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El sonido de los pájaros lo despertaron, con dificultan abrió sus ojos gracias a que el sol estaba arriba de ellos, admiro el cielo lleno de nubes blancas, por primera desde que llego a esta guerra no se había detenido a mirarlo y detallarlo, el aire rozando sus mejillas jugueteando con sus cabellos rebeldes, el calor del sol golpeando su piel con delicadeza, sus ojos brillaron como nunca cuando admiro el cielo azul, recordando la calidez de los ojos de su pareja.

Automáticamente sus ojos se dirigieron hacia la persona que dormía plácidamente en su pecho abrazándolo, sonrió inconscientemente mirando con dulzura la silueta del rubio acurrucada en su pecho.

—No importa que pase. —Susurro dulcemente acercándose al rostro contrario, delineando con deleite su mejilla blanquecina. —Siempre voy a llegar a ti, en esta vida o en otra.

Rodeo con sus brazos el cuerpo pequeño de su pareja, beso delicadamente las mejillas del mencionado, despertándolo con suavidad.

—Horacio, déjame dormir. —Aun con los ojos cerrados respondió agrio ante la muestra de afecto, cosa que hizo carcajear levemente al más alto.

—Te dejaría dormir en mis brazos el tiempo que quisieras. —Beso los labios de su pareja, haciendo que este abriera los ojos lentamente, conectando y admirando los azulados orbes brillosos de su tesoro. —Pero tenemos que movernos, cari.

Sintió como el calor del cuerpo contrario se alejaba lentamente, incorporándose y estirándose.

—Eres más cómodo de lo que creía, eres como un osito. —Admitió mientras le daba una pequeña sonrisa al más alto. — Buenos días, mi niño.

Sonrió enternecido. —Buenos días, cari.

Juntaron sus labios en un corto beso, el rubio intento moverse pero una punzada en su pierna le hizo quejarse.

—Deberíamos encontrar un lugar para que puedas descansar. —Angustiados, Horacio veía la herida de su pareja, que pese a que no era tan grave, le preocupaba que se infectara.

—Tranquilo. —La voz relaja sosegada de Gustabo le llamo la atención, al mirarlo le veía con una sonrisa en sus labios. —Se ve peor de lo que se siente, puedo con esto.

Horacio miro detenidamente a su pareja para después soltar su preocupación en un suspiro, asintió para besar la frente del más bajo.

—Confió en que puedes con muchas más cosas.

El rubio confundido, tomo de las mejillas al castaño, haciendo que lo mirase a los ojos, le sorprendió encontrarse con el rostro afligido del más alto.

—Horacio...—Afirmo con su voz quebrándose.

Antes de poder decir algo, los brazos del más alto lo atrajeron a su pecho, apretándolo con cariño, abrazándole con fuerza, correspondió casi al instante sin saber bien que ocurría.

—Solo...solo prométeme algo, Gus.

Su voz era casi suplicante, cosa que achico el corazón del rubio.

—Lo que tú quieras. —Espeto suavemente mientras acariciaba las hebras castañas del más alto.

Con suavidad conecto sus miradas con los azulados ojos de su prometido, llevo con delicadeza su mano a la mejilla de Gustabo, quien le miraba ligeramente preocupado.

—Pase lo que pase, vas a esperar por mí...

—Horacio...

Le interrumpió. —Vas a esperar por mí, porque yo siempre voy a llegar a ti. —Sus heterocromaticos ojos se cristalizaron al igual que los azules del rubio. —Cueste lo que cueste, sea en esta vida o en otra, prometo buscarte entre toda la tempestad y la calma.

Entre Dos Bandos [Gustacio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora