Capítulo 3- Tina

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Refrescaba la bandeja de mensajes una y otra vez cada cinco minutos. Ningún mensaje de él. Suspiré y dejé caer el teléfono en mi pecho.

Me obsesioné.

Y es que el chico me rechazaba sutilmente o simplemente no intentaba hacer que me sienta atraída por él. No como todos los otros.

Hoy sería Tina, la chica pelinegra que viste como gótica... Aunque la cultura de los góticos no solo es su ropa, eso lo sé, pero necesito ropa que no usaría Dorotea.

Ya tenía la ropa de ese día, un vestido negro de mangas, un corset y unas botas con las que dudaba poder caminar bien, aunque cuando me las puse me di cuenta de que en realidad eran más cómodas que los tacones.

Me hice el maquillaje más oscuro que pude, me coloque piercings falsos, unos en las orejas y uno en la nariz. Clara tenía el rostro arrugado en desaprobación a como me veía.

—¿Por qué te vistes así? —Tomó un mechón de cabello negro de la peluca—. Tu cabello rojo es tan hermoso. Al menos no lo has pintado.

—Tranquila Clara, digamos que es un experimento.

Tomé el bolso de cuero con púas que había dejado en el sofá blanco de mi madre. Al verme en el espejo no me desagrado tanto como pensaba, en definitiva no me parecía en nada a mí.

Que mal estaba.

Intentar gustarle a alguien sin ser yo realmente estaba mal, lo sabía. Aunque parezco tonta no lo soy.

Había pedido un taxi, no podía llegar al lugar y ser vista en el auto de mi madre, las personas sabrían y mi fachada se vendría abajo. Sabrina sabía mi plan y lo desaprobaba por completo, pero aun así me estaba ayudando.

El taxi estacionó en frente de la discoteca, ¿A las goticas les gustan estos sitios? No creo. Dios llévame a terapia y sácame estás ideas de la cabeza. En cuanto puse un pie afuera me arrepentí, pero ya era tarde, el taxi debía irse y yo me había decidido mucho antes.

Saqué el pase de entrada que me dio Sabrina, sin tener un pase de entrada que hayas pagado previamente no podías pasar. Lo hubiese pagado... Pero mi madre me castigó quitándome todas las tarjetas y por ende, no tenía dinero, a excepción de una tarjeta que atesoro con mi vida, es la exclusiva para ropa.

Me senté en la barra esperando a ver al chico que buscaba, pero, en cambio, vi una morena, de cabellos largos y ondulados, labios gruesos y un rostro delgado y bonito. Se acercó a mí.

—Hola, ¿Deseas alguna bebida?

Pensé un poco, desvié la mirada y busqué entre los demás trabajadores tras la barra. Axel no estaba.

—No... Busco a alguien, un chico de lentes y sonrisa bonita — susurré lo último.

Sonrisa bonita. Estaba perdida. ¿Qué me estaba sucediendo? ¿Qué estaba haciendo en aquel lugar?

La morena me observó extrañada, su piel doraba brillaba un poco. Achicó sus ojos hacia mí, pero volvió a hablar con total naturalidad.

—Estoy cubriendo su turno, él está ocupado.

La decepción se filtró por mi piel y sentí como mis hombros, inconscientemente, cayeron a modo de rendición.

Esperé que escribiera toda la semana, pero no sucedió, quise verlo para darle un impulso y no estaba. Empezaba a creer que sería imposible y... ¿Para qué quiero yo gustarle? Quizás era una mala idea, quizás no debía alterar el orden natural de las cosas.

Estaba por irme a casa, rendirme de intentar de alguna manera agradarle al chico nerd, pero la morena habló y me sacó de mi debate interno

—Me llamo Sara, Axel es mi mejor amigo, ¿Puedo saber para qué lo buscas? —interrogó.

¡Ayuda! me obsesione con el nerdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora