1. Cielo de Sangre

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Eran las seis de la tarde en Burgos. Todos en el Monasterio se preparaban para una noche colmada de oración. Jack se encontraba sentado en una silla de madera al fondo de una sala de plegarias, con su cuaderno de apuntes en la mano. Plasmaba sobre las hojas, todo lo que había presenciado desde el momento que vio el cadáver del monaguillo sobre la cama. No podía revelar que él estaba enterado de todo; pero tenía que desahogarse de alguna manera.

Las novicias pasaban de un lado a otro, ubicando vasijas de plata sobre una enorme mesa. Esa era una noche diferente a cualquier otra. Se había ido de manera trágica uno de sus discípulos.

Una monja se acercó a Jack cuidadosamente, mientras él continuaba escribiendo.

—¡Jack! ¿Qué haces ahí tan solo? —preguntó la novicia.

Jack se asustó y cerró rápidamente su cuaderno. Lo guardó en su escarcela, y se levantó con sumo cuidado.

—Solo estaba escribiendo un poco, madre. Me gusta hablar con Dios a través de la escritura —dijo Jack.

—¿Por qué no practicas la oración?

—Soy de los que piensa que las palabras se las lleva el viento.

—No para Dios, hijo mío. Él siempre nos escucha.

—Lo sé, madre. Es solo un punto de vista.

—Ve a la sala común. Estaremos reunidos para orar por el descanso eterno de Jesús.

—¿La sala común? —preguntó Jack, sorprendido—, pensé que sería aquí.

—¿Lo dices por las vasijas?

—En efecto, así es...

—Voy a explicarte algo, Jack. Ven conmigo.

La novicia acercó a Jack a las vasijas.

—Observa bien, Jack. Las vasijas contienen agua bendita. Eso permite que las almas perdidas puedan reflejarse en ella, y logren encontrar el camino a nuestro señor.

—¿Con almas perdidas se refiere a Jesús?

—Sí, Jack. Nuestras almas vuelan alto cuando morimos. Pero puede existir el caso de almas que aún no encuentran el camino, y regresan a lo que una vez fue su hogar. Reflejarse en esta agua, les permite continuar el curso.

—Entiendo... Es similar al tema de los espejos.

—No del todo. Los espejos deben cubrirse para evitar que las almas se reflejen. Ellos son portales.

—Usted es muy experta en esto, por lo que veo.

—Mi padre era exorcista. Aprendí mucho de él.

—Muchas gracias, madre. Es bueno saber todo eso.

Luego de conversar, ambos se dirigieron a la sala común. En el recinto se hallaba el Padre Antonio, arrodillado sobre un reclinatorio. Oraba con fervor, mientras sus ojos se inundaban en lágrimas.

Las novicias se encontraban colocando velas sobre unas alargadas mesas en ambos extremos de la sala. Los monaguillos, perfumaban el recinto con humos aromáticos. Algunos secaban sus lágrimas mientras recorrían el lugar.

Jack se acercó al padre, y colocó la mano sobre su hombro izquierdo.

—Padre; ¿puedo orar a su lado?

—Desde luego, hijo mío.

Mientras se encontraban orando, comenzó a llover extremadamente fuerte. Las enormes gotas golpeaban los ventanales con una gran intensidad.

Tumbas Despiertas (Novela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora