Había decido escapar de casa. Si. Dejaría a mi madre, a la mujer que posiblemente le daría igual si estoy o no.
Abrí la puerta de en frente con cuidado, no quería que ninguno del personal de servicio se enterara que había llegado, mucho menos Clara, quería que se fuera conmigo, pero era imposible.
Sacaría dinero de la tarjeta de mamá, dinero suficiente para vivir unas semanas mientras conseguía algún trabajo. Realmente no estaba pensando la situación, pero ya sabía que de alguna manera saldria de esta casa y prefería que fuera por mi misma y no que ella me eche a la calle.
Subí las escaleras en silencio y estaba recogiendo mis cosas, metía los conjuntos que más me gustaban a uno de mis bolsos, incluyendo mi tan preciado disfraz de diablilla, más allá de la historia que llevaba consigo, era lo primero que había podido realizar de mis diseños. No lo había hecho con mis propias manos, pero era bastante.
Estaba casi feliz por salir de ese lugar, pero algo me faltaba...
Un ruido me hizo saltar en dónde estaba, estaba segura de que era clara, pero parecía que algo muy pesado se le había caído. Caminé con cuidado para no ser vista por ella y me asomé por la puerta. La situación me sobrepasó por un momento.
Clara, la mujer que me había criado como si fuera su hija, estaba tendida en el piso frente a mi habitación. Por unos segundos no supe que hacer, pero mi cuerpo reaccionó por inercia y corrí a socorrerla, estaba muy pálida y fría.
Mis manos temblaban cuando cogí el teléfono que tenía en mi pequeño bolso de mano y llamé a emergencias, la ambulancia no tardó en llegar.
Me sentía destrozada, los nervios me carcomian.
Había subido con ella en la ambulancia, Clara no tiene más familia así que estaba sola en la sala del hospital con los nervios de punta.
Los doctores se la habían llevado en una camilla para hacerle exámenes. Mi teléfono sonó en mi bolso de mano. Aún llevaba la ropa que había llevado a la fiesta de cumpleaños de Sabrina. Me debía ver ridícula vestida con un vestido y tacones en un hospital.
Cogí el teléfono por inercia y me abofetee mentalmente por no ver quién era primero.
—¿Dónde diablos estás? Teodora Lancell, ¿Cómo sé te ocurre que es buena idea hacer semejante espectáculo en esa discoteca? —Mi madre gritaba del otro lado de la línea—. Cuando vengas a casa vas a estar castigada.
En ese momento me arme de valor, aunque me sentí tan sola y diminuta en esa sala de emergencias, tenia que hacerlo.
—Estoy en la sala de emergencias —susurré mientras sorbia por la nariz.
Pareció no escucharme o no importarle.
—Tienes que desmentir en la prensa que tú si estás con Cameron y que en ese momento estabas muy ebria ¿Okay? —grito de nuevo.
Me alteré.
—¡Te acabo de decir que estoy en emergencias! ¿Te importa si quiera mi bienestar físico? Ya estoy clarísima que no te importa mi salud mental pero pensé que al menos querías que estuviera viva...
Pareció bajar la guardia y entender lo que quería decir.
—¿Por qué estás en emergencias? Si fueras tú la que está mal no estarías hablando por teléfono.
No, realmente no le importaba.
—Clara. Estaba desmayada cuando llegué a casa. Me quedaré aquí con ella.
Queria gritarle que no iba a volver a casa, pero necesitaba que pagará los estudios y medicamentos para clara de ser necesarios.
Colgué para no seguir escuchandola. Me senté en una de esas sillas frías de los hospitales. Empezaba a sentir el frío colarse por mi vestido y empecé a temblar un poco, sabía que si no le decía a nadie pasaría por eso sola, pero no quería agobiar a Axel.
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¡Ayuda! me obsesione con el nerd
ContoUna chica, dos personalidades. Dorotea es hija de una diseñadora de moda, una mujer adinerada y engreída que le heredó a su hija no solo su dinero y apariencia, sino también su personalidad tan malcriada. Su perspectiva del mundo cambió cuando se en...