Día 3. Inseguridades, extrañarse

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Desde el momento que Ace decidió acompañar a su madre de regreso a su hogar, no había dejado de sentir un nudo en la garganta. Mientras más se acercaban a su destino, las dudas comenzaban a asaltar su mente. ¿Se encontraría con Marco y su familia? ¿Seguirían viviendo ahí? Y si se encontraba con alguno de sus hermanos, ¿qué les diría?

Al bajar del automóvil, justo frente a su antiguo hogar, los años le cayeron encima. Diez años eran casi una vida. Ace sonrió. Lo más probable era que nadie en el pueblo lo reconociera. Quizá se había preocupado por nada.

Rouge se quedó de pie al ver el deterioro del hogar que compartió con Roger. Durante todo este tiempo, lo único que hizo fue telefonear a la vecina cada navidad para saludar y saber si su casa seguía en pie. Para fortuna de ella, nunca hubo que regresar por algún desperfecto como tuberías rotas, o que hubiera ocurrido algún robo, incendio o algo por el estilo.

La casa de los Portgas seguía en pie. Inundada de maleza, llena de polvo, despintada, pero de pie.

—Gracias por acompañarme —Rouge le sonrió a su hijo.

Ace le devolvió la sonrisa. Dentro encontraron un montón de sobres de correo, publicidad, y un montón de basura.

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Ace no tuvo que esperar mucho tiempo para saber que la familia de Barbablanca seguía en la ciudad. Lo supo en cuanto entró al hotel y vio a Vista en la receptación. No había envejecido. Usaba un traje formal y su bigote seguía teniendo la misma forma. No pareció reconocer a su madre ni a él.

—Buenas tardes. ¿En qué puedo ayudarle?

—Tengo una reservación a nombre de Portgas D. Rouge

Al escuchar el nombre, por un momento todo el color del rostro de Vista se desvaneció. Parpadeó rápido y después tecleó en la computadora.

—Por supuesto. Su habitación es la número diez, en el segundo piso. Haruta los guiará hasta su habitación —tocó la campanilla del escritorio dos veces—. Que tengan una agradable estancia. Mi nombre es Vista, estoy a sus órdenes.

—Gracias, Vista —Rouge sonrió y se limitó a esperar a Haruta.

La reacción del chico al verlos fue similar a la de Vista. Sus ojos se abrieron como si hubiera visto un fantasma, y después hizo una reverencia torpe.

—Por aquí, por favor—. No esperó respuesta, tomó las maletas y se dirigió al elevador.

La familia Portgas entró al elevador con él sin decir pío. A diferencia de Vista, Haruta sí que había cambiado. No había crecido demasiado en altura, pero su rostro había madurado. Las mejillas redondas de la infancia se habían aplacado un poco, y su cabello había crecido hasta llegarle al cuello.

Al salir del elevador, Haruta los guio hasta la habitación. Abrió la puerta y dejó las maletas donde le indicaron. Se despidió en un tono monótono, de quien ya tiene el discurso completo memorizado. Dio unos pasos hacia la puerta, pero se giró y del pantalón sacó un papel, en el que escribió una dirección.

—No quiero quedar como un entrometido, pero... toma —le extendió la tarjeta a Ace— Thatch e Izo tienen un café desde hace un par de años. Siempre están ahí en caso de que quieras visitarlos... sé que Thatch y... los demás estarán contentos de saber de ti... y de la familia Portgas —agregó al ver la mirada de Rouge, que sonreía por cortesía.

Ace tomó la tarjeta y le dio las gracias.

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Ace no pensó mucho en qué haría una vez que estuviera en la cafetería. No sabía qué esperar, pero lo que no esperó era que la cafetería estuviera cubierta de banderas arcoíris, banderas trans, consignas políticas, stickers que leían Fuck the police pegados en la ventana y fotos de hombres y mujeres semidesnudos en poses artísticas.

Palabras de papel (#OnePieceWeek2021) [Marco/Ace]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora