Horacio, mientras lloraba en silencio.

Su pareja solo lo acunaba, dándole suaves caricias como si fuese a romperse con el toque más delicado, dándole suaves besos en su frente, trazando sus cabellos dorados y jugueteando con ellos para darle calma. Sin embargo, los ojos del rubio continuaban cerrados con fuerza, deseando con todo su ser que todo esto fuera una pesadilla, abriendo sus ojos de vez en cuando con la esperanza de que Segismundo estuviera burlándose de el por ser tan llorón, aunque no pareciera.

Pero eso no ocurrió.

—Shh...—Horacio lo apretó más a él, sintiendo como el cuerpo más pequeño temblaba ligeramente. No podía hacer más, decir algo ahora solo sería estúpido y sinceramente él era estúpido muchas veces, así que solo decidió que lo más inteligente era no decir nada, solo consolarlo con caricias y abrazos, claramente esto no sería del todo efectivo pero al menos quería dejarle en claro al rubio que no estaba solo.

Mientras tanto la mente de Gustabo solo podía recordar el cuerpo de su amigo, sintiendo el peso de la culpa en su ser, volviéndolo loco mientras se aferraba con fuerza a su pareja, había abandonado a su mejor amigo.

¿Ahora qué? ¿Había más opciones? Pudo salvarlo, quizá debió hacer algo más, quizá debió morir junto a él, quizá...solo quizá, si hubiera sido más fuerte e inteligente.

—Deja de pensar... — Un susurro por parte de Horacio llego a su oído. —Cuando estás pensando de más, sueles aferrarte a algo con fuerza y castañeas los dientes.

Su pareja lo abrazo con fuerza, y levanto la carita destrozada del rubio, mirándolo a los ojos, el castaño también tenía algunas lágrimas en sus ojos heterocromaticos, le sonrió suavemente mientras acunaba una de sus mejillas en sus grandes manos.

—No fue tu culpa...— Murmuro con su voz suave, casi como la sed mientras lo miraba fijamente. Y solo con decir eso Gustabo volvió a llorar con fuerza, el castaño lo aferro a el mientras dejaba que llorara, le daría su tiempo, no iba a presionarlo, pero aun así estaría aquí para él.

Con la perdida de Segismundo solo se dio cuenta de lo crudo que era esto, la culpa también lo carcomía, pero el sacrificio de Segismundo no sería en vano.

Sacaría a su pareja, sano y salvo de tono este infierno.

Le daría el final feliz que se merecía, aquel por el cual Segismundo y Horacio hicieron esa promesa aquella noche.

Los sacaría a ambos vivos de esto.






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Llore.

Los tqm, tomen awita, coman bien y duerman bien ❤

Gracias por la espera, ojala les haya gustado.

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⏰ Última actualización: Dec 21, 2023 ⏰

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Entre Dos Bandos [Gustacio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora