Día 7. Foto familiar

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Era bien sabido en el puerto que los miembros de la compañía Barbablanca hacían unas tremendas fiestas. Cada aniversario de la empresa, tiraban la casa por la ventana en alcohol y comida. La locura duraba toda la noche y esta ocasión sería lo mismo.

La fiesta se hacía en cualquier almacén que estuviera vacío en el momento, así que el espacio para bailar era amplio y los asientos estaban limitados. No había meseros ni nada por el estilo, solo grandes barriles de cerveza y una montaña de botanas de distintos tipos.

Por regla, los únicos invitados eran quienes trabajan ahí, además de aliados y socios, pero esta vez hubo una excepción. El hijo de Gold Roger, uno de los antiguos competidores del viejo Edward, estaba invitado a petición de Marco, uno de los hijos del jefe y posiblemente su sucesor, o eso decían sus hermanos.

Marco y a Ace fueron vistos al inicio de la fiesta conviviendo con el resto de los hijos de Barbablanca, bailaron y bebieron con los demás, pero después de un rato se perdieron en el remolino de personas.

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En la pista de baile todos estaban ligeramente ebrios, así que no se podía culpar a Marco y a Ace de bailar tan cerca el uno del otro. Tanto Marco como Ace sabía que nadie se burlaría, ni por sus pasos de baile ni porque se mostraran afecto en público, así que aprovechaban aquella burbuja de seguridad al máximo.

Ace era quien estaba guiando su baile en ese momento. Su mamá le había enseñado, pues nunca se sabía cuándo tendría que invitar a alguien a bailar. Marco, por su parte, parecía tener dos pies izquierdos. A cada error que cometía soltaba un "lo siento".

—Relájate, estás muy tenso. —Ace guio la mano de Marco hacia su propio hombro, y después tomó a Marco por la cintura—. Solo déjate llevar por mis movimientos.

Marco soltó un suspiro y siguió a Ace. La música no era lenta, pero ellos llevaban su propio ritmo. De vez en cuando Marco miraba hacia el suelo, para ver que no cometiera otro error, pero cuando tuvo más confianza, observó solo a Ace. En momentos felices como este, le costaba trabajo aceptar que de verdad estaba con él, después de tantos años separados. Había tanto que desconocían el uno del otro, y a la vez no. Desde esa distancia mínima, Marco podía ver de cerca los músculos definidos de los brazos de Ace. Su playera, abrochada en un intento de parecer formal, no hacía sino resaltar lo ancho de su espalda y su firme pecho. Marco tragó saliva. El punto de su espalda donde la mano de Ace estaba posada esparcía un calor que pronto se esparció por el resto de su cuerpo.

Al terminar la canción, los dos hombres detuvieron sus pasos sin dejar de mirarse. Marco retiró su mano del hombro de su compañero y la posó en el mentón de Ace. Atrajo su rostro y capturó sus labios en un beso tan intenso que cerró los ojos y el resto del mundo desapareció.

Al romper el beso, fue Ace quien sugirió que buscaran un lugar más íntimo.

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Lo último que se hacía en la fiesta de aniversario era sacar una fotografía de todos los presentes. Por qué se tomaba hasta cuando todos estaban ebrios era una tradición que llevaba muchos años por tener resultados más desastrosos e interesantes que una fiesta de gala.

La cámara ya había sido colocada por Rakuyo. Edward observaba desde su asiento a sus hijos llegar a la pista de baile para la fotografía. Los fue contando con los dedos pero notó que aún le faltaban dos.

—¿Dónde está Marco y Ace? —preguntó a Izo, el hijo que tenía más cerca de él.

—No lo sé... —Escaneó el lugar con la mirada pero no vio rastro de ellos—. Namur, ¿has visto a Marco y a Ace?

Namur apretó los labios y señaló con la mirada la pequeña oficina que estaba en el almacén, usualmente reservada para el jefe.

—Creo que están ocupados.

—¿Quién está ocupado? —interrumpió una mujer que acababa de llegar a la fiesta.

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El calor que envolvía a Ace era sofocante. Quería arrancar la estúpida camisa de Marco, deshacerse de su cinturón y quitarle aquellos pantalones ridículos y entallados que definían tan bien sus piernas. A diferencia de Marco, que disfrutaba de extender el juego previo hasta el punto de hacerlo desesperar y gritar, Ace solo tenía la vista en la meta final. Había logrado quitarle a Marco el pantalón y subió a su regazo para volver a besarlo. Marco estaba por desabrochar el pantalón de Ace cuando escucharon tres fuertes golpes en la puerta.

—¡¿Podrían dejar de coger para que tomemos la foto?! —Izo gritó más fuerte de lo necesario y siguió aporreando la puerta.

Dentro de la oficina, Ace sintió que a su entrepierna le caía un balde de agua fría y de inmediato se separó a Marco. Marco se llevó una mano a la boca y se puso rojo como tomate. Pareció escuchar la carcajada de su padre a lo lejos.

Tan rápido como pudieron, se volvieron a vestir. Acomodaron y alisaron sus ropas lo mejor posible, pero sabían que su dignidad en este punto ya era imposible de recoger del suelo. Si la oficina no estuviera al fondo del almacén, Marco ya habría considerado salir corriendo de ahí. Ace empezó a reír de los nervios.

—¿No van a dejar que olvidemos esto, verdad?

—No a menos que ocurra otra cosa, no.

Marco tomó a Ace de la mano y salieron juntos. La valentía les duró hasta el momento en que vieron a Rouge al lado de Barbablanca. Su rostro era serio y tenía una ceja levantada en desaprobación.

—¡Mamá! —ahogó Ace un gritito.

Marco estrujó la mano de Ace en su pánico de no saber qué hacer. Si la soltaba, no quería que pareciera que se avergonzaba de Ace.

—Me dijeron que habría una foto familiar.

Era obvio que Rouge había escuchado lo que Izo había gritado, y era obvio también lo que habían estado haciendo por el estado de sus ropas, su cabello y lo enrojecido de sus labios. Marco y Ace querían posar en la foto preferiblemente atrás de la silla inmensa de Edward, donde nadie los viera, pero en vez de eso, los pusieron al frente. Rouge posó a un lado de Ace, que no se atrevía a dirigile ni la mirada ni la palabra. Su madre rara vez se enojaba, pero cuando lo hacía, era temible, y era imposible que lo ocultara. Al mirarla de reojo, notó que su semblante serio de hace un momento no estaba.

Rouge volteó a mirar a su hijo, y con una sonrisita en la boca le preguntó si ocurría algo. Ace le preguntó si estaba enojada con él. Rakuyo gritó que la fotografía se tomaría en cinco segundos y corrió a tomar posición entre sus hermanos.

—No, no hiciste nada que yo no hubiera hecho con tu padre —contestó Rouge y puso su mejor sonrisa para el retrato.

El rostro de incredulidad, asco y sorpresa quedó inmortalizado en la foto de gran familia Barbablanca. Tardarían tres fiestas más en tener una fotografía que rivalizara con esa. 

~~ [FIN]~~

Continuidad? quién necesita continuidad? Me ha gustado mucho participar en este reto. Creo que me regresó mi amor por escribir. Ha sido muy divertido. Muchas gracias a quienes han votado y comentado! Les mando un abracito y galletitas <3 

Palabras de papel (#OnePieceWeek2021) [Marco/Ace]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora