Capítulo 3 parte 4

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No fue hasta las primeras semanas de mayo cuando descubrió que no podía seguir haciendo oídos sordos a las sospechosas actividades de sus padres, que nunca antes habían cambiado sus costumbres. En los doce años de vida de Lulu, no habían salido a buscar el correo ni una sola vez. La niña no estaba segura de cómo llegaban las cartas a la casa; lo único que sabía era que, hasta entonces, sus padres nunca se habían molestado en preocuparse de esas trivialidades. De pronto, sin embargo, empezaron a insistir en ser los primeros en recibir la correspondencia; ni Lulu ni su hermano de ocho años, Marvin, debían acercarse al buzón bajo ningún concepto.
- Mamá.
- ¿Qué te tengo dicho de que me llames así? -Reprendio Mrs. Punchalower a su hija.
- Vale, madre -dijo Lulu con retintin-, dejame salir a buscar la correspondencia.
- De ninguna maneras, jovencita. Tu hermano y tu teneis prohibido salir de la casa hasta que o tu padre o yo hayamos comprobado si hay algo en el buzón. Si os veo alguno de los dos cerca de la puerta de entrada, estaréis castigados un mes.
- Lo que tu digas.
- «Lo que tu digas» no es una respuesta adecuada en ninguna situación, y menos aún para contestar a las instrucciones de tu madre -repuso Mrs. Punchalower con rigidez.
- Sí, madre querida -dijo Lulu mientras hacía girar sus ojos verdes hacia atrás en un gesto de exasperación.
Las sospechas de Lulu en cuanto al buzón estallaron una anodina mañana de martes de principios de mayo, cuando vio a sus padres bailando extasiados en el césped de la entrada. Aquel era un comportamiento bastante sospechoso para una pareja que pensaba que bailar en las bodas era de mal gusto. Lulu sabía que habría hecho falta algo monumental para provocar una conducta tan pelicular y estaba decidida a llegar al fondo del asunto.
Corrió hasta el final del pasillo, se agachó sobre la inmaculada moqueta de color crema y esperó. Su cabecita asomaba desde detrás de la pared de tal manera que veía el elegante salón. Oyó abrirse la puerta de la entrada con delicadeza, y después el clac clac de unos tacones cruzando el vestíbulo de mármol. Lulu vio a sus padres susurrarse al oído como dos conspiradores mientras no dejaban de quitarse un sobre de color rosa de las manos. Mrs. Punchalower, llena de frustración, se hizo por fin con el sobre y lo escondió bajo un cojín del sofá de cuadros escoceses.
Unos momentos después, en la cocina, Lulu se iba metiendo en la boca cucharadas de copos de maíz con pasas mientras miraba a su madre con recelo. Estaba segura de que esa carta de color rosa tenía algo que ver con ella. Mientras Marvin la seguía hacia parada del autobús, una vocecilla fastidiosa dominaba los pensamientos de Lulu. En lugar de detenerse como siempre bajo la sencilla señal amarilla con un autobús troquelado en negro, Lulu arrastró a Marvin tras una hilera de cubos de la basura que había por allí cerca.
-¿Qué estás haciendo? -protestó su hermano cuando lo empujó para que se agachara en el suelo.
-Tú te quedas aquí conmigo.
-No, me voy al cole. Tengo un examen de mates.
-Te conozco. Si te dejo ir, sé que le dirás a Dotty que me he saltado la clase.
Marvin tenía una habilidad especial para contarle a la gente lo que no debía saber. Si lo dejaba solo en el autobús, no había duda alguna que le contaría a Dotty, la conductora, de lo del ausentismo escolar de Lulu.
-¿Cuanto tiempo vamos a estar aquí esperando? -rezongó Marvin.
-Hasta que madre y padre se marchen. Estoy convencida de que traman algo.
-¿A quien le importa? Ni siquiera nos caen bien. Vámonos al cole.
-Vale, pero luego no me eches la culpa si te venden a la abuela.
-¿Cómo...cómo que si me venden? -repuso el niño con espanto.
-La abuela te tiene echado el ojo desde hace ya un tiempo. Echa de menos tener un niño en la casa. Además, necesita a alguien que le masajes en los juanetes.
-¿Y cómo que la abuela no quiere comprarte a ti? Eres más mayor.
-¿Qué puedo decirte? Ya no soy tan mona.

Escuela De Frikis {Libro Adaptado}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora