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No necesitas ser un genio para saber que hablar con extraños, aun peor cuando saltan muros que dividen tu hogar de lo desconocido.

Es de todo MENOS seguro.

Emma sabía bien que los niños vivían en una mentira bien elaborada.Gritar o tratar de correr donde la adulta a cargo sería lo más lógico, esperaba que sucediera eso si se encontraba con algún niño durante su exploración. 

Pero no espero encontrarse con uno en el mismo instante al cruzar el muro.

Ante sus ojos, la niña estaba paralizada de miedo y aunque trato de hablar de forma amigable, esta no se movía. Por lo que actuó sin pensar, se puso se cuclillas a su altura y pensó que al ser ambas chicas podrían llegar a tener una conexión. 

Si esa adulta supiera que la niña no tenía miedo, la estaba analizando.

Para la rubia, delante no se encontraba cualquier extraña, sino una muy ELEGANTE. Sus libros siempre retrataban a mujeres elegantes, jovenes y hermosas como damas. Y esa mujer hacía realidad sus fantasías, su vestimenta tenía un toque rustico, pero su apariencia era radiante y llamativa ¿En serio ese cabello era natural? ¿Dónde ella podría conseguir botas de tacón?

A pesar de lleva una falda larga salto y aterrizo con tal delicadeza que incluso cuando se distrajo al observarla no hizo casi nada de ruido.

Admiración fue lo que sintió de inmediato.

‒ (Si busco a Papá no sé si ella acepte seguirme, tampoco conozco sus intenciones) -la adulta le miraba con dulzura y no se movió cuando ella coloco sus manos en sus brazos- (En primer lugar, porque cruzar de esa forma el muro ¿Se perdió? O... ¿Estará huyendo? ¡¿Con esos zapatos?!)

‒ Así que... que te parece -la pequeña rubia despertó de sus pensamientos escuchando los nervios de la adulta.

‒ ¿Cómo se llama? -fue lo primero en pronunciar la pequeña.

‒ ¿Qué?

La adulta pareció desconcertada, se tambaleo al soltándola, algo que hizo a la pequeña cubrirse la boca porque sabe que arruino la primera impresión al no prestarle atención.

Planeaba disculparse, pero la adulta se sentó en el piso con su respectivo cuidado por la falda y empezó a reírse, no una risilla, fueron carcajadas, unas muy contagiosas.

Relajando a Emma de cabellos rubios.

‒ Eres extraña -la sangre subió a las mejillas de la rubia ante tal comentario- No me estabas presando atención ¿verdad?

‒ Lo siento.

‒ Descuida, seguro te asuste, entonces déjame volver a empezar -aquella mujer se levantó con cuidado sacudiendo su falda y extendiéndole la mano- Yo soy... no espera ¿Cómo te llamas tú?

‒ Mi nombre es Emma -ante el saludo es más que notorio que la adulta se tensó al escucharla- ¿Pasa algo conmigo?

‒ ¡No! Es solo que... -miro hacia arriba, pensando en alguna excusa y le respondió- me duele muchísimo la pierna... oh, no sabes cuánto dolor.

‒ Aguarde aquí un momento señorita, iré a buscar ayuda para que puedan atenderla correctamente.

‒ ¡No, no es necesario, linda! -el rostro de la adulta se ponía colorado de la vergüenza- Yo soy... Minerva. Un placer conocerte Emma.

Tomar el apellido de quien fue un aliado de los niños ganado, es un gran riesgo para Emma adulta, pero ser honesta con esa niña sería cruel. Está aquí para investigar, no para llevarse a alguien, pero...era una niña engañada que podría conseguir una libertad absoluta... si tan sólo se la llevará.

Un Papá en Grace Field HouseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora