Capitulo 1 parte 4

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–Estamos encantados de que se haya interesado por Maddie–repuso Mrs.Masterson

Mrs.Kleiner asintió con nerviosismo antes de empezar su relato:

–Hace unos veinte años, apunté a mi sobrina, Eugenia, a un programa algo atípico porque había empezado a tenerles pavor a los perros. Solo con ver un perro, caía desmayada al instante.

Ya podía estar en mitad de la calzada, que...¡bum! Eugenia quedaba tendida boca abajo sobre el asfalto, mientras taxis y camiones se le acercaban a toda velocidad, y todo porque había un pequeño caniche blanco a kilómetro y medio calle abajo.

–¡Que horror!–exclamó Mrs.Masterson.

–A mi nunca me han gustado mucho los caniches–dijo Mr.Masterson, distraído.

Las dos mujeres prefirieron no hacer caso de su comentario y prosiguieron con la conversación que tenían entre manos.

–Para la fobia de Eugenia necesitábamos algo eficaz, pero que tuviera antecedentes de éxito demostrados, lo cual no es una combinación fácil de encontrar. Sin embargo, tras muchas investigaciones, dimos justamente con algo así.

–Estoy encantada de oírlo. ¿Como se llama? –preguntó Mrs.Masterson.

Mrs.Kleiner miró a un lado y a otro y luego musitó:

–Escuela de Mrs.Wellington.

–¿Escuela de...quién? –Preguntó Mrs.Masterson

Chissst. No debe ir soltando ese nombre por ahí.  No pueden contarle a nadie lo que estoy a punto de compartir con ustedes. Es de suma importancia que los detalles del programa continúen siendo imprecisos para que la probabilidad de recuperación de los alumnos sea lo más alta posible.

–Señora Kleiner, ¿estamos hablando de una escuela o de Scotland Yard? –preguntó Mr.Masterson en broma.

–Señor Masterson, se trata de una escuela como ninguna otra y, por ende, requiere una discreción total. ¿Están ustedes dispuestos a hacer ese sacrificio por Madeleine?–preguntó Mrs.Kleiner con severidad–. Porque, si no lo están, apagaré la radio, quitaré la toalla de debajo de la puerta y dejaré de susurrar.

La verdad es que llego tarde a una partida de backgammon. Si no se toman en serio lo de ayudar a Madeleine, debo saberlo.

–Desde luego que nos tomamos muy enserio lo de ayudar a nuestra hija–repuso Mrs.Masterson mientras fulminaba a su marido con la mirada–. No soy capaz de decirle lo preocupados que estamos por sus pulmones. Todo ese repelente no puede ser bueno. Se despierta entre tres y cinco veces todas las noches para realizar pulverizaciones de mantenimiento.

Escuela De Frikis {Libro Adaptado}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora